FILOSOFAR EN AGUAS PROFUNDAS - Entrevista con Romero Baró
Resumo
Conocí al español José María Romero Baró cuando vino a Montevideo en 2008, para participar en los homenajes a Carlos Vaz Ferreira organizados por el Centro Cultural de España. Por entonces tuve el honor de presentar junto a él un CD temático que reunía obras, imágenes y registros sonoros del filósofo uruguayo, y de acudir ambos a un programa de la radio Océano FM para discutir cuestiones filosóficas.
Me sorprendió gratamente comprobar su erudición acerca del autor de Lógica viva, máxime tratándose de alguien cuyo itinerario intelectual se remontaba a las ciencias duras –además de filósofo, Romero Baró es también Licenciado en Química por la Universidad Autónoma de Barcelona–.
Pero en realidad, en un número de la desaparecida revista Cuadernos de Marcha, don Arturo Ardao ya había hecho alusión a su nombre, hace una década, complacido del interés que despertaba Vaz Ferreira en jóvenes filósofos del continente europeo.
Profesor Titular de Filosofía en la Universidad de Barcelona, Romero Baró es el autor de numerosos artículos, como “Santo Tomás de Aquino como inspirador de Francisco de Vitoria” (Analogía filosófica: revista de filosofía, investigación y difusión, Vol. 7, Nº 1, 1993, págs. 157-166) , “El concepto de ciencia en Kant y en Heidegger” (Logos: Anales del Seminario de Metafísica, Nº 25, 1991, págs. 243-252), “Alain Guy y la idea de finitud en la filosofía latinoamericana” (Revista de filosofía, Nº. 72, 1991, pags. 276-294) y “Leopoldo Zea: del positivismo en México a las ideas en Iberoamérica” (Anthropos: Boletín de información y documentación, Nº 89, 1988, número monográfico dedicado a Leopoldo Zea, págs. 59-60).
Entre sus libros figuran El positivismo y su valoración en América, publicadoen 1989; Carlos Vaz Ferreira (1872-1958) en 1998, y Filosofía y ciencia en Carlos Vaz Ferreira en 1993.
Lo que sigue a continuación es una entrevista vía e-mail, que prolonga las conversaciones filosóficas que habíamos mantenido durante su estadía en Montevideo. Aun en la brevedad de sus respuestas puede advertirse la honesta religiosidad, la fina inteligencia y la simpática bonhomía de Romero Baró.
LI – ¿Cómo describiría el panorama de la filosofía en España? ¿Es muy diferente al de América Latina?
RB –Aunque no soy un especialista en la filosofía española, creo que nos unen con Hispanoamérica muchos intereses intelectuales que son comunes. Entre ellos destacaría una “búsqueda de la identidad” o de nuestra diferencia con las demás culturas hegemónicas contemporáneas, cierto sentido “ético” de la vida que valora más el ser y el contemplar que el tener o el hacer, y en definitiva que prefiere la teoría sobre la acción o la producción, y cierta inclinación hacia la “literatura filosófica” más que hacia los “tratados sistemáticos”, quizás porque nuestra tradición filosófica ya los ha cultivado desde antiguo.
LI – ¿Cuáles son sus propias líneas de investigación en este momento?
RB – Creo que siempre damos vueltas a los mismos temas, porque son los que a nosotros nos parecen más importantes. En mi caso, esa tarea se articula entorno a la unidad del saber que tiene por complementarias (no excluyentes) a la ciencia y a la filosofía, a la razón y a la fe, a lo divino y a lo humano. En esta línea, algunos profesores fomentamos en España y en América el diálogo entre la teología y las ciencias a través de la filosofía, para defender por ejemplo la acción divina en la evolución del universo y explicar las maravillas de la naturaleza mejor de lo que pueden hacer las ciencias, que por definición quedan siempre limitadas al ámbito inmediato de lo matemático, de lo mecánico y de lo que podríamos denominar “causas segundas” sin que puedan investigar “la causa primera” como lo hace la filosofía. Los interesados en ese fomento del diálogo entre la teología y las ciencias pueden consultar la página www.sticb.org y los enlaces que en ella se indican.
LI – Aparte de su erudición sobre Carlos Vaz Ferreira (sorprendente para quienes lamentamos que no sean muchos los uruguayos que cultivan la lectura de la obra de nuestro máximo filósofo), ¿qué le dejó su estadía por Montevideo respecto de los círculos intelectuales y académicos?
RB – En efecto, durante mi visita a Montevideo el año pasado para participar en los actos del cincuentenario de la muerte de Vaz Ferreira pude contactar “en vivo” y por primera vez con profesores de la Universidad y otros intelectuales que de un modo u otro se habían interesado por este autor en particular y en general por la filosofía en el Uruguay. Como esperaba, los distintos puntos de vista que pude compartir con ellos complementaron los míos, y creo mi perspectiva actual sobre todos estos temas es ahora mucho más cercana a la realidad y más completa de lo que era antes de emprender ese viaje. Esto algo que debo agradecer a todos aquellos con quienes tuve la oportunidad de conversar.
Por otro lado, debo decir que tengo por una gran ventaja —y no por un inconveniente— que tanto Uruguay como España sean dos “pequeños” países en comparación con EEUU o la totalidad de Europa, porque me parece que sólo así, en la cercanía y la intimidad que da lo pequeño y lo familiar puede nacer lo auténtico. En efecto, en la “torre de Babel” de los grandes espacios y la gran diversidad de las culturas resulta difícil —por no decir imposible— cualquier acercamiento fecundo, porque no hay “nada que decir”. En cambio, en la cercanía cultural con cuantas personas conversé en Uruguay —y lo mismo puedo decir de otros países de Hispanoamérica como México o de Argentina— siempre tuve “algo que decir”. Será porque tenemos un pasado común que compartir, y creo que vale la pena seguir profundizando en él.
LI – Proviniendo de las ciencias duras, dado que ésa era su formación original, el camino a la filosofía le puede haber dado satisfacciones y disgustos. Por ejemplo, alguien con esa trayectoria está acostumbrado a la precisión que pide la epistemología pero quizás le irrite la vaguedad de otras ramas filosóficas...
RB – Es cierto que a primera vista la filosofía puede parecer vaga e imprecisa para cualquiera que esté acostumbrado al discurso científico. Pero examinando más de cerca la cuestión descubrimos que es el cientificismo reduccionista el que utiliza una falsa precisión que termina resultándonos inútil y estéril en la medida en que trata de una abstracción y no de la realidad misma, que es la que intenta abordar la filosofía. De modo que la filosofía tiene esa aparente desventaja de la falta de claridad, pero en cambio es ella la que se enfrenta a los grandes problemas que subyacen en la base de todos los planteamientos. Por eso podemos decir con Vaz Ferreira que la obscuridad es propia de la filosofía porque se mueve en las aguas profundas, y que en cambio la claridad es propia de la ciencia porque a menudo se mueve en la superficie de los problemas y en la apariencia de los fenómenos.
LI – ¿Qué lugar ocupa la búsqueda de un sentido en la vida, incluso la búsqueda de una Trascendencia, en el panorama mundial de la filosofía?
RB – Me alegro de que me haga esta pregunta, porque cada día estoy más convencido de que no se puede hacer filosofía sin hablar de Dios, y de que todo universitario que se precie tiene que haber oído hablar de Dios, al que podríamos definir como el primer principio o la condición de todas las cosas. Por tanto, la teología puede abordar el origen (creación) del mundo y del hombre, el problema de su destino último y el de la finalidad de la evolución y de la acción humana. Quizá por ser tan fundamental e inevitable el tema de Dios, siempre que la filosofía ha intentado esquivarlo ha tenido que recurrir a sucedáneos como la astrología, la superstición, el sexo, el poder, el dinero…
*Profesor de Cultura y sociedad contemporánea.
Depto de Estudios Internacionales
FACS – ORT Uruguay
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