Una mirada teórica sobre los avances de la extrema derecha en los sistemas políticos europeos en los últimos años. (Segunda parte)

Autores

  • Sebastián Bidegain

Resumo

En nuestro artículo anterior habíamos comenzado a reflexionar sobre el significado que tiene la sociedad para la doctrina de la extrema derecha. Habíamos visto indicios de cómo debía ser el comportamiento del individuo en dicha sociedad: la sumisión del hombre para con las normas imperantes hace desvanecer la figura del individuo, que queda finalmente diluida en el todo social; unidad que debe formarse con un norte fijo en la moral tradicional cristiana, encarnada en la figura de una autoridad fuerte.

El hombre cuyo desarrollo será más noble, va a ser, para cada quien, aquel que piense como él en cuanto a los deberes de los gobernantes y de los súbditos, en tanto que los desventurados que están dotados de puntos de vista distintos son los bárbaros y los salvajes”. Así rezaba una de las frases de Joseph A. de Gobineau (1816-1882), diplomático y filósofo francés, cuyos ideales podrían en gran parte relacionarse con los de de Maistre. 

¿Cómo será la visión de ese hombre de noble desarrollo para con quienes lo rodean? Por un lado, verá al “salvaje” y lo tomará como ejemplo desde la vía negativa, representará para él lo que “no se debe” hacer o ser. Por otro lado, el hombre de noble desarrollo encontrará su par en aquel cuyas igualmente nobles actitudes le ayuden a conformar un cúmulo de costumbres y comportamientos sociales acordes con la moral que en común los guía, lo que a escala de comunidad, y desde el punto de vista histórico, podría interpretarse como “Nación”.

La idea de Nación es la que completa la construcción que la extrema derecha hace de la sociedad. Es el fundamento que la nuclea y rige. El principio de toda soberanía reside en la Nación.

La Nación es para esta visión de las cosas, de forma sintética, la amalgama que une a estos hombres y la que los diferencia de otros. Hace al nacional o ciudadano y lo distingue del humanista (aquel con una visión universalista del hombre) y de los ciudadanos de otras naciones. En palabras del propio de Maistre: “conozco a franceses, a ingleses, a alemanes, no conozco hombres”.

La base de la Nación es el pasado. Maurice Barrès (1862-1923), escritor y político francés, impulsor del movimiento Action Française,consideraba que el pasado es el elemento determinante de la Nación desde lo cultural y lo natural. En lo que a cultura se refiere, Barrès destaca la necesidad de leyendas y una lengua en común, pero dado que estos elementos pueden ser aprendidos, y por tanto no distinguirían del todo a un nacional de otro, destaca el elemento natural por sobre el cultural. 

El determinismo histórico-natural es un tema complejo sobre el que no podemos indagar demasiado aquí por falta de espacio. No obstante, es necesario decir que refiere, para Barrès, a aspectos sanguíneos y físicos. Se trata del conjunto de aspectos biológicos que determinaba la pertenencia de un individuo a un grupo de semejantes: a una raza. En efecto, según los racialistas(1)del siglo XVIII en adelante, la raza determina el que algunos hombres alcancen el estadio racional y otros no. Esta diferencia vital, junto con otras, como la belleza, la fuerza o la inteligencia, eran los puntales sobre los que se basaban los racialistas para fundamentar la superioridad de algunas razas sobre otras. Claro está, que para cada racialista la raza superior era aquella a la que, casualmente, él pertenecía.  

La extrema derecha ha tratado desde siempre, en mayor o menor grado, la temática de la diferencia racial. Es, de hecho, un aspecto fundamental para comprender la dialéctica amigo-enemigo que ideológicamente sostiene esta doctrina.

Del análisis que hemos seguido hasta ahora sobre el individuo, la nación y las diferencias entre los hombres, se da un paso más allá y puede llegar a verse al “salvaje”  como enemigo. El enemigo ha sido siempre una figura recurrente en el discurso de la extrema derecha. 

¿Quién es el enemigo? En esta perspectiva de las cosas, siempre ha sido un grupo humano específico. En la contrarrevolución, fueron los protestantes y jansenistas; posteriormente, los ateos, francmasones y judíos, científicos y demócratas, jacobinos, liberales, idealistas, y una larga lista de etcéteras. Ya para mediados del siglo XIX, el materialismo, el marxismo y los primeros sindicatos y partidos de clase fueron el enemigo por excelencia. En palabras de Isaiah Berlin: para esta lógica, enemigos son “… Todos los que ciegan los ojos del hombre o los que buscan subvertir al poder designado”.  

En definitiva, el enemigo es aquel que atenta contra la idea del pasado que sustenta la idea de Nación. Porque la idea de Nación lo es todo, ya que sin ella reinaría el caos y la anarquía. Defender esta idea vital es incluso condición suficiente para enfrentar violentamente contra cualquier insurrección del enemigo.

Se puede concluir entonces en unas pocas ideas básicas que, resumidamente, nos permiten comprender mejor la psiquis de la extrema derecha: la restauración del antiguo régimen; la recuperación de la organización social que funcionara en un pasado ahora idealizado; el continuismo de ese estadio, y la defensa de ese ideal ante cualquier variación. 

Tras este breve análisis de las bases ideológicas que dan sustento a la extrema derecha, podremos, en un próximo número, acercarnos de lleno a los procesos que han ido formando su doctrina más aquí en el tiempo, en el siglo XX, hasta concluir en la coyuntura actual, con los últimos avances de los partidos que responden a esta ideología en el continente europeo.


(1). El racialismo es una doctrina iniciada en el siglo XVIII. Su objeto de estudio es la diferencia entre los grupos humanos (razas) y cómo esas diferencias se traducen en los aspectos intelectuales, sociales y económicos. Fue sustento de pensamientos y conductas racistas.

 


*Estudiante de la Licenciatura en Estudios Internacionales.
FACS - ORT

Publicado

2011-05-26

Edição

Seção

Política internacional