El mensaje de los votantes norteamericanos

Autores

  • Lic. Hernán Bonilla

Resumo

El sistema electoral norteamericano prevé que a mitad del período presidencial de cuatro años se realicen elecciones parlamentarias, en las que se renuevan parcialmente las dos cámaras legislativas. Esta elección era una prueba de fuego para el presidente Obama ya que, como ocurre en todos los países del mundo, cada elección es un plebiscito sobre el gobierno, vale decir, buena parte del electorado vota respaldando al gobierno o dándole un voto castigo. Si este es el caso, para Obama el mensaje fue claro; los norteamericanos están desconformes con la marcha del gobierno.

Las elecciones presidenciales de 2008 fueron ganadas con comodidad por los demócratas y en particular por su candidato Barack Obama y su mensaje de cambio. Luego de ocho años de gobierno republicano, encabezado por el presidente Bush, el desgate provocado por la guerra en Irak y las consecuencias de la crisis financiera de 2008 abonaron el terreno para que un candidato demócrata que aparecía como la renovación del sistema político se quedara con el triunfo. Incluso con amplia mayoría en ambas cámaras del Congreso; 256 demócratas contra 179 republicanos en diputados y 57 contra 41 en el senado. En las elecciones parlamentarias de este año, sin embargo, existió un repunte importante de los republicanos y una caída de los demócratas, tan sólo dos años después de que Obama tocara el cielo con las manos. La nueva integración de la cámara baja es ahora de 239 republicanos contra 189 demócratas y en el senado, dónde se renovaban menos bancas, 51 demócratas contra 46 republicanos. ¿Qué fue lo que pasó y qué es lo que puede pasar ahora?

La economía tiene mucho que ver con el resultado electoral. El gobierno de Obama está llevando adelante una reforma del sistema de salud fuertemente estatista que produjo un gran rechazo en un número muy importante de los electores. También los planes activos del gobierno para la reactivación económica, que llegan tarde y mal, así como la persistencia de un alto nivel de desempleo en una economía que no termina de recuperase marcaron el tono del humor de los norteamericanos. Varias encuestas mostraron que muchos votantes decidieron su opción en base al rechazo al rumbo económico del gobierno. 

Por cierto que lo anterior también generó cambios en el Partido Republicano, dónde los candidatos más conservadores, los más opuestos al gobierno, fueron en general los que ganaron las internas en sus estados. Un papel muy relevante jugó el llamado Tea Party, que es más un movimiento social que un partido, y brindó un apoyo crítico al Partido Republicano en estas elecciones. No es fácil definir al Tea Party, pero sin dudas tiene dos características salientes: son tan firmemente liberales en lo económico, cuanto conservadores en temas sociales. De alguna manera los valores que defienden bien pueden rastrarse hasta los mismos orígenes de los Estados Unidos. Esa mezcla de puritanismo, confianza en sí mismo y desconfianza del estado está en el ADN que los padres fundadores le dieron a los Estados Unidos. Esto fue muy bien explotado por el Tea Party que supo canalizar el descontento que las medidas socializantes de Obama despertaban. Senadores como Rand Paul de Kentucky y Marco Rubio de Florida sin dudas marcarán un nuevo estilo republicano, que habrá que ver que tan efectivo resulta en una elección presidencial dónde algunas posiciones pueden resultar excesivamente conservadoras para el electorado nacional.

El principal resultado práctico de la elección es que el gobierno perdió la mayoría en la cámara baja del Congreso y quedó con una mayoría ajustada en la alta, lo que enlentecerá o directamente frenará buena parte de su programa económico. Los republicanos exigirán menos impuestos, menos déficit y bajar el nivel de deuda pública a cambio de votar algunas de las iniciativas de Obama. El debate va a ser difícil, ya que las agendas de los demócratas en el gobierno y los nuevos republicanos en el Congreso son sustancialmente diferentes. Pero es indudable que hay cierta sabiduría en la vieja democracia del norte al quitarle la mayoría parlamentaria a un gobierno cuya acción (al igual que el final de la de Bush) va en contra de los fundamentos que hicieron de los Estados Unidos la primera potencia mundial. Dado el estado de la economía norteamericana un Congreso que actúe como un freno al plan estatizante de Obama y que exija poner orden al actual descontrol de las finanzas públicas es bueno. Para Estados Unidos por cierto, pero también para todo el mundo.



*Licenciado en Economía.
Director Instituto Manuel Oribe
Vice Presidente Fundación Libertad

Publicado

2010-11-25

Edição

Seção

Comercio y economía internacional