Las conjuras de los necios

Autores

  • Lic. Pablo Brum

Resumo

Dos de los siguientes titulares no pertenecen al mundo de la sátira:

  • “Aliens Cause Global Warming”
  • “Do they really think the earth is flat?”
  • “PLANE MISSING SINCE 1939 LANDS WITH SKELETON AT THE CONTROLS”
  • “Finally: The Obama inauguration UFO”
  • “El Golem y la Lucha de Clases”

Basta con emitir al espacio público una afirmación ridícula para que alguien, en algún lado, la crea. El problema es que demasiado a menudo se trata de más de unalguien. Cuando los crédulos suman millones de personas esas falsedades pueden volverse realmente dañinas.

Cuando se estudia un fenómeno preocupante en la agenda internacional se suelen ofrecer explicaciones convencionales y que, mayoritariamente, son razonables. Por ejemplo, suele hablarse de los intereses de seguridad de los países más poderosos, de la capacidad de cabildeo de las grandes empresas internacionales o de las motivaciones perversas del terrorismo y el totalitarismo.

Sin embargo, de vez en cuando suele evidenciarse un fenómeno prácticamente olvidado: la ignorancia. La ignorancia como problema internacional parecería ser una cuestión anacrónica, particularmente para el occidental acostumbrado a estándares de educación y periodismo, así como a los beneficios del progreso tecnológico. Este fenómeno sugeriría una tendencia a la feliz supresión de la ignorancia básica. Lamentablemente, los hechos demuestran que esto no es así, y que incluso los avances técnicos han servido para difundir un mal radioactivo: la desinformación.

Algunos casos parecen paródicos. Uno de los titulares vistos más arriba resume el pináculo de la ignorancia moderna: la creencia, en pleno siglo XXI en Estados Unidos o el Reino Unido, en que la Tierra es plana. Para estos flat-earthers, la plétora de evidencia que indica lo contrario, incluidas fotografías de la NASA que muestran al planeta como realmente es, son simplemente falsificaciones. Claro está que donde hay falsificaciones hay conspiraciones, y eso lleva a otra manifestación insólita de ignorancia.

Más particular a Estados Unidos, se trata del convencimiento de que la historia universal narrada en el Génesis es verídica. Aún cuando la propia Iglesia Católica ha establecido el sentido alegórico del texto creacionista, muchos cristianos en ese país conciben a la Tierra y a la humanidad como creaciones de unos pocos miles de años de antigüedad. A simple vista esto puede parecer apenas necio e inofensivo, pero el hecho es que no es así. Existe todo un movimiento que milita a favor de la incorporación de estas ideas y sus peligrosas consecuencias a los programas escolares de ciencias.

Entre las áreas donde más daño provoca es en el de la evolución, ya que el creacionismo no admite la cronología que separa por miles de años a los dinosaurios, por ejemplo, de los homínidos. Las soluciones que se plantean a esta disonancia cognitiva son dos. Algunos creacionistas sostienen que el homo sapiensconvivió con los dinosaurios. Otros directamente afirman, como los flat-earthers, que todos los fósiles prehistóricos fueron falsificados y “colocados” en sus lugares por conspiradores ateos.

Estos son sólo algunos ejemplos de países “avanzados” que, en realidad, no estánuniformemente avanzados. Sin embargo, y afortunadamente, estos fenómenos suelen reducirse a una minoría pintoresca y molesta.

Es cuando la ignorancia se torna generalizada y conduce a la violencia que ésta se vuelve un problema de política exterior. Un ejemplo típico es el Once de septiembre.

Este ataque terrorista se trata probablemente del incidente más documentado de todos los tiempos. Existen horas de filmaciones desde múltiples ángulos del hecho mientras ocurría, así como de las reacciones de muchos de los actores involucrados. Se han visto públicamente a los sobrevivientes del ataque, las familias de los asesinados, las confesiones repetidas de los perpetradores y los restos de los aviones y sus contenidos.

Sin embargo, esto no es suficiente para algunas personas. En el mundo occidental es común ver presentaciones de PowerPoint con afirmaciones sin sentido sobre el derretimiento del acero o misiles misteriosos. Algunos son más audaces y directamente afirman que no hubo aviones, o que éstos viajaban vacíos y los pasajeros estaban (¿están?) secuestrados en bases militares estadounidenses. Al igual que los flat-earthers y los creacionistas, quienes niegan la realidad de esta manera son una minoría con poca influencia.

El problema es lo que en Occidente no se publicita tanto: la opinión en el mundo islámico sobre el Once de septiembre. Es bien sabido que esa región del mundo, que se extiende desde Marruecos hasta Indonesia, tiene serios problemas con la simpatía por la jihad en el seno de sus sociedades. Ante los esfuerzos de muchas personas por cambiar esa situación, tanto de musulmanes como de no musulmanes, casi siempre surge el mismo muro: la negación.

En efecto, hay cantidades alarmantes de musulmanes que opinan que un correligionario literalmente no habría podido cometer esos ataques terroristas, ya que la violencia indiscriminada no sería compatible con el Islam. En vez de confrontar esa posibilidad, estas personas –que suman cientos de millones en todo el mundo- hacen como los excéntricos en Occidente y crean teorías alternativas. La diferencia es que su preferencia es por decir que se trató de una conspiración judeo-israelí, cuyo objetivo es justificar agresiones al mundo islámico. De esa manera, con una operación intelectual frustrantemente simple, el agresor se vuelve la víctima. Según una encuesta mundial realizada por el proyecto multilateralWorld Public Opinion, en Turquía un tercio de la población opina que el Once de septiembre fue un “auto atentado” del gobierno de Estados Unidos; mientras tanto el 43% de los egipcios y el 31% de los jordanos asignan la culpa a Israel.

Son innumerables los casos en el ex Tercer Mundo en los cuales una combinación de ignorancia con propaganda antisemita, antiamericana y antioccidental genera estas nuevas “verdades”. Una “medida activa” del KGB durante la Guerra Fría se ha vuelto una convicción real para millones de habitantes de África: que el virus del VIH es una creación de la ingeniería genética estadounidense, cuyo objetivo sería sencillamente exterminar a la población negra del mundo.

Como con los flat-earthers, muchas veces estas ideas rayan el límite de la credulidad. Como explicase la famosa refugiada Ayaan Hirsi Ali en su libro Infidel, durante su infancia en la Somalia rural era normal pensar que los judíos eran humanos con cuernos y otras cualidades aberrantes. La pregunta clave es: ¿qué puede esperarse de millones y millones de personas que son educadas bajo esas consignas? ¿Cómo explicar si no la adhesión real de millones de personas al antisemitismo y la violencia contra civiles como método válido de “defensa”?

Cuando no se parte de las mismas premisas, como por ejemplo que lo verdadero es lo que se puede observar y no lo que se afirma arbitrariamente, es imposible llegar a un acuerdo. Mientras tantos musulmanes piensen que los actos de terrorismo que cometen sus correligionarios son falsificaciones o conspiraciones contra el Islam nunca se podrá contar con mayorías sólidas que detengan ese terrible mal. Mientras en algunos lugares de América Latina todavía se piense que el gobierno de Estados Unidos no es democrático, sino un cabal corporativo-militar, será muy difícil tener un diálogo sensato y maduro. 

Si persiste en Japón la insistencia en minimizar el papel de sus militares imperiales en masacres a gran escala en China y Corea durante la Segunda Guerra Mundial, esos países difícilmente podrán superar su desconfianza mutua.

Es bien sabido que la educación, tanto moral como científica, es el principal antídoto contra la ignorancia. Sin embargo no es suficiente, ya que es una solución a largo plazo y de aplicación general. Para minimizar lo más posible el problema de la desinformación y la ignorancia, es importante que los medios de comunicación y gobiernos de países sensatos expresen claramente los hechos. Un paso importante lo ha dado Barack Obama, al dedicar un segmento de su discurso en El Cairo a dejar claro que tanto el Once de septiembre como la Shoah son hechos históricos irrefutables, y que no es admisible la epidemia de negación que los rodea en muchas partes del mundo.

 
Lic. en Estudios Internacionales. 
Universidad ORT - Uruguay

Publicado

2009-06-18

Edição

Seção

Enfoques