América Latina ya no sufre por la Doctrina Monroe

Autores

  • Luis Fernando Vargas-Alzate

Resumo

En días pasados fui invitado a una serie de presentaciones que se desarrollaron en el marco del Primer Congreso de la Red Colombiana de Relaciones Internacionales (REDINTERCOL) en la ciudad de Barranquilla, Costa Atlántica colombiana, y tuve la fortuna de compartir importantes momentos con el reconocido profesor austriaco Gerhard Drekonja-Kornat.   A su vez, participé de su disertación sobre lo que él ha denominado el final de la Doctrina Monroe en América Latina.  Precisamente sobre esos aspectos deseo referirme en las líneas posteriores, procurando dejar plasmado lo que tiene relación con esa nueva América Latina de la que se sigue hablando en diversos círculos, tanto académicos como políticos.

El profesor Drekonja se preguntó si efectivamente hoy ya se habla de la muerte de la doctrina que James Monroe dejó expuesta ante el Congreso de los Estados Unidos aquel inolvidable 2 de diciembre de 1823.  Sus planteamientos confirmaron una personal creencia de que así es.  Ahondemos en algunos detalles que hoy precisan el final de la influencia e intervención directa de Washington en la región.

Lo primero sería retomar algunas de las causas por las cuales se ha presentado un replanteamiento de la política en América Latina.  Tal como en diversas ocasiones se ha expuesto en espacios tanto académicos como políticos, el neoliberalismo se agotó y no logró satisfacer las necesidades de los más débiles en la región. Los formatos tradicionales de representación política se desgastaron profundamente, el capitalismo democrático colapsó en algunos de los Estados y, finalmente -de manera gradual- se generalizaron las luchas contra la corriente nacida en el Consenso de Washington, las cuales se habían convertido en el recetario para sacar a América Latina y a los otrora Estados tercermundistas de su problema frente a la deuda.  Lo anterior se va a conjugar con una nueva dinámica de precios en las materias primas, surgida a partir de 2001, cuando de manera inesperada quizá, se presentó nuevamente la opción de aprovechar los ingresos generados por el movimiento exportador de commodities (algo tal vez similar a lo experimentado por la región entre 1870 y 1930).

Dolorosamente esta dinámica que se menciona al final del párrafo anterior se ha visto afectada por la crisis financiera y económica suscitada desde octubre del año anterior hasta la fecha.  Sin embargo, las expectativas de una reactivación de los precios en las exportaciones de recursos naturales y minerales, entre los cuales se haya el petróleo, siguen estando en primera línea.  Los grandes consumidores globales de recursos no han detenido su marcha.

Para tratar de enlazar los temas que atañen la reflexión habría que hacer también un breve recorderis sobre el avance histórico de la doctrina Monroe.  Una vez aceptada la tesis que sugirió el primer ministro británico George Canning al gobierno estadounidense en la agitada época de la Europa de los Congresos, éste último tomó decenas de iniciativas de intervención directa sobre la región.  La arremetida “civilizatoria” que descansó sobre la base de una América para los Americanos no se detuvo al cambiar de siglo y, por el contrario, amparada por una ajustada doctrina que mezcló Carrots & Sticks, facilitó el acercamiento y la subordinación de toda la América Latina a los deseos del hegemónico Estado del norte.  La Guerra Fría ratificó, a través de la OEA y el TIAR, que las relaciones en lugar de hacerse cordiales por el diálogo se formalizaron con base en la amenaza y el castigo.  Fueron unos 170 años en los que no hubo grandes opciones de desligarse del control ejercido desde la doctrina que ahora se estudia.

Sin embargo la unipolaridad de la Posguerra Fría terminó.  El Sistema Internacional se ha diversificado para hoy hablar de sistemas internacionales y la hegemonía estadounidense cada día es más vulnerable frente a los nacientes actores que cada vez más ponen en “jaque” el rol de Washington en política internacional.  Hoy es prácticamente inviable –como así mismo lo señaló el profesor Drekonja en su disertación- pensar en una aplicación tradicional de la doctrina Monroe.  En su carácter formal y tradicional de intervención dicha doctrina ya no aplica.  Eso ha quedado demostrado para América Latina y para otras latitudes en las cuales están cifrados los intereses estadounidenses.

A pesar de que Jorge Castañeda vaticinara el final del modelo soviético y del socialismo en general en 1993, cuando señaló incluso que en América Latina un modelo como éste no regresaría en el futuro, llegó el siglo XXI con un ofrecimiento diferente.  Varios líderes populistas se ocuparon en truncar la hipótesis de Castañeda y se han venido encargando a su vez de la generación de un balance de poder regional diferente al que el Consenso de Washington había sugerido.  Además, una serie de medidas tomadas desde la dirección de gobierno de varios Estados latinoamericanos va a ir directamente contra los intereses de los Estados Unidos en la región.  De manera que América Latina termina blindándose para una probable implementación de la tradicional doctrina Monroe que, a todas luces, ha perdido su validez y eficacia como herramienta de política internacional.

Otro detalle importante es notar que dentro de la subregionalización latinoamericana hay tres sectores o bloques perfilados a futuro: México, varios Estados centroamericanos y otros del Caribe muy pro-estadounidenses, el resto de los Estados caribeños y centroamericanos perfilados dentro de procesos de integración regionales (donde Cuba es líder) y el modelo de UNASUR.  Esto a pesar de las grandes diferencias al interior de la comunidad sudamericana.  A nivel de UNASUR Brasil se mueve como lo que Morgenthau denominó el “Holder of Balance” y eso ha afectado enormemente la presencia e intentos de participación estadounidense en América del Sur.  Ante esta dinámica y el ingreso cada vez más notorio de nuevos actores que alimentan la multipolaridad de los sistemas internacionales vigentes, la implementación de un esquema intervencionista y hegemónico como es el de la doctrina Monroe resulta cada vez más inapropiada.

Hoy, en medio de los fuertes nacionalismos, reivindicaciones de las minorías (étnicas, excluidas, segregadas tradicionalmente, etc.) y llamados del neopopulismo a enfrentar los nuevos retos del dinamismo socioeconómico y político, ya no se trata de derramar sangre desde las Venas Abiertas de América Latina sino de saber tomar las nuevas opciones que en cada una de las facciones políticas de la región se vienen presentando, hasta alcanzar el correcto desempeño.  Cada uno de los Estados latinoamericanos tiene que aprovecharse de las nuevas circunstancias del juego internacional para la región.  Ahora que la doctrina Monroe resulta completamente inaplicable en su formato tradicional del Río Grande hacia el sur, es momento de saber situar las prioridades y desafíos.  Es hora de abrir el horizonte hacia nuevas posibilidades que, con seguridad, no descansan únicamente en acercamientos de tipo militar con Francia, Rusia, Irán o los Estados Unidos de América.



El autor es profesor de Relaciones Internacionales Latinoamericanas en la Universidad EAFIT de Medellín, Colombia. 2009

Publicado

2009-09-10

Edição

Seção

Política internacional