Keiko Fujimori
Resumo
“El 17 de mayo de 1997 Susana fue captada nuevamente por los flashes, esta vez en el patio de la Universidad de Boston, en Estados Unidos. Su hija Keiko se graduaba como administradora de empresas. La madre estaba feliz y escuchó sin inmutarse cómo su hija faltaba a la verdad en el discurso de recepción del diploma, agradeciendo a su abuelo materno haberle financiado los estudios. Ambas sabían que no era cierto, pero la mentira piadosa había sido pactada para cubrir a Fujimori, que con su sueldo de 2.000 soles al mes, bastante menos de mil dólares, no podía financiar la formación universitaria en el extranjero de sus hijos de la que hacía gala. Era Montesinos quien pagaba desde una cuenta secreta en Panamá, un dato que recién saldría a la superficie cuando cayera el régimen tres años más lejos”.
Juan Gasparini, nacido en Argentina y residente en Ginebra, escribió un apasionante libro en 2002: “Mujeres de dictadores: perfiles de Fidel Castro, Augusto Pinochet, Ferdinand Marcos, Alberto Fujimori, Jorge Rafael Videla y Slobodan Milosevic a través de los retratos de sus mujeres” (Ediciones Península, Barcelona, 2002).
A once años de la caída de Fujimori, el relato de Gasparini cobra vigor ya no solo como registro apasionante de los meandros de los excesos del poder y las relaciones familiares en cada uno de esos casos. Hay, en efecto, retratos fascinantes de las pasiones humanas más ruines que laten en un segundo plano y que acompañan la vida de estos despreciables dictadores.
Es un relato que también viene a ilustrar el terrible contexto humano y familiar que formó a la hoy candidata a presidente Keiko Fujimori, congresista de 35 años, que disputará el 5 de junio frente a Ollanta Humala, de 48 años y ex –militar, el decisivo balotaje presidencial en Perú.
Sobre este proceso, el reciente Premio Nobel de literatura Vargas Llosa, frustrado candidato presidencial del Perú en 1990, que perdió las elecciones justamente con Alberto Fujimori, escribió que la opción de 2011 es entre el cáncer y el sida. No ha sido original: en el proceso electoral de 1969 en Francia, cuando dos candidatos de derecha pasaron al balotaje, el partido comunista de ese país expresó que la opción era entre “la peste y el cólera”. Sin embargo, a pesar de tan dura disyuntiva, Vargas Llosa optó ya por apoyar a Humala, porque acompañar a Fujimori significa, según él, legitimar la peor dictadura de la historia del Perú.
Todo este cuadro de situación refiere a las figuras populistas en el continente. Perú quedó embretado en un escenario terrible en el que las opciones presidenciales terminaron siendo mucho menos democráticas, liberales y republicanas, de lo que exige el camino del avance institucional y la prosperidad colectiva para cualquier país.
En este sentido, es claro que los aportes de Gasparini hacen a lo que los franceses llaman la “petite histoire”, y no son sustanciales en el entendimiento de los largos procesos sociales, electorales y políticos. Pero cierto es también, que la relectura, años más tarde, de esas biografías, satisface cierta curiosidad concreta, y sobre todo, en perspectiva futura para el caso peruano, aterra.
No solamente está el párrafo que citamos al inicio, de la página 224 del libro, que muestra el particular papel de la siniestra figura de Montesinos en la formación de Keiko. A lo largo de todo el capítulo dedicado a la relación del matrimonio Fujimori- Higuchi queda en evidencia el siniestro régimen del terror que marcó los años adolescentes de la joven Keiko.
En particular, vivió en 2000 el relato estremecedor de su madre, Susana Higuchi, quien contó a la prensa de su país las sesiones de tortura a las que había sido sometida a lo largo de los años de disputa con su marido, Alberto Fujimori. “La aplicación de la picana eléctrica, golpes y sesiones de electroshock que llegaron a durar semanas enteras hasta dejarla en coma, segaban la lectura de los títulos de los titulares”. Y agrega Gasparini una declaración de Higuchi de 2000: “no sé si la orden de que me maltrataran vino del propio Fujimori, lo cierto es que siempre han querido silenciarme, he sido amenazada en múltiples oportunidades por el propio Vladimiro Montesinos, porque yo sabía muchas cosas que ahora están saliendo a la luz”.
Keiko, que con menos de 20 años ocupaba un rango de primera dama quitado a su madre, hacia el final de la dictadura pidió sin éxito a su padre que destituyera a Montesinos. Hoy, Alberto Fujimori es uno de los principales estrategas de la campaña presidencial de su hija.
Utilizada junto a sus hermanos como elemento de presión en la disputa de sus padres; sabedora de los excesos en los que incurría el poder (y también de los beneficios que obtenía) de Montesinos, el monje gris de su padre dictador; enterada de las horribles sesiones de tortura que vivió su madre a iniciativa, seguramente, de su padre o de la mano derecha de su padre; estrechamente vinculada con ese pasado al punto de que es su padre quien organiza su campaña presidencial: es claro que la muy joven candidata Keiko ha vivido excepcionales episodios capaces de desestabilizar emocionalmente a cualquiera.
Las encuestas dan, a pocas semanas de los comicios, una paridad muy grande entre Fujimori y Humala, y nadie tiene la certeza de hacerse del triunfo.
Sin embargo, lo cierto, es que, de transformarse Keiko en presidente del Perú, la secuencia de excesos de la dictadura de Fujimori que se fueron conociendo a lo largo de los años 2000, sumada al repaso de la biografías de Gasparini de la pobre Susana Higuchi y sus hijos, pintan un cuadro extremadamente preocupante para la salud democrática de ese país a futuro.
Peste o cólera, o cáncer o sida, definitivamente, sea cual fuere la imagen que se quiera tomar, la decisión ciudadana de convicción republicana y democrática se sentirá, el 5 de junio, lastimosamente agobiada en Perú.
*Francisco Faig es Profesor de Sistema Internacional Contemporáneo
Depto de Estudios Internacionales
FACS- ORT Uruguay
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