Elecciones en Irán: Panorama Incierto y Confuso
Resumo
Restan pocos días para las elecciones presidenciales en el país persa y lo único claro son sus candidatos. Con sondeos totalmente contradictorios, atentados sorpresivos y diversos mecanismos de censura, prima un ambiente de profunda confusión e incertidumbre acerca de la reelección de Mahmoud Ahmadinejad o de un eventual giro hacia un candidato más moderado. ¿Qué lecturas podemos hacer de todo esto?
El próximo 12 de junio se llevará a cabo una nueva elección en Irán, la cual determinará quién ocupará el sillón presidencial por los próximos cuatro años. Se trata de la décima elección que se realiza desde 1979, año en que se gestó el hito que modificó el escenario nacional y regional de allí en más: la “Revolución Islámica”, que derrocó al Shá Reza Pahlevi para finalmente instalar un régimen teocrático basado en la Sharia (ley islámica).
Treinta años después de dicha Revolución, el régimen iraní parece tener más en vilo que nunca al Medio Oriente, a partir del desarrollo de su controvertido programa nuclear. De modo que las presentes elecciones presidenciales vuelven a captar la atención mundial sobre los 46 millones de ciudadanos iraníes habilitados para votar en esta primera rueda, en la cual se determinará el Presidente en caso de conseguir más del 50% de los votos. De no lograrlo ninguno, se realizará una nueva ronda entre los dos candidatos más votados, una semana después de publicados los resultados.
Cuatro han sido los candidatos aceptados por el Consejo de Guardianes para presentarse en esta oportunidad: Mahmoud Ahmadinejad, el actual presidente que lucha por su reelección; Mirhossein Moussavi, ex primer ministro entre 1981 y 1989; Mahdi Karroubi, hasta hace poco presidente del Parlamento iraní; y Mohsen Rezaee, ex comandante en jefe del ejército.
Por su parte, otros 471 postulantes fueron rechazados por el mencionado órgano elector, estrechamente vinculado a la máxima autoridad político-religiosa en Irán: el Ayatollah Ali Khamenei. Las condiciones para ser presidenciables, según la Constitución es "ser iraníes y musulmanes chiítas, creer en los principios de la República Islámica y tener un destacado pedigrí político y religioso".
Cabe destacar que la población total iraní se estima en 70 millones (la mayor parte de los 24 millones de ciudadanos que no votan es porque son menores de 18 años) y que un 90% son chiítas, con lo cual la influencia de la minoría sunnita es escasa. Asimismo, el hecho que el 60% es menor de 30 años, que 47 millones tengan acceso a la telefonía móvil y que 21 millones tengan acceso a Internet, explica también la fuerte importancia que tienen los medios modernos en esta elección.
Los primeros pasos en la campaña
La campaña comenzó formalmente el 20 de mayo, a partir de la publicación de los candidatos aprobados. Pero semanas previo a ello se produjo un hecho fundamental: el retiro de la candidatura de Mohammad Khatami -quien fue mandatario entre 1997 y 2005 -, considerado un líder dentro del bando “reformista” y quien aparecía con mayores posibilidades para lucharle la candidatura a Ahmadinejad, el favorito del bando “conservador”.
Luego de su dimisión, Khatami alegó no haber querido dividir el voto reformista como ocurrió en 2005, por lo que su retiro vino acompañado de una expresión de apoyo al opositor Moussavi. No obstante, diversas fuentes afirmaron que su alejamiento respondió a fuertes presiones de los estamentos clericales, y en particular del Ayatollah Khamenei, ante una presunta preferencia de éste por la reelección de Ahmadinejad.
En un principio el debate entre los candidatos se centró principalmente en la crisis económica que comenzó a afectar fuertemente sobre Irán. La caída del precio del petróleo, la creciente inflación y el efecto de las sanciones internacionales sobre la baja del comercio y la inversión extranjera, son factores de disgusto en el seno de la población, lo que intenta aprovechar la oposición en sus críticas al gobierno.
Sin embargo, la discusión al respecto de la política exterior también ha aparecido. Los reformistas suelen acusar a Ahmadinejad de poner en peligro la imagen externa de Irán al confrontar con Occidente. Si bien ninguno de los candidatos se ha expresado crítico del programa nuclear - que de hecho, forma parte de las prerrogativas en política exterior del Ayatollah – en los últimos días los candidatos opositores se han mostrado proclives a dialogar sobre el mismo ante el acercamiento de Obama, lo cual hasta ahora Ahmadinejad ha rechazado (si estuviese dispuesto, es posible que esté esperando que pasen las elecciones para no deslegitimarse frente a su ala radical).
Los cuatro candidatos y sus posiciones
En primer lugar, en menester mencionar la figura del actual presidente, Mahmoud Ahmadinejad. Llegó a la presidencia en 2005 siendo un candidato desconocido, pero el apoyo recibido por un público de tendencia conservadora y marginal lo llevaron a la victoria sobre el también conservador Hashemi Rafsanjani, presidente entre 1989 y 1997. Sus partidarios alegan que revivió la dignidad iraní, la Revolución Islámica y su solidaridad con el islamismo mundial, mientras sus críticos se centran en el malgasto de los recursos y en el aislamiento al que condujo a Irán.
Actualmente su poder proviene del apoyo de los sectores más conservadores, a los cuales exalta con un discurso eminentemente nacionalista, anti-israelí y anti-estadounidense. Lo apoya el grupo mayoritario en el Parlamento -los Osulgarayans– y tendría el visto bueno de Khamenei; no obstante no consiguió el apoyo de otros sectores también conservadores como la Asociación de Clérigos Combatientes.
Mirhossein Moussavi aparece como el principal contendiente de Ahmadinejad, dado el apoyo recibido desde sectores reformistas, independientes y conservadores moderados (de allí que se etiquete ambiguamente como “un reformista que regresa a los principios”). Fue Primer Ministro entre 1981 y 1989 y muy cercano en ese entonces al Ayatollah Khomeini, a la vez que rivalizaba con Khamenei, quien ocupaba por esos años el cargo de Presidente. A pesar de las fricciones, se dice que a Khamenei tampoco le desagradaría demasiado una eventual victoria suya.
En cuanto a sus propuestas, Moussavi propone una política de distensión con el objetivo de mejorar la economía, lo que le ha valido la crítica de los sectores más radicales. En los últimos días señaló estar dispuesto a sentarse a dialogar sobre el programa nuclear iraní con las potencias del G-6, si bien medios cercanos a Khamenei matizaron dicha posibilidad. A pesar del apoyo reformista – en especial el de Khatami – no es posible imaginar en Moussavi la búsqueda de cambios radicales en lo que se refiere al sistema teocrático, del cual sería un convencido.
Mahdi Karroubi, por su parte, es un influyente político reformista moderado que ha servido en dos mandatos como presidente del Majlis (el parlamento). Su crítica hacia Ahmadinejad es aún más virulenta que la de Moussavi, a quien acusa de no ser suficientemente reformista. Entre sus propuestas se incluyen cambios en la política de derechos humanos en la Constitución iraní, a la vez que ha prometido otorgar un subsidio cercano a los U$S 50 para cada ciudadano mayor de 18 años.
Finalmente, se encuentra Mohsen Rezaee, un ex comandante en jefe del Ejército de los Guardianes de la Revolución Islámica, de tendencia conservadora cercana al ex mandatario Rafsanjani (de allí que es requerido por INTERPOL por los atentados de la AMIA en Argentina). Suele dirigir fuertes críticas hacia Ahmadinejad, a quien se cree que pueda quitarle votos entre sectores centristas y derechistas. Si bien ha declarado tiempo atrás “puedo frenarlos (a los israelíes) para siempre de un solo golpe”, días atrás se mostró dispuesto a dialogar acerca del programa nuclear.
Sondeos
Hasta ahora, los múltiples sondeos realizados provocan una enorme perplejidad entre los analistas, lo que se traduce en titulares contradictorios en la prensa mundial. Ante todo, porque los resultados dependen enormemente del poder que esté por detrás de las mismas. Si bien ello suele ocurrir en todas partes, en Irán parece darse con completa alevosía, lo que torna difícil encontrar un patrón electoral.
Como ejemplo de ello, cabe tomar cuatro encuestas que se han desarrollado en los últimos veinte días (dos de Rajanews, una de Tabnak y una del propio gobierno), las cuales otorgan a Ahmadinejad el 53%, 59%, 62% y 54%, por sobre Massouvi con un 36%, 22%, 28% y 22% respectivamente. Más allá de las diferencias, lo relevante de estas encuestas es que todas dan por ganador en primera vuelta a Ahmadinejad, y todos estos medios tienen fuerte conexión con este candidato. Incluso una encuesta de Young Jounalist (calificada de pro-Ahmadinejad) pronosticó un escenario en donde Karroubi le saca varios puntos de ventaja a Moussavi, aunque ambos por debajo de Ahmadinejad.
Por su parte, otras fuentes como Rajemelat, Workers Statistical Institute, Islamic Republic of Iran Broadcasting (sólo Teherán) y Ayandeh News (sólo las diez ciudades más grandes), dan por ganador a Moussavi con 48%, 52%, 47% y 38%, mientras en ellas Ahmadinejad recoge 36%, 36%, 46% y 34% respectivamente. Cabe destacar que el actual presidente tendría mayor apoyo en los poblados chicos, de modo que aquellas encuestas que los obvian pueden afectar sobre los cálculos.
En definitiva, es difícil poder esclarecer el panorama con la información hasta ahora presentada; de hecho, más bien lo oscurece. A ello se suma que de por sí los sondeos iraníes no se han caracterizado últimamente por su confiabilidad; como prueba de ello, en 2005 no previeron la buena votación de Ahmadinejad en primera vuelta.
¿Y entonces?
A esta altura, el panorama electoral iraní aún es incierto. La extremada diferenciación en los sondeos entre Moussavi y Ahmadinejad parece indicar que las elecciones están extremadamente reñidas entre ambos candidatos, quedando los otros por detrás. Más aún, un eventual intento por levantar la figura de Karroubi – buscando dividir el bando reformista y polarizar la elección - puede ser la mejor demostración de que la candidatura de Moussavi es temida desde el gobierno.
Ahmadinejad, de todos modos, tiene muchos elementos a su favor. En primer lugar, cuenta con el favor de buena parte de los medios de comunicación convencionales (radios, prensa y televisión), donde son usuales sus avisos paseando por lugares remotos de Irán e inaugurando obras. Menor es su poder sobre los medios no-convencionales como los mensajes de texto, mails y blogs, donde se hallaría el fuerte de la oposición, de allí que en las últimas semanas la oposición sospecha que se habría censurado el funcionamiento de ciberespacios como Facebook.
En segundo lugar, Ahmadinejad tendría un mayor apoyo del Ayatollah Khamenei que el resto de los candidatos, aparte de fuertes grupos de movilización como las Guardias Revolucionarias y fuerzas auxiliares como el Basij. Y en tercer lugar, diversas fuentes indican que tendría mucho más dinero para propaganda y proselitismo, producto de sobrantes gubernamentales del “boom” petrolero.
En definitiva, ante este escenario confuso, sólo cabe explicitar ciertas tendencias. Parecería probable que Moussavi podría obtener una votación superior a la de Ahmadinejad en las ciudades más grandes - como la de Teherán - mientras Ahmadinejad lo haría mejor en aquellas ciudades más chicas.
También parecería difícil que alguno de los candidatos pueda conseguir más del 50% de los votos, por lo que sería probable que las elecciones se derivarían en una segunda vuelta. En ese caso, tendría una relevancia sustantiva el número de votos que obtendrían los candidatos que hoy aparecen rezagados, Karroubi y Rezaee.
Finalmente, es necesario repetir que independientemente de lo que suceda, de ningún modo esta elección presidencial habrá de cambiar diametralmente la política exterior emprendida por Irán. Primero, porque todos los candidatos están de acuerdo con las bases fundamentales de la Revolución Islámica, de allí que los aprobó el Consejo de Guardianes. Segundo, porque en el Parlamento hay mayoría “principalista” luego de las elecciones legislativas del año pasado. Tercero y fundamental, dado que por el sistema de Velayet el-Faqih (doctrina de primacía de la religión sobre la política) es siempre el Ayatollah quien tiene el poder supremo, más aún en temas de política exterior como el caso nuclear.
De todos modos, cabe la posibilidad que los resultados puedan condicionar ajustes o un cambio de estilo presidencial, aún en caso de Ahmadinejad ser reelegido. De allí que todo lo que suceda en Irán en estos próximos días tendrá sobre sí los ojos del mundo, tal vez como pocas otras elecciones iraníes han tenido en su historia.
Licenciado en Estudios Internacionales.
FACS. Universidad ORT - Uruguay.
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