Reseña: Francis Fukuyama - “La construcción del Estado”
Resumo
Pocos autores provocan tanto rechazo como Fukuyama, quien desarrollara, en “El fin de la Historia y el último hombre”, un retorno al cielo idealista de la dialéctica hegeliana que Marx había “bajado a tierra” 150 años antes en su clásico “La ideología alemana”. La malinterpretación de lo sugerido en dicho libro (una suerte de triunfo del liberalismo sobre el fascismo primero y el marxismo después), sumado a un prematuro apoyo a la intervención en Irak (del cual posteriormente se arrepentiría), hizo de Fukuyama un pensador no muy apreciado en el mundo, si bien en su natal EE.UU. sigue siendo un académico de referencia. En sus obras posteriores a “El fin de la Historia”, encontramos a un autor ecléctico, que desarrolla temas que van desde el apoyo o la crítica al neoconservadurismo hasta la biotecnología y la bioética.
En “La Construcción del Estado”, Fukuyama desarrolla un planteo interesante: muchos Estados del mundo subdesarrollado no cuentan con los elementos institucionales necesarios para luchar contra problemas estructurales como la pobreza, la enfermedad, el terrorismo o el narcotráfico, por más avances que logren macroeconómicamente o por más ayuda internacional que reciban. La existencia de estos “Estados débiles” o “fracasados” condiciona a todo el mundo, en el sentido que sus problemas traspasan las permeables fronteras de un mundo globalizado. La responsabilidad del mundo desarrollado surge en el sentido de la exportación/imposición de determinados modelos que funcionarían –y funcionan- en lo que Fukuyama entiende por Estados bien construidos, pero que fracasan en aquéllos donde la institucionalidad –entendida como factor determinante en eficacia y eficiencia- se desvanece.
En lo que podría considerarse una suerte de autocrítica, el pensador hace referencia al Consenso de Washington: la reducción del Estado en determinado sentido (liberalización económica) no fue acompañado por un necesario fortalecimiento del mismo en otro aspecto (calidad institucional), lo que provocó situaciones en algunos casos peores que las originales.
Es importante remarcar que Fukuyama no hace un juicio en cuanto al “tamaño” del Estado en el sentido clásico. Menciona dicha categoría (lo que llama “Alcance”: las diferentes funciones y objetivos que asumen los gobiernos), pero a la vez introduce el concepto de “Fuerza”, es decir, la capacidad para programar y elaborar políticas y aplicar las leyes con rigor y transparencia. Como buen liberal, es en la Fuerza y no en el Alcance donde Fukuyama hace especial hincapié para el desarrollo. El peor de los casos posibles sería el de un Estado con mucho “alcance” y poca “fuerza” donde, según su análisis, se encuentran un gran número de países.
La aplicación de este marco teórico a la realidad contemporánea es bastante interesante, e incluye casos particulares: Nueva Zelanda reduce el “alcance” pero aumenta su “fuerza”; Rusia se ve reducida en las dos categorías desde la caída de la URSS, etc. Es de agradecer también que el análisis incluya factores culturales, a menudo olvidados por la política comparada. No obstante, Fukuyama no cree que los mismos sean un obstáculo insalvable para lo que se propone a continuación.
Tras analizar el “problema”, Fukuyama esboza una salida al mismo, la cual debería ser la principal “meta” de la política internacional y que pasa por dos elementos. Primero, el desarrollo de una teoría organizacional que sea aceptable en distintos contextos. Esta parte del libro es sin lugar a dudas la más compleja, dado que el autor se encarga de citar alrededor de una centena de trabajos al respecto, muchas veces sin molestarse en aclarar de qué versan. Segundo, la necesidad de que la comunidad internacional se encargue de repartir este know-how a los ya mencionados Estados Fracasados.
En ambos casos el autor es optimista: “Si hay una ciencia, un arte o una techné para la construcción del Estado, ésta logrará todos estos objetivos simultáneamente (gobernanza, legitimidad democrática, instituciones autosostenibles) y tendrá una demanda extraordinaria”.
Más allá de los cambios de ritmo (que van de lo accesible “a todo público” hasta lo más denso en cuanto a teoría organizacional) el libro se deja leer y, lo que es más importante, sin la necesidad de “descubrir” nada extraordinariamente nuevo, deja una interesante variedad de propuestas y recomendaciones en cuanto a diseño institucional.
Francis Fukuyama. “La construcción del Estado: Hacia un nuevo orden mundial en el siglo XXI”. Ediciones B. Buenos Aires, 2004.
* Estudiante de la Licenciatura en Estudios Internacionales.
FACS - ORT- Uruguay.
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