Afghanistán: Conflicto Olvidado

Autores

  • Marcos Rodriguez Schiavone

Resumo

La actual naturaleza de los medios de comunicación nos permite conocer el acontecer en el mundo más que nunca . Sin embargo, estos flujos informativos son evidentemente dispares en sus dimensiones: se premia la inmediatez por sobre el análisis; el interés por lo reciente por sobre la continuación de lo pasado. El conflicto de Afganistán es un buen ejemplo de este fenómeno. Tapa de todos los diarios del mundo durante los meses que siguieron a los atentados del 11 de septiembre, el conflicto ha caído en el olvido por parte de la prensa. Primero, por la sensación de que la guerra ya había culminado en un resultado decisivo. Segundo, por el posterior conflicto en Irak, que con su polémica puesta en marcha y su e violencia audiovisual hizo olvidar al combate en el país centroasiático. Es así como Afganistán casi ha pasado a convertirse en lo que llamamos una "guerra olvidada", denominación que se utiliza vulgarmente para referirse a los conflictos armados que no suscitan la atención de las grandes masas ni tampoco de muchos especialistas, tales como las interminables guerras civiles o regionales en el África subsahariana.

Dijimos que no existe continuidad informativa en lo referente a la situación afgana, ni que hablar de análisis. Sin embargo, cada tanto tiempo algún hecho de importancia llega a la prensa. Por ejemplo, un atentado de grandes dimensiones o el ataque a soldados de la fuerza multinacional que se encuentra en el país. Y es que el conflicto en dicho país lejos está de terminarse, y sus repercusiones se hacen sentir incluso en la frontera noroccidental de su vecino Pakistán.

Mucho se habló en su momento de la naturaleza de Afghanistán, pero vale la pena recordarlo. Surgió como nación "independiente" en el siglo XIX -independencia "oficializada" en el 1919-, en realidad bajo el obrar del imperialismo Británico, utilizando su estrategia de "estado tapón" con tal de prevenir un eventual expansionismo ruso hacia sus vitales dominios en la India. No se trata pues de una nación "coherente" e integrada, sino de una imposición política de frontera entre tres grandes espacios, el del subcontinente indio, el de China y el de la ex Unión Soviética. Dentro de dicha frontera encontramos una heterogeneidad significativa de grupos sociales y dominios políticos que se superponen.

Plasmando un mapa cultural del país, encontramos al menos diez etnias distintas de importancia, siendo los más numerosos los pashtun -que se extienden al vecino Pakistán- seguidos de cerca por los tayikos. El lenguaje también es heterogéneo, aunque esta vez con un predominio del persa por sobre el pashtu. No es rara esta diversidad en un país "impuesto" como Afganistán, más aún considerando una geografía montañosa, que impide cualquier proyecto de vocación unitaria que colabora hacia la instauraciòn de una cierta homogeneidad social.

En cuanto a lo político, debemos recordar la trilogía de conflictos que han convertido a esta nación en una de las más violentas del mundo. Primero, la infructuosa invasión soviética destinada a mantener, en aquel entonces, un efímero gobierno comunista. Segundo, la guerra civil en la cual los fundamentalistas talibanes lograron imponerse poco a poco a los grupos musulmanes moderados. Tercero, la invasión estadounidense proseguida de los combates de hoy en día entre talibanes -resurgidos de sus cenizas entre los pashtunes de Pakistán- con la fuerza multinacional de estados occidentales, el ejército regular pakistaní y las fuerzas armadas afganas bajo el mando del Presidente Hamid Karzai, al que debe reconocérsele su porte tranquilo y seguro frente al caos existente en su país.

No obstante, con este panorama aún estaríamos simplificando. Tantos enfrentamientos, sumados a las heterogeneidades, étnica y lingüística, sumado a un territorio imposible de controlar de forma centralizada y, finalmente, sumado a la dependencia de la economía afgana del cultivo de opiáceos virtualmente condenado por el "gobierno", la coyuntura ha dado lugar a una situación donde pequeños líderes regionales actúan sin control alguno. No es de extrañar, entonces, que muchos afganos hayan recibido en su momento a los talibanes como verdaderos héroes: si acaso eran fundamentalistas islámicos, al menos su fanatismo era una garantía de orden frente al caos de la descentralización política y desintegración social. Tampoco es de extrañar que los mismos talibanes hayan resurgido tras su "derrota" a manos de los Estados Unidos y la variopinta "Alianza del Norte". Por hacer una analogía con la historia, podríamos decir que Afganistán recuerda a la China de comienzos del siglo XX donde como, forma de contrarrestar la anarquìa sembrada por los feudos de "Señores de la guerra", surgía el Kuomitang como "esperanza" de, al menos, vivir en paz.

No debemos ver los acontecimientos de violencia que nos llegan por los medios como hechos puntuales y únicos; no son sino la continuidad de un conflicto que no ha cesado ni tiene vistos de cesar. Afghanistán parece estar estructuralmente "condenado" por sus propias contradicciones. Los únicos vencedores en este vacío informativo son los gestores del cada vez más caduco paradigma neoconservador en política internacional, que descaradamente proclaman la intervención militar como un éxito.

* Estudiante de la Licenciatura en Estudios Internacionales.
Depto. de Estudios Internacionales 
FACS - ORT- Uruguay.

Publicado

2008-08-28

Edição

Seção

Política internacional