BRASIL: UN DUDOSO EJEMPLO

Autores

  • Adolfo Castells Mendívil

Resumo

“Se busca modelo ideológico”, parecería ser —actualmente—la premisa mayor del “progresismo” latinoamericano. Cuba, además de caerse a pedazos, suprime 350.000 cargos públicos en el 2011, tiene un plan quinquenal para llegar a cesar a casi 2 millones de funcionarios estatales y ya es un modelo vergonzante. Hugo Chávez —menos para el ALBA— es cada vez más difícil de defender. Su última hazaña, es gobernar desde La Habana, promulgando leyes y firmando decretos desde su lecho de hospital en la capital cubana.

Y —obviamente— fue avalado por su bancada oficialista en la Asamblea Nacional, quién interpretó que era innecesario relevarlo temporalmente, pese a que la Constitución venezolana prevé que en las ausencias de más de 5 días, debe asumir el Vicepresidente de la República (Elías Jaua Milano).

Entonces, como los personajes de Pirandello que buscaban un autor, la izquierda latinoamericana busca un mentor. Y parecen haberlo encontrado en el Brasil de Luiz Inacio Lula da Silva y de su heredera, Dilma Rousseff. Así en Perú, el recientemente electo Ollanta Humala desvirtuó la campaña de sus adversarios que lo acusaban de “chavista”, con el estandarte del arquetipo brasileño. Y otros, han hablado de viajar en el estribo de Brasil.

Ahora bien, tratemos de poner las cosas en su lugar. ¿Representa el Brasil actual un modelo? Sin duda, pero como gigante pujante, como proyecto cada vez más realizado de gran potencia, como uno de los líderes de los países llamados “emergentes”.

Dicho eso, agreguemos dos cosas: primero, Brasil está jugando otro partido, no el de la región, no el del Mercosur; el de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), el de aspirante a un asiento permanente en el Consejo de Seguridad, el de componedor internacional y el de sus propios intereses —loable lógica— pero da la casualidad que éstos cada vez se alejan más de los intereses comunes latinoamericanos.

Y segundo, Brasil dista mucho de ser un patrón a seguir en materia de conducta de su clase política, de garantías en la lucha anti terrorismo y de independencia del Poder Judicial. Voy a ir a dos ejemplos concretos para ilustrar mi tesis.

-CORRUPCIÓN.  Dejo de lado a José Dirceu, sus “compras” a unos 100 legisladores y otras “perlas” del PT. Veamos solamente el último episodio: la renuncia del Ministro Antonio Palocci.
 
No es la primera vez que Palocci renuncia. Cuando era Ministro de Hacienda, se fue abrumado por una ola de denuncias. Hombre de absoluta confianza de Lula y su principal referente económico; la primera acusación bomba, partió por parte de uno de sus antiguos colaboradores, que le imputó el cobro de comisiones a una empresa de recolección de basura. 
Luego se le acusó de haber recibido dinero de Cuba para la campaña electoral de Lula. A todo eso se sumó la denuncia de un casero de una mansión de Brasilia, donde supuestamente Palocci participaba en orgías y reparto de beneficios. En aquel entonces —año 2006— Lula tuvo que ceder a las presiones opositoras y le pidió la renuncia a Palocci.

A fines de 2010, el mismo Lula lo llamó para colaborar en la campaña presidencial de Dilma y así volvió al primer plano de la política nacional, coordinando una parte importante de la campaña y articulando las alianzas partidarias que llevaron a Rousseff a la Presidencia.

Cuando asumió, Dilma lo designó para ocupar el cargo de Ministro de la Casa Civil,  una suerte de Jefe del Gabinete Ministerial, quizás el cargo del Poder Ejecutivo más importante después de la Presidenta Dilma Rousseff.

Sin embargo, hace casi un mes el diario Folha de Sao Paulo reveló que el patrimonio de Palocci se había multiplicado por 20 entre la fecha que salió del Ministerio de Hacienda y su nombramiento como jefe de gabinete y agregó que había depositado la suma de 11,4 millones de dólares en su cuenta, solamente en el año 2010 y que había pagado 3,7 millones de dólares por la nueva vivienda que adquirió antes de asumir su última función, lo que derivó en que la Presidenta Rousseff aceptara su renuncia, provocando un serio problema en su gabinete.

— TERRORISMO Y JUSTICIA. El gobierno italiano acaba de decidir la “llamada en consultas” de su embajador en Brasilia, eufemismo diplomático para significar un malestar. Había motivos para ello. En 2009, la Corte Suprema Federal de Brasil, aceptó extraditar a Italia a Cesare Battisti, pero dejó la resolución en última instancia al Presidente Lula, quien el 31 de diciembre de 2010, último día de su mandato, la rechazó, empezando la crisis con el gobierno italiano.     

Posteriormente, los jueces de la Corte brasileña decidieron por 6 a 3 que Italia no podía impugnar la decisión soberana de Lula de no extraditar a Battisti y éste luego de 4 años de prisión fue liberado.

¿Quién es Cesare Battisti? Un italiano de 56 años, arrestado en 1979 como militante de los Proletarios Armados por el Comunismo (PAC) y condenado a 12 años de prisión, se fugó en 1981 y se escapó a México, Francia y finalmente a Brasil. Condenado en Italia por contumacia en 1993 a prisión perpetua por cuatro asesinatos en los años 70 (los llamados “años de plomo” del terrorismo en la península), en febrero de 2009, el Parlamento Europeo votó una resolución de apoyo a Italia, así como un minuto de silencio en memoria de las víctimas de Battisti.

El hecho es que todos los partidos políticos italianos —izquierdas y derechas— han criticado la decisión de Brasil y ni que hablar las familias de las víctimas, entre las cuales las de un policía. Porque contrariamente a lo que parecerían opinar muchos “progresistas”, las víctimas de los terroristas de izquierda, también tienen familiares.

Entonces y resumiendo, Brasil no es un ejemplo a seguir a pie juntillas y lo de subirse al estribo, los primeros que no quieren intrusos en su montura son los propios brasileños.


*Escritor, Periodista, Analista Internacional, Ex Embajador.

Publicado

2011-06-23

Edição

Seção

Política internacional