AMÉRICA LATINA Y LA INTEGRACIÓN ASIÁTICA - Parte II

Autores

  • Carlos Gianelli

Resumo

Repercusiones del “centralismo” asiático

A partir de lo que hemos mencionado en la primera parte de este trabajo sobre el proceso de integración asiático -en particular la red de acuerdos de integración que se vienen construyendo desde hace 20 años- es indudable que en esa zona del mundo se viene generando la nueva agenda comercial del futuro. Muchos analistas piensan que seguramente al final del proceso de negociación actual, esa agenda será incorporada por la OMC. En ese contexto y a la luz de los desarrollos presentes en materia de acuerdos comerciales - en particular los mega-acuerdos descriptos- nos preguntamos en este trabajo cuál es el papel que juega América Latina en esta nueva arquitectura del comercio internacional.

Una primera constatación es que, en términos globales de región, no está jugando ningún papel, debido a lo cual es difícil detectar el impacto que estos acuerdos podrían tener en América Latina. En el caso de Estados Unidos y los otros países del NAFTA, es claro que con la negociación de estos acuerdos pretende mantener su liderazgo en la fijación de las normas que regulan el comercio internacional. Si bien Europa todavía no ha superado la crisis del 2007- 2009, podría incorporarse al nuevo formato indirectamente a través de las negociaciones que ha iniciado con Estados Unidos en el Tratado de Comercio e Inversiones (TTIP). De manera que los países que conforman el NAFTA, la Unión Europea y los países emergentes del Asia, de alguna manera u otra están participando en la creación de este nuevo esfuerzo llamado a llenar el vacío conceptual y normativo que ha dejado el fracaso de la OMC en el comercial internacional.

De América Latina sólo están participando México, Chile y Perú. En el caso particular de México no podía estar afuera de estas negociaciones por ser socio del NAFTA y porque cuenta con una amplia gama de TLCs con los países miembros del TPP. Pero al parecer tendría poco que ganar, y quizás mucho que perder en el caso de ‘la maquila’ debido a que otros países asiáticos, como Vietnam, pueden representar una fuerte amenaza en el sector textil para la economía mexicana. Chile es otro país que tampoco sacaría demasiado provecho de este acuerdo porque es el único país negociador del TPP que tiene TLCs con todos los países que están negociando y, por otro lado, sería una nueva instancia en la que quizás tendría que ceder algo más en el tema de la propiedad intelectual de lo que ya cedió en todos sus TLCs. En el caso de Perú, este Acuerdo se presenta como beneficioso debido a que podría ampliar sus vínculos de libre comercio con varios países asiáticos con los que no tenía relaciones comerciales fuertes, como Malasia y Vietnam. Hay quienes dicen que también podría constituirse en un puente entre el Mercosur y los países asiáticos.

La creación de la “Alianza del Pacífico” es una iniciativa dirigida estrictamente a impulsar las negociaciones del grupo con el TPP. Sin embargo, su creación está generando una imagen de que Latinoamérica se ha dividido en dos bloques: uno abierto al comercio internacional como sería la Alianza, y otro de países cerrados o proteccionistas, como los del MERCOSUR. Sin bien esta caracterización no refleja la realidad, la ausencia del MERCOSUR de estas negociaciones, y la poca relación con el proceso de integración asiático, podría significar que se aísle del centro más dinámico del comercio internacional y pagaría un costo grande si estas negociaciones culminan exitosamente y luego se trasladan sus resultados a las negociaciones multilaterales de la OMC.

Finalmente, cabe considerar que un aislamiento de estas negociaciones lo perjudicaría en cuanto al acceso a mercados tradicionales del Mercosur como Estados Unidos y Europa. Además podrían perder pie con competidores serios de la región y con países como Australia y Nueva Zelandia. La consecuencia de lo anterior podría ser la de intensificar sus vínculos aún más con China, Rusia o India, países que son importantes compradores de materias primas, lo que implicaría profundizar la tendencia actual del bloque hacia la ‘primarización’ de su sector externo.

Dificultades de las negociaciones del TPP

Las negociaciones del TPP a medida que avanzan están enfrentando cada vez más problemas, lo que hace que su final sea aún incierto. El principal problema que estas negociaciones tienen son las cuestiones domésticas de Estados Unidos. El gobierno de Obama está teniendo serios problemas para conseguir la vía rápida (fast track) del Congreso debido a la oposición al Tratado de varios sectores, en especial los sindicatos, el sector manufacturero y el agrícola. Asimismo, el ingreso a las negociaciones de Japón puede ser visto como un gran problema en la medida que Estados Unidos no logre que Japón abra su mercado, en especial en los temas agrícolas como el arroz, maíz, carne y cerdo. Tampoco parece sencilla la pretensión americana de que Japón rebaje sus aranceles a los autos importados. Estas negociaciones son un gran desafío para Estados Unidos dado que muchos americanos opositores al TPP consideran que estas negociaciones son lo único rescatable de este ejercicio.

En América Latina -salvo en los países de la “Alianza del Pacífico”- se vienen registrando muchas críticas al TPP. Lo que más se critica es su ‘secretismo’ que no permite un conocimiento cabal de cuál es la agenda que se está negociando. Esta falta de transparencia está explicando el enorme desconocimiento que hay sobre estas negociaciones en la región, tanto a nivel de empresarios como de otros actores vinculados a los sectores exportadores de nuestros países. Lo que se sabe sobre ellas se debe a filtraciones o por comentarios ‘off the record’ de algunos de los delegados envueltos en las negociaciones o de Organizaciones No Gubernamentales (ONGs). Todo lo anterior hace que no se pueda seriamente tener opiniones fundadas ni a favor ni en contra, por la ausencia de información de primera mano.

Perspectivas hacia el futuro

En primer lugar, es claro que América Latina no puede estar indiferente frente a este monumental intento de diseñar las normas comerciales del siglo XXI por doce países liderados por Estados Unidos. En segundo lugar, los países que no participan de estas negociaciones deberían realizar un esfuerzo diplomático fuerte para buscar con los países que participan, la mayor cantidad de información posible que les permita iniciar un proceso de estudio y de toma de posición sobre cada uno de los temas de la agenda, a fin de estudiar su adhesión o no, cuando el Tratado esté finalizado.

En tercer lugar, los países chicos deberían trabajar y coordinar posiciones también desde ámbitos multilaterales donde participan desde hace tiempo y donde el diálogo es posible con todas las partes involucradas en las negociaciones, como es por ejemplo la OMC o la UNCTAD. Lo peor que les puede ocurrir es que finalmente este esfuerzo culmine exitosamente y estos países deban dentro de algunos años adherir sin haber participado en esas negociaciones.

En cuarto lugar, independientemente de estas negociaciones, se debería mirar también a otros esfuerzos de liberalización del comercio entre países emergentes, que vienen organizándose para contrarrestar los efectos del aislamiento a los que las negociaciones del TPP los están condenando. Un caso interesante es el acuerdo RCEP liderado por la ASEAN y con la participación de China e India.

Y en quinto y último lugar, sería interesante articular un ámbito de coordinación a nivel del espacio latinoamericano, a fin de analizar el impacto que tendría el TPP en la región. No menos importante es buscar que América del Sur pueda organizarse a fin de actuar también como bloque en eventuales negociaciones futuras. Sería mejor que participar divididos en dos bloques distintos.

Sin perjuicio de lo anterior, continuar tratando de ampliar y profundizar los distintos mecanismos de integración existentes es vital para integrarse mejor a cualquiera de las mega-negociaciones en curso. En ese sentido, si el MERCOSUR flexibilizara su agenda externa e incorporara efectivamente a todos los países sudamericanos, se podría configurar una alianza UNASUR-MERCOSUR, que actuara como dinamizador de un espacio de libre comercio en toda la región. En línea con lo anterior parece ir la reciente propuesta del Canciller de Chile, Heraldo Muñoz, de buscar una convergencia entre el MERCOSUR y la “Alianza del Pacífico”.

Desde que se creó la “Alianza del Pacífico” se la identifico en varios países de la región como un nuevo esfuerzo neo-liberal, tal cual sucedió con el ALCA en su momento. Sin embargo, el nuevo gobierno de Chile la define como ‘un esquema de integración y plataforma comercial de proyección colectiva a la región Asia-Pacifico’, lo que permite que sea vista más que como un esquema de rígida filosofía económica liberal, como un entendimiento geopolítico para posicionarse mejor en sus negociaciones hacia la conformación del TPP. En ese esquema de pensamiento, Chile no concibe a la “Alianza del Pacífico” “como un bloque excluyente ideológico o antagónico con otros proyectos de integración regional” (Blog Elcano, ‘Chile y su apuesta por la difícil convergencia entre la Alianza del Pacifico y el Mercosur’, 7 de julio, 2014).

Esta iniciativa de Chile parece muy difícil de concretar dado las diferencias de posiciones en este momento entre los países de ambos bloques pero, sin embargo, presentarse con un proyecto comercial conjunto sería la mejor forma de que América Latina haga pesar su presencia en un nuevo escenario internacional. Sería de alguna forma ir en la dirección de lo que está haciendo la región Asia-Pacifico que, en nuestra opinión, es la dirección correcta: hacer converger los distintos esfuerzos subregionales respetando los niveles de desarrollo diversos de países con historias e inserciones en el sistema internacional distintos. Es decir, afrontar la nueva realidad del mundo con mucha flexibilidad y con buena dosis de realismo.

Ojalá que esta etapa en que se está intentando fijar agendas globales por parte de las principales potencias del mundo a nivel de mega-acuerdos comerciales, cuente también como actor principal a una América Latina unida y que pueda jugar en este escenario como un bloque más, en beneficio del desarrollo de sus naciones.

Montevideo, setiembre-octubre de 2014


Carlos Gianelli es embajador. Profesor del Curso de Integración Regional -
Departamento de Estudios Internacionales -ORT - Uruguay.

Publicado

2014-10-09

Edição

Seção

Comercio y economía internacional