EDITORIAL: OBAMA ANTE EL G 20

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Resumo

Hoy comienza, en Londres, la reunión cumbre del Grupo de los 20. Fruto de una idea de los presidentes de Alemania y Francia propuesta el 23 de septiembre del 2008, en las Naciones Unidas, ante la multiplicación de signos de agravamiento de la crisis, la reunión ha cambiado en algo sus objetivos originales y las posibilidades de que de ella surgan resultados de importancia son escasas.

Un primer elemento novedoso es que la fuerte emergencia mediática de la figura de Barack Obama no era previsible en aquel momento. Hoy la “vedette” indiscutible de este evento será la figura del nuevo Presidente norteamericano que, aunque todavía no parece hacer pie en sus políticas anti-crisis, estará llevando a cabo su primera gira internacional. En ese sentido, es previsible que ésta sea “una cumbre Obama”

Obama continúa ejercitando un fuerte dinamismo político con un aluvión de propuestas, particularmente en el ámbito nacional, sin que los resultados aparezcan claramente. En una acelerada (si no es que algo frenética) gimnasia de redefinición de políticas públicas, el nuevo presidente ha ido acertando en algunos temas (energías renovables, liberación de la investigación sobre las células madre, control relativo de las remuneraciones de los ejecutivos del sector financiero) y, también pegando palos de ciego en otros (“buy american”, libre comercio “ma non troppo”, errores en la selección de altos funcionarios y un mal manejo político del tema de las remuneraciones en bonos de los ejecutivos de AIG). En cualquier caso, nadie podrá negar que todavía haya, en el debe, más de una cuestión que el público norteamericano espera con ansiedad.

Pero es en el ámbito internacional donde la proyección de Obama, y particularmente la imagen de renovación que acompañó su elección, están aún lejos de visualizarse claramente. Son muy pocos los temas en los que la nueva Administración ha podido marcar diferencias claras y sustantivas con la polémica (por decirlo elegantemente) gestión de su antecesor.

Esta reunión del G 20 era la ocasión soñada (tanto por el “timing” como por el marco que convoca a un grupo tan importante de países) para que Obama “makes the difference” e iniciase la proyección de una nueva postura de los EEUU ante el mundo. Desgraciadamente, todo indica que vamos a escuchar más de lo mismo aunque, esta vez, dicho en mejor inglés, con alguna sonrisa prescindente y trajes notoriamente mejor cortados que los de Bush.

Hasta ahora al menos, la trama del relato internacional de Obama parece reducirse a “un cambio de modales”. Considerando la exultante torpeza internacional de Bush, el cambio no puede ser mas que bienvenido pero, más allá del estilo, el mundo y particularmente los países allí reunidos (que representan mas del 85% del PIB del mundo) esperan algo más que el redescubrimiento de formas protocolares que la diplomacia de muchos países practica hace siglos.

Pedirá, seguramente con firmeza y elegancia, más presencia en Afganistán y Pakistán, insistiendo que ésta tenga el mayor “multilateralismo” posible. Insistirá en que es importante retirarse de Irak generando, en el mismo movimiento, un gobierno con capacidad de gestionar razonablemente lo que queda de ese país. Volverá a advertirnos contra el terrorismo pero, esta vez, sin referirse a Satán.

En lo que hace a los temas vinculados a la crisis económica global (tema que fuese la razón inicial de la reunión), cabe esperar que Obama vuelva con una versión edulcorada del discurso tradicional de los EEUU.

Pedirá (¡una vez mas!) un refortalecimiento billonario del FMI pero sin admitir la menor revisión de su funcionamiento y de sus “constituencies”. Acentuará el “touch” social reclamando ayuda para los países en desarrollo pero sin hablar del eternamente postergado saneamiento de las relaciones desastrosas entre los EEUU y el sistema de las NN.UU. Impulsará, acompañado a regañadientes por la UE, una vigorosa invocación a la creación de empleos y al crecimiento económico con ideas tan novedosas como ayudas financieras del estado, reducción de impuestos y algo parecido a una tímida regulación del mundo financiero, sancionando los “paraísos fiscales” y toda práctica que pueda incrementar el riesgo y la desconfianza que campean en la economía mundial. En materia comercial, también acompañado por la UE, ensalzará el libre comercio y condenará las tendencias proteccionistas sin ensayar el menor movimiento para destrabar la ronda de Doha.

En definitiva, será interesante observar, además de lo anteriormente descrito, si existe y cuan lejos ha de llegar la llamada "agenda de cambio" de Obama en política internacional. Ojalá los hechos nos desdigan pero todo indica que sus perfiles son más que difusos.

Publicado

2009-04-02

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Editorial