China- América y el eje transpacífico III: el caso de Brasil

Autores

  • Alvaro Artigas

Resumo

El segundo mandato del presidente Luiz Ignacio da Silva se caracterizó por un delineamiento de directivas de crecimiento acelerado, como resultado de niveles de crecimiento económico sin precedentes en la historia brasilera. Las ambiciones de desarrollo económico fueron entonces plasmadas en el programa en los programas PAC I y PAC II -o Programa de Crecimento Acelerado en portugués- que delinearon un conjunto de áreas de intervención del Estado en la economía brasilera y priorizaron un número delimitado de sectores calificados entonces por el gobierno de estratégicos. 

Este viraje significativo se basó menos en una evaluación optimista cercana a la que existió en los años del milagro brasilero, y más en un diagnostico acertado de las importantes transformaciones en curso en el nivel internacional. 

El debilitamiento de las instancias multilaterales que pudieron prosperar al final de la guerra fría, ha ido progresivamente dejando lugar a nuevas iniciativas que con el paso de los años se han ido consolidando como nuevos ejes de una globalización más equilibrada entre países industrializados y emergentes. A este proceso eminentemente político, se ha agregado la competencia cada vez más palpable entre países industrializados y emergentes.

Brasil- China en el nuevo orden internacional


El acercamiento entre Brasil y China opera en este contexto de reorganizaciones geopolíticas y de objetivos comunes en el ámbito mundial. Entre los fundamentos estrictamente políticos de esta colaboración, encontramos una coincidencia en materia geopolítica orientada más hacia una oposición al orden establecido que hacia un proyecto común capaz de proponer un nuevo orden mundial. 

La vocación multilateral de ambos países ha quedado plasmada en un deseo de evolución de las organizaciones internacionales de la pos-guerra hacia instituciones más representativas y respetuosas de la soberanía de la política exterior de los países emergentes. Estos objetivos han resultado en una supeditación a un plano secundario de las instancias tradicionales de diálogo a nivel internacional, y en la creación de otras nuevas más acordes con los intereses de ambos países y de otros Estados con una agenda similar. 

Las participaciones activas en el G20, en el foro del BRIC o de los BIICS han puesto en evidencia estas sinergias: de la misma manera que China alienta las ambiciones diplomáticas brasileras en el plano internacional, el acercamiento de Brasilia con Beijing ha permitido a China ganar respetabilidad y legitimidad como país emergente. 

En este sentido, la expedición brasilera a Teherán a principios del 2010, por ejemplo, contó con el apoyo formal de las autoridades china y permitió así a Itamaraty expandir su influencia hacia áreas y temas inhóspitos hasta esa fecha. De forma análoga, el acercamiento de Brasil a China ha permitido a esta última mejorar su imagen en el continente sudamericano y ganar aliados entre los países emergentes, redituando así un nuevo eje de países no-alineados en el más puro estilo de la conferencia de Bandung en 1956. 

Brasil- China en la nueva economía global


El impacto de estas buenas relaciones diplomáticas ha contribuido de manera decisiva a la integración económica entre Brasil y China en los últimos 10 años. 

No sólo el monto del comercio  global  resulta impresionante. También lo es la evolución de las formas de intervención de China en la economía brasilera, desde una estrategia de simple adquisición de materias primas hacia el desarrollo de una alianza comercial en sectores claves de la economía.  

Así las cosas, la atribución de créditos -muy necesarios en la óptica de la política de desarrollo brasilera- ha sido acompañada en una menor medida por inversiones y promoción de proyectos de infraestructura vitales para la extracción y transformación de las materias primas estratégicas de las cuales depende la industria china. 

Por otra parte, las agendas comerciales brasileras y chinas coinciden en su oposición a una mayor regulación del comercio mundial en áreas como la propiedad intelectual pero también relativa a nuevos capítulos en el área laboral o del medio-ambiente.  

No cabe duda que el acercamiento entre estos dos gigantes emergentes ha beneficiado de un período auspicioso para la constitución de ejes transversales, a la vez que ha sido facilitado por un grado de complementariedad más importante que en el caso de países como México, que también poseen un tejido industrial similar. 

Sin embargo, este contexto extremadamente favorable puede variar en el corto plazo como resultado de agendas de desarrollo más complejas y menos compatibles. 

En efecto, ya se avistan signos de conflicto entre Brasilia y Beijing, en la medida en que el gigante asiático se ha lanzado en los últimos años en una política activa de control de las materias primas por una adquisición de empresas a nivel global, afín de controlar el precio de importación. La siderurgia brasilera y las empresas productoras de metal de hierro como la compañía Vale do Rio Doce han sido ejemplos de estas presiones, que auguran réplicas en otros sectores de la economía. 

Las reticencias brasileras se justifican en la medida en que el control de los mercados por China pondría en jaque un eje de las políticas de crecimiento. Se han traducido en una acumulación de tensiones que han enfriado el entusiasta apoyo que otrora pudo brindar Brasil a China en diversos foros internacionales. 

Las inquietudes de Brasilia también se han manifestado en otros ámbitos de la economía, en la medida en que China ha logrado desarrollar sectores industriales que podrían competir en pocos años en los mismos segmentos que empresas brasileras de punta, como por ejemplo el constructor aeronáutico Embraer. El pujante impulso del Estado chino a las industrias automotrices locales no augura nada bueno para una industria brasilera (y por añadidura del Mercosur) que no ha sabido subir en especialización, y que no dispone de los formidables recursos institucionales y económicos a disposición de las empresas chinas. 

¿Desencuentros a futuro?


Pero es quizá a un nivel cognitivo y eminentemente político que los desencuentros pueden llegar a ser los más importantes, en la medida en que la aceleración de la economía china conduce a un cambio de escala que solo puede efectuarse en detrimento del eje emergente tan deseado por Brasilia. 

A pesar de que la no injerencia en asuntos de países terceros es un principio cardinal de la política exterior china, la agenda exterior de Beijing, que ha sido relativamente limitada en materia de demandas locales, podría cambiar rápidamente para procurar garantías y aperturas de mercados más importantes a los productos made in China

De forma análoga, la agenda exterior brasilera se ha caracterizado por un comportamiento errático en los últimos años, que ha conducido a privilegiar un eje transversal con otros gigantes emergentes, en detrimento de las relaciones con Estados Unidos y Europa, pero también con otros países de América Latina. Esta apuesta arriesgada ha favorecido la creación de alianzas entre otros países de la región y las potencias tradicionales del globo -como ya lo prefiguró el TLC de Estados Unidos con Perú-, lo que redunda en una pérdida de influencia regional para Brasil.  En este escenario, Brasil podría estar tentado de realinear su base regional, lo que combinado a la aparición de nubarrones anotados en el firmamento asiático, terminaría comprometiendo seriamente las relaciones bilaterales desde la perspectiva de potencias mundiales emergentes.

 

*Doctor en Ciencia Política del Instituto de Estudios Políticos de Paris. 
Master en Política Comparada en Sciences-Po Paris y 
Master en Estudios Post-soviéticos del Programa IMARS (European University of Saint-Petersbourg/Berkeley). 
Actualmente es maestro de conferencias de la 
Universidad Americana-IES Paris y Sciences-Po Paris

Publicado

2010-07-22

Edição

Seção

Política internacional