ARTE Y VERDAD

Autores

  • Prof. Agustin Courtoisie

Resumo

La crisis de la noción de “realidad” y la dificultad posmoderna de entender qué significa la palabra “verdad”, parecen secretamente emparentadas con  la extrañeza que provocan algunas propuestas estéticas. Por lo menos así lo sugieren dos recortes periodísticos que encuentro, en agosto de de 2010, entre mis papeles de marzo de 2005. En esa época yo recién culminaba mi ciclo a cargo de la Dirección Nacional de Cultura del MEC y todavía reunía mis cosas por temas y urgencia, en prolijas carpetas o cajas de plástico.

Junto a los recortes, descubro unas breves reflexiones, impresas por computadora. El texto tenía el diseño de una columna. Por lo visto pensaba publicarlo. Hasta el día de hoy permaneció inédito y quiero “socializarlo”, como gustan decir algunos intelectuales amigos. Así que lo reproduzco a continuación con escasas variantes y sin comillas, porque me pertenece.

Ninguna de las dos informaciones se consideró gran cosa en su momento, y mucho menos se analizó qué podían involucrar realmente.  Una refería a la guerra de Irak y la otra a las audacias de la artista plástica argentina Nicola Costantino.

Veamos la primera historia. Benjamin Vanderford, un joven norteamericano de 22 años, confesó en 2004 haber realizado un video simulando su ejecución en Irak. Las imágenes trucadas, que mostraban la decapitación del joven a cargo de un comando islámico, habían circulado por Internet y dado la vuelta al mundo. La ayuda de un amigo, sangre falsa, sonidos especiales e imágenes de cuerpos mutilados obtenidas en la Web, construyeron la “noticia” que fue puesta en el aire por las cadenas Al-Jazeera y Al-Arabiya.

 Segín informó el diario La Nación (8/agosto/2004), Vanderford declaró tras ser desenmascarado: “Hice esto por un par de razones:  una es llamar la atención, pero también para hacer una declaración sobre este tipo de videos, que fácilmente pueden ser falsificados”.

El episodio de Vanderford parece dejar en entredicho la propia noción de “verdad”. Porque cada vez que leemos nuestra prensa favorita, o miramos la TV, realizamos actos de credulidad similares al de los  espectadores del “documental” de Vanderford, pero a diferencia de lo ocurrido en esta ocasión, la mayor parte de las veces no llegamos a conocer los desmentidos. Ni estamos muy dispuestos a imaginarlos, porque dudar mucho no tiene buena prensa. Lo que sí parece estar muy de moda es autoproclamarse descreído, para contradecirse luego alegremente manifestando férreas convicciones sobre cualquier tópico. Entretanto, quizás consumimos todos los días “evidencias” como la pergeñada por Vanderford, sin darnos cuenta.

La segunda noticia refiere a las creaciones de Nicola Costantino (1964, Rosario), una de las artistas plásticas argentinas que por lo menos hasta hace unos años recibía más invitaciones de galerías y bienales del exterior.

En 1998, expuso un conjunto de esferas pulidas, las “Chancho-bolas”, que parecían encerrar en su interior  el testimonio  de alguna muerte violenta. En la superficie podían identificarse, aunque algo deformadas, colas, orejas, pezuñas, trompas y otras partes provenientes de cadáveres de cerdos.Para su instalación “Limbo de nonatos”,  utilizó calcos en poliéster  de nonatos de terneros y potrillos. Colocados en ciertas posiciones, los animales parecían cobrar vida, con las bocas y los ojos abiertos.

El comentario de Jorge López Anaya –también publicado en La Nación y en la misma fecha que la nota sobre Vanderford–,  agregaba algo más inquietante todavía: “En 2003 la artista se sometió a una lipo-aspiración; su propósito era utilizar la grasa eliminada en la elaboración de refinados jabones de tocador: El‘Savon de corps’ que finalmente produjo, está integrado por un 3% de esencia de Nicola, 20% de aceite de coco y otroselementos.  Su forma es la de un torso femenino de suaves curvas,  huele a leche con caramelo y está presentado sobre una jabonera diseñada por la artista”.

En la exhibición  de su obra de arte –el jabón de tocador–, se incluyó un anuncio con la fotografía de Nicola en la posición típica de una modelo, en una piscina, las piernas sumergidas en el agua, ropa transparente, y la sugestiva –e incómoda– invitación: “Prends ton bain avec moi”.

Cuando se comenta a cualquier conocido el episodio del video trucado de Vanderford, la respuesta pone en evidencia que la gente  suele olvidar la epistemología aprendida en el liceo o, con suerte, en la facultad. Nadie parece retener nociones firmes acerca de qué criterios deben tomarse en cuenta para reputar algo como “verdad” y mucho menos como “realidad” –y qué prudencias razonables habría que extraer para el futuro–. Lo único que atinan a decir algunos es: “no es nada extraño, los medios siempre nos manipulan”.  

Y cuando se pide opinión sobre el jabón hecho con grasa de la propia artista Nicola Costantino, la frase más frecuente que he escuchado es: “bueno, sobre gustos no hay nada escrito”. En una palabra, decepcionante.

Mientras la búsqueda rigurosa de la verdad y el deslinde inteligente entre una experiencia estética y otra que podría no serlo, constituyan la preocupación de unos pocos, no cabe augurarle mejor suerte a la discusión racional sobre los fundamentos y las distintas perspectivas de la ética.

Esa discusión bien podría nutrirse  todos los días con las malas noticias de los medios masivos de comunicación.

 

*Profesor de Cultura y sociedad contemporánea.
Depto de Estudios Internacionales
FACS – ORT Uruguay

Post-scriptum

Mi ancho de banda estético se expandió mucho, antes o después de escribir esas notas reflexivas, gracias a las conversaciones generosas con personalidades de las artes plásticas como Patricia Bentancur y Cecilia Vignolo. No soy tan conservador en cuestiones de arte como podría sugerir el artículo precedente.

En cuanto al área filosófica del problema del conocimiento y del “mundo exterior”, pocos como el periodista y ensayista uruguayo Jorge Barreiro han formulado con tanta elegancia ideas como las que siguen: la palabra “verdad” no necesariamente apunta a algo absoluto, se debe estar abierto dinámicamente a la refutación de nuestras creencias y nada de eso quiere decir que no se pueda distinguir entre lo falso y lo verdadero, o que cualquier afirmación valga lo mismo –ver, por ejemplo,  el artículo “Pensar o adherir” de su estupendo blog “Dudas razonables”–.

Publicado

2010-08-26

Edição

Seção

Culturales