Un intento por aclarar el tema de los fundamentalismos
Resumo
Varios son los escenarios en los cuales se llega a discusiones complejas frente a temas álgidos de la vida internacional. No obstante, la toma de posiciones analíticas, con fundamentación objetiva y un soporte argumentativo sólido, normalmente facilita que dichas discusiones queden saldadas de buena manera. Eso es lo que ha venido sucediendo con el tema del fundamentalismo y su asociación reiterada con el mundo islámico y las doctrinas religiosas. Es un argumento que debe sacarse de ese absurdo esquema. En las siguientes líneas se hace extensiva la invitación a dilucidar el tema desde una óptica conceptual.
Hablar de fundamentalismos es hacer referencia, tal como Robert Jensen (2006) lo precisó, a una serie de visiones que lideran inclinaciones en procura de marginar, o en algunos casos eliminar, vías alternativas para entender y organizar el mundo. Además, es preciso entenderle como una forma extrema de arrogancia, un exceso de confianza delirante, no sólo en las creencias sino en la capacidad que tienen los seres humanos para estar por encima del bien y del mal. Tal como Jensen lo usó en su artículo (The Four Fundamentalisms), el fundamentalismo no puede ser asunto exclusivo de líderes religiosos, es también una característica de una cierta aproximación, que descansa sobre miradas del mundo con un conocimiento extremadamente limitado. Por tanto, al interior de las corrientes fundamentalistas no se podría hallar indicios de sabiduría.
Arun Ghosh (1996) elaboró un artículo (Fundamentalism: its roots, rationale and remedy) en el que llamó la atención sobre las que considera posibles causas del fenómeno fundamentalista. En primer lugar atribuyó la existencia del mismo a la extensa pobreza e ignorancia que se asocia a ella, donde el fundamentalismo ofrece un escape de la realidad, abriendo supuestas grandes opciones para acceder a una vida mejor en el futuro. Posteriormente señaló que otra causa importante podría ser la profunda repulsión a la imperdonable inequidad que imponen las clases sociales. En esta segunda causa precisó que el fundamentalismo ha sido predicado con fuerza con el fin de perpetuar la explotación, pues el proselitismo forzado se convirtió en la constante de corrientes religiosas como el cristianismo y el Islam, las cuales establecieron la jerarquización social como componente necesario al funcionamiento institucional. En esta línea, el autor aclara que en la actualidad éste es generado por un materialismo erróneo donde unos pocos ejercen explotación sobre gran parte de la sociedad.
De los estudios de Ghosh y Jensen, además de los de otros inquietos por el tema, se desprende algo que es definitivo. Es cierto que el fundamentalismo está ligado al ámbito religioso y doctrinario. Sin embargo, hacer referencia al fenómeno es hablar de un abanico de opciones que, necesariamente, debe diversificarse de la excluyente mirada religiosa que tradicionalmente se hace del tema. Marty (1993) plantea en un artículo de la Academia Americana de Artes y Ciencias (Explaining the rise of fundamentalism), que existe un perjuicio en el estudio académico del mismo, cuando se cree que es algo de la antigüedad que está destinado a declinar en cuanto la gente se vuelve iluminada, razonable y científica; pero la realidad muestra algo diferente. Cada vez existen más grupos fundamentalistas (algunos vinculados con el delicado tema del terrorismo) que surgen al norte de África, en el Medio Oriente, regiones de lo que anteriormente se denominó la esfera soviética, y otras repúblicas de Asia Central, además del subcontinente asiático, tales como Malasia e Indonesia. En estas regiones, la diversidad de líderes (religiosos o no) se remontan a unos presuntos fundamentos para potenciar su resistencia en contra de fuerzas externas que pueden debilitar las que consideran sus verdades únicas.
En ese orden de ideas, resulta factible hablar de nuevos fundamentalismos para la contemporaneidad. Jensen (2006) se refiere a cuatro de ellos; aclarando que no todos suponen el mismo peligro al desarrollo sostenible de las sociedades. Su división identifica el religioso, el nacional (nacionalismo), el económico y el tecnológico. Los soporta con explicaciones que no se alejan de las características tradicionales y que pueden retomarse para ampliar su mirada.
El fundamentalismo religioso descansa sobre la posibilidad de una verdad absoluta. Acudiendo a la reacción contra la marginalización de la religión en un mundo cada vez más secular, rechaza la modernidad y trabaja en el regreso a un orden mítico a través del énfasis en el carácter absoluto y único de su fuente de revelación. A ello se suma que las actuaciones de los fundamentalistas religiosos están fundadas sobre lo que puede ser considerado un maniqueísmo de tipo moral; dado que sus afiliados logran considerarse protagonistas de un conflicto de naturaleza universal y consideran todas sus actuaciones y las de los demás bajo su sombra, logrando satanizar a quienes no se logran inscribir en sus propuestas. Su lenguaje los lleva a pensarse dentro de la división de los “nuestros” frente a los “otros”. Si bien se ha considerado un fundamentalismo peligroso y radical, Jensen llama la atención cuando señala que este tipo de fundamentalismo no es necesariamente el más amenazante en el mundo actual.
El fundamentalismo nacionalista es de alto riesgo. La historia está plagada de ejemplos en los cuales hubo líderes que intentaron llevar adelante procesos expansionistas, bajo premisas de naciones únicas y razas superiores a las demás. Actualmente se vive bajo hipótesis y postulados que insisten en el fenómeno de la occidentalización. Las desgastantes empresas bélicas desarrolladas en lugares como Afganistán e Irak, el empuje de revoluciones socialistas adelantadas en América Latina y el liderazgo que incluso hoy insiste en proponer Estados Unidos de América, a pesar del desgaste del Destino Manifiesto, pueden ser comprendidos como movimientos que apuntan al desarrollo de tendencias fundamentalistas diferentes a las que normalmente se evidencian desde la religión.
Aunque Jensen hizo referencia al fundamentalismo económico o de mercado (trayendo a colación las explicaciones de George Soros e incluso de Joseph Stiglitz), las condiciones actuales del mundo obligaron a debilitar su propuesta, dado que ante la recesión y posterior crisis económica y financiera de 2008, la mayor parte de los Estados del mundo se vio forzada a implementar medidas para regular la libertad de los mercados. No obstante, la categorización de un fundamentalismo de mercado había venido descansando sobre la reiterada prueba de fe en una “mano Invisible” que se encargaba de regular las relaciones económicas, la ausencia del principal actor de las relaciones internacionales de la escena económica (el Estado) y la hipótesis de que el crecimiento económico facilitaría el desarrollo de las naciones y haría autónomas a las sociedades. Esa fue una verdad absoluta que se diluyó por completo.
Para finalizar, queda el reto (quizá para un próximo escrito) de ahondar en lo que Jensen denominó fundamentalismo tecnológico. Las nuevas tecnologías son cada vez las nuevas verdades. La generación del BlackBerry no entiende la vida sin tener el aparatico en sus manos. Los fundamentalistas tecnológicos han dado una mirada definitiva al mundo, pues, éste se ha dividido en dos, quienes saben de ello, y quienes no.
Reconocer un grado de ignorancia básico no significa revelar un grado de estupidez; al contrario, esto debería traducirse en un interesante grado de inteligencia que permita reconocer que se tiene la obligación de actuar sobre bases fundamentales, pero también sobre lo que no se conoce. Como precisa el mismo Jensen, “el antídoto para el fundamentalismo es la humildad”, el reconocimiento de lo preciso y limitado que resulta el conocimiento que se posee sobre lo que nos rodea.
Profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad EAFIT.
Actualmente hace parte del grupo de investigación en Estudios Internacionales de la misma universidad y se dedica a temas de política exterior y relaciones internacionales latinoamericanas.
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