Organismos internacionales: mística versus burocracia
Resumo
Cuando ingresé a la FAO de las Naciones Unidas en 1969 junto con otros jóvenes de variadas nacionalidades a quienes nos unía el air du temps del “68” nuestro propósito era cambiar el mundo. Lo significativo no era tanto la intención, sino que estábamos convencidos que lo lograríamos.
El año pasado, casi 40 años más tarde, me tocó en suerte representar a Uruguay Transparente en la XIII IACC (Conferencia Internacional Anti Corrupción) que se realizó en Atenas auspiciada por TI (Transparency International). Allí tuve la oportunidad de escuchar a un número importante de jóvenes provenientes de lugares conflictivos como Bosnia Herzegovina, Colombia o Nigeria relatar sus dramáticas experiencias en la lucha anti corrupción en sus respectivos países. Los muchachos y muchachas que hablaban eran sobrevivientes de experiencias muy traumáticas donde sus compañero/as habían perdido la vida. Ellos también estaban comprometidos en cambiar el mundo, y con admirable valentía.
Al terminar la conferencia un grupo de representantes de países asistimos a un taller de trabajo donde se nos explicó los requisitos que había que cumplir para ser beneficiario de un importante proyecto anticorrupción que TI estaba lanzando en varios países, incluido Uruguay. Como se trataba de Fondos provenientes de una sola fuente ( un país europeo) y la institución ejecutora era nada menos que TI cuyo propósito fundamental era fomentar la Transparencia, los requisitos de presentación de informes sustantivos y contables (auditados) en tiempo y forma era esencial. A tales propósitos, el donante exigía un complejo calendario de informes de progreso y nosotros, los receptores de los fondos, debíamos naturalmente cumplir.
Confieso que, sentado entre jóvenes cuya edad promedio era poco más que la mitad de la mía, sentí una profunda desazón a medida que se nos explicaba con dedicación, con todo detalle y con la mejor buena voluntad la absoluta importancia de una pormenorizada rendición de cuentas sobre cada centésimo que pronto comenzaríamos a recibir en cuotas trimestrales siempre y cuando, naturalmente, en el trimestre anterior se hubieran cumplido todos los requisitos exigidos. Los formularios de documento de proyecto, de informe de progreso, de evaluación, de informe contable etc. habían sido minuciosamente diseñados para el proyecto y resultaba imprescindible aprenderse y cumplir el modelo de gestión propuesto. Los instructores recalcaban la importancia de comprometernos a ejecutar este proyecto en forma absolutamente profesional.
Todo lo que escuché era inobjetable. El donante de fondos tiene todo el derecho a saber, con el grado de detalle que a él le plazca, el uso que se hace de tal donación. Pero a medida que avanzaba la exposición me iba invadiendo la certeza que:
- Sería un milagro que un joven militante anticorrupción dispuesto a sacrificar su vida estuviera captando el mensaje que se le intentaba transmitir.
- Que sin duda haría un esfuerzo por rellenar todos los formularios y cerrar las cuentas pero que probablemente fracasaría en el intento y se frustraría.
- Si lograba preparar todo el papeleo en tiempo y forma para que él y sus compañeros de trabajo pudieran seguir recibiendo las cuotas de financiamiento correspondientes, y lo repetía exitosamente cada tres meses, año tras año, al cabo de pocos años habríamos perdido al valioso militante anticorrupción.
Acudía a mi mente una investigación realizada en la ciudad de El Alto en Bolivia que había recibido la asistencia de numerosas agencias internacionales para solucionar el problema de acceso a agua potable. Se habían gastado decenas de millones de dólares en un período de unos diez años. Los investigadores estaban en condiciones de dar cuenta de los nombres de los técnicos nacionales y extranjeros contratados y los respectivos montos, los equipos comprados, las misiones de alto nivel que habían llegado, las fechas, los hoteles en los que se hospedaron los dignatarios , los informes que escribieron y los gastos incurridos en viáticos y en viajes internacionales y locales. Lo que la investigación no lograba explicar era por qué el porcentaje de pobladores sin acceso a agua potable había permanecido casi igual en ese período de diez años.
No puede caber duda ninguna sobre la necesidad de dar cuenta de lo gastado en forma clara y transparente y de proveer documentación que acredite el gasto. El “accountability” está de moda y eso está muy bien. Lo que queda por aclarar es cual es la “accountability” mas importante: ¿Los detalles de cómo se gastó uno el dinero o el impacto que se obtuvo? Obviamente la respuesta correcta es “ambas son importantes”. Lo lamentable es que la exigencia del donante (que a su vez tiene sus propias exigencias internas de rendición de cuentas a sus contribuyentes) vuelca inexorablemente la balanza a favor de “cómo se gasta el dinero”. En el proceso los jóvenes militantes dispuestos a dar su vida por cambiar el mundo no sólo se van gradualmente transformando ellos mismos, sino que también transforman a aquellos que emplean y de quienes exigen cuentas.
Una vez que el “trabajo” representa gastos (contratos, equipos, oficinas etc.) el dinero se convierte en el elemento principal para llevar adelante el “trabajo”. Se genera así una dinámica que succiona el tiempo, la capacidad laboral, la creatividad y el empeño del militante y lo va convirtiendo , con el tiempo, en un hábil procurador de recursos financieros. Eso de por sí no es malo. Lo inconveniente es que son pocos los que logran adquirir estas nuevas capacidades y mantener el espíritu combativo para lograr el cambio real que los proyectos desean producir. Pero como los trámites y formularios completos son necesarios y hay que hacerlos de todas maneras, si el militante no cumple con las exigencias , se recluta a otro que sí cumpla. Con el tiempo la cadena gerencial de estos proyectos se va llenando de gente dispuesta a cumplir tareas burocráticas y menos dispuesta a enfrentar con compromiso personal y con valentía los grandes problemas de la humanidad y del desarrollo.
Planteé mis inquietudes, culminado el taller, a los Directivos de esta joven, valiosa y combativa organización internacional que es TI y me agradecieron el aviso. Aprovecharon la ocasión para cuestionarme sobre la falta de compromiso y de militancia que ellos percibían en al menos algunas agencias del Sistema de las Naciones Unidas. La afanosa búsqueda del indispensable dinero para cubrir los costos de operación , las condiciones y requisitos que ponen los donantes, la comodidad relativa del trabajo administrativo - todo ello conspira para que la mística de los funcionarios y militantes (jóvenes o no) termine por diluirse en los laberintos de la burocracia. De ese modo se mata el nervio del organismo internacional y se puede llegar a perder su objetivo esencial y su razón de ser. Es algo que quienes financian estos organismos, sin renunciar a sus exigencias de “accountability”, no deben perder de vista.
Ex - Consultor de ONU...
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