NUEVA TELENOVELA TROPICAL Y VAN…
Resumo
Como era previsible, la Cumbre de los cancilleres de UNASUR reunida la semana pasada en Quito, Ecuador, no llegó a conclusión alguna. El tema a tratarse, a solicitud de Venezuela, era la denuncia hecha por Colombia días antes en la OEA (aparentemente acompañada de pruebas contundentes), de supuestos campamentos y 1.500 ”guerrilleros” de las FARC instalados libremente y operando en territorio venezolano. La reunión preparó un texto de consenso para elevar a los Presidentes y, a último momento, el canciller de Venezuela, entendió que ese texto no debía ser un texto oficial de la conferencia con lo cual dio por tierra con cualquier posibilidad de avance hacia, o de concreción de, algún resultado palpable.
Sobre este asunto sería tiempo que la opinión pública terminase de ”desayunarse” de una buena vez. En la neo-populista América Latina en la que (con honrosas excepciones) vivimos, la tendencia que rige el manejo de las relaciones internacionales es: crea problemas, no soluciones y, cuando logres crearlos, complícalos afín de crear una nueva organización internacional que se encargue de gerenciar la complicación y permita la amplificación del conflicto.
Esta tendencia está alimentada por diversos afluentes que convergen hacia el primado de la retórica populista, hacia el verbalismo arrogante y hacia la más ostensible y cuidadosamente buscada de las inoperancias. Por un lado la voracidad presidencial por figurar en los medios torna difícil todo tratamiento diplomático serio de los temas eventualmente sustantivos. La diplomacia ”presidencial” prima. Por otra parte, en ámbitos totalmente improvisados como el ALBA o como la UNASUR, esta segunda orientada por una Secretaría en manos de Néstor Kirchner cuya preocupación fundamental oscila entre el engorde de sus cuentas bancarias y el control político de la provincia de Buenos Aires (para poder seguir alimentando cuentas bancarias), los temas serios de política internacional latinoamericana tienen muy escasas chances de avanzar.
El conflicto entre Colombia y Venezuela en torno a la cuestión de la protección que éste último país (así como el Ecuador) le ofrece a las FARC ya va por su enésima crisis. El Ecuador rompió relaciones con Colombia el 8 de marzo del 2008, Venezuela acaba de hacerlo nuevamente entre improperios y amenazas de Chávez. Pero hasta ahora, toda esta mezcla de amenazas, declaraciones, insultos y demás ejercicios sólo han terminado en shows mediáticos que nunca lograron decir las cosas por su nombre ni hacer avanzar o solucionar la cuestión.
En primer lugar, hace décadas que las llamadas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) dejaron de ser un grupo guerrillero con algún contenido ideológico ”revolucionario”. Son esencialmente una organización narco-terrorista cuyas primeras ramificaciones, según algunas fuentes, ya empiezan a hacer presentes en México ya que este país, a pesar de los ingentes esfuerzos gubernamentales, se ha transformado en privilegiada plataforma continental de acción de la delincuencia organizada.
Sin embargo, las FARC continúan comportándose frente a la comunidad internacional como si fuesen un interlocutor válido y legítimo. Tan es así que, con fecha 30 de julio, esta organización acaba de hacer llegar, vía un blog en Internet cercano a su dirección, una oferta de negociación, dirigida al futuro gobierno del Presidente Santos que asumirá en los próximos días. En su propuesta propone discutir, nada más ni nada menos, que la presencia de bases norteamericanas en dicho país. No es posible aún opinar seriamente sobre como debería Santos recibir esta oferta, pero es de presumir que el futuro Presidente conoce perfectamente el perfil de estos ”guerrilleros”. Sobretodo si recordamos que, al mismo tiempo, con horas de diferencia, 5 policías y un soldado colombiano fueron asesinados en el sur del país por las FARC. Durante el fin de semana, además, hubo nuevas bajas cuyo número exacto no nos ha sido posible establecer.
En segundo lugar, resulta particularmente sorprendente que el Presidente Chávez sólo hable de guerra, movilización de su ejército, defensa de supuestas violaciones de soberanía, insulte rutinariamente al Presidente colombiano y nada responda sobre las acusaciones que Colombia ha hecho en la OEA. Aunque en tono infinitamente más moderado, también el Presidente Uribe, su gobierno y las FF.AA. de Colombia declaran día por medio a propósito del conflicto.
Dada la tirantez existente y la fluidez de una situación permanentemente modificada por declaraciones que se suceden y/o superponen vertiginosamente, no es difícil llegar a una conclusión cada vez más evidente. A todos los actores (quizás con la excepción de Santos), las FARC, Chávez, Correa y Uribe les interesa cultivar la táctica de la tensión y exacerbar el conflicto.
Es como en cualquier telenovela: si las cosas comienzan a transcurrir hacia alguna forma de solución razonable el melodrama pierde en intensidad y, por ende, el “rating” y la audiencia se evaporan. La única diferencia es que, en este juego, están de por medio muchas vidas y el bienestar de la población de estos países. Alguien tiene que darse cuenta.
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