Alemania- Unión Europea: ¿crónica de un divorcio?

Autores/as

  • Emb. José Araneo

Resumen

Desde sus orígenes, la idea de la conformación de la Unión Europea se vio impulsada por Alemania y Francia. 

Sus autores intelectuales, Jean Monnet y Robert Schuman, propusieron la idea: era indispensable evitar los viejos conflictos bélicos europeos mediante el impulso de una integración política y económica que brindara seguridad y crecimiento a la región. Posteriormente, líderes políticos de la altura de Charles de Gaulle y Konrad Adenauer continuaron con la construcción de la Comunidad Europea, la que fue ratificada por los emprendimientos políticos de Edmund Koll, François Mitterrand, y Jacques Delors.

El impulso de Alemania y Francia para integrar la Comunidad con otros Estados no respondió exclusivamente a un gesto de generosidad, sino a que el eventual crecimiento de esos países crearía potencialmente mercados importantes para sus productos. Alemania coloca en los países europeos más del 50% de sus exportaciones y tiene un saldo altamente positivo en su balanza comercial intraeuropea.

Sin embargo, hoy en día, las actitudes de Alemania son menos solidarias y profundas con la construcción europea que lo que fueron en el pasado. Según indican las encuestas más del 50% de los alemanes no manifiesta ningún interés por ese designio regional. La canciller Angela Merkel y su partido han perdido las elecciones en los dos estados mas ricos y poblados de Alemania, en la Renania del Norte-Westfalia y en Baden-Wurtemberg, lo que los ha obligado a realizar cambios en su estructura de gobierno y contemplar cierta presión ciudadana alemana que no es tan pro- europeísta. 

Se pueden enumerar algunos rasgos de esa desvinculación europeísta de Alemania.

En primer lugar, la votación sobre Libia en el Consejo de Seguridad de la ONU, en la cual Alemania no acompañó a Francia y Gran Bretaña. Fue un hecho grave que vulneró la tradicional actuación en política extranjera europea.

En segundo lugar, la reciente decisión individual adoptada por la Primera Ministra alemana sobre la energía nuclear, y su acercamiento a Rusia para solucionar su problema energético, constituyen otro eslabón de la acción por libre de su país (debe recordarse que hace pocos meses, antes de los episodios en Japón, Merkel había autorizado el mantenimiento de las plantas nucleares).

En tercer lugar, la respuesta dada a la crisis ocasionada por la bacteria E.Coli: sin ningún fundamento científico, se acusó a España de ser el origen del problema, lo cual causó enormes pérdidas a las exportaciones y productos del país mediterráneo.
Finalmente, en cuarto lugar, Alemania, con claros objetivos electorales, impuso una crítica muy dura a los países periféricos señalando que las pocas horas de trabajo, las excesivas licencias y el seguro social eran la causa principal de sus déficits y sus endeudamientos. 

En realidad, si se examina con objetividad se verá que la legislación social sobre estos temas en los países periféricos es similar a la germana, aunque es cierto que el problema más serio está en sus productividades más bajas. Por su parte, el endeudamiento de Grecia, Irlanda, Portugal y España se produjo como consecuencia de una mala gestión económica y del interés de la banca internacional de prestar, sin garantías responsables, créditos con riesgo de no-pago.

En anteriores artículos afirmábamos que el plan de rescate que se impuso a Grecia e Irlanda impedía la recuperación de sus economías y dificultaba su capacidad de pago. Joseph Sttiglitz y Paul Krugman, ambos premios Nobel de Economía, afirmaban que no eran viables los planes de rescate.

La pregunta que se formula un economista acreditado como Ignacio Sotelo es:“¿Por qué se otorga un préstamo a Grecia, cuando nadie ignora que no está en condiciones de devolverlo, y menos, si sigue aumentando para impedir tan solo por un tiempo no se declare en quiebra?”. 

La respuesta es clara: en 2009 la deuda griega estaba en instituciones financieras alemanas y francesas. El primer rescate permitió ganar tiempo y salvar de momento a los bancos alemanes y franceses. Hoy, el 37% de la deuda se ha transferido a instituciones públicas como el Banco Central Europeo y el FMI. La proyección es que los bancos alemanes en 2015 sólo tengan un 8% de la deuda griega. En este contexto, ¿qué papel terminará jugando Alemania en la solución de la crisis griega que no termina de avizorarse con certeza?


*Escritor, Periodista, Analista Internacional, Ex Embajador.

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Publicado

2011-07-14

Número

Sección

Política internacional