LA DECLINACIÓN AMERICANA: ¿UNA BUENA NOTICIA PARA LA DEMOCRACIA LIBERAL? - Parte II
Resumo
La discusión sobre la declinación americana ha generado una profusa literatura. Por ejemplo, un libro clásico fue publicado por Paul Kennedy, historiador británico y profesor de la Universidad de Yale. En “TheRise and Fall of the Great Powers” (RamdonHouse, 1987) el autor hace hincapié en la dinámica de “over-expansión” en la que sistemáticamente han caído los imperios y grandes potencias. Por su parte, el notable economista americano MancurOlson escribió un trabajo titulado “TheRise and Decline of Nations: EconomicGrowth, Stagflation and Social Regidities” (Yale UniversityPress, 1982). Olson prosigue en parte su saga de “La lógica de la acción colectiva” (Harvard UniversityPress, 1965) para argumentar que la prosperidad genera sobre-demandas por parte de grupos de interés ineficientes cuyas ineficiencias son subestimadas (racionalmente) por el resto porque se encuentran en una economía que ha sido, y se percibe que seguirá siendo, lo suficientemente productiva como para tolerar esas ineficiencias. Sin embargo, hay un momento en que la suma de ineficiencias y privilegios no puede seguir siendo tolerada por el resto y, paulatinamente, ello comienza a hacer mella en la tasa de innovación y crecimiento.
Por otro lado, es también suficientemente amplia la literatura que duda o descree abiertamente de la declinación americana. Por ejemplo, podemos citar a los Profesores Michael Cox y Josef Joffe. Cox ha escrito breves pero profundos artículos (que se encuentran online) como “Powershift and thedeath of thewest? notyet!o “Is United States in Decline-Again? An Essay?”.En cuanto a Joffe, acaba de salirsulibro “The Myth of American Decline: Politics, Economics and a Half Century of False Prophecies” (Liveright, 2013). Aquí, es importante destacar que mientras Cox critica a los profetas de la declinación desde una concepción de izquierda o neo marxista, Joffe lo hace desde una concepción conservadora. En una corta y precisa reseña del libro de Joffe, el diario “TheWal Street Journal” sintetiza la visión del autor: “Theauthor's case isbolsteredbythelonghistory of past false alarms. After the 1957 launch of Sputnik, Americans had a full-blown panic attack that they would be buried by the Soviet Union, as Nikita Khrushchev had famously promised. The U.S. was suffering a "crisis in education" along with a "missile gap." Paul Samuelson, the future economics Nobelist, predicted that the Soviet economy would overtake America's sometime around 1984. "Only self-delusion can keep us from admitting our decline to ourselves," a Harvard professor named Henry Kissinger mused in a 1961 book. Similar warnings and premonitions of decline would sound with every passing decade, usually in tandem with the emergence of another contender to the American throne. In 1979, Ezra Vogel, also a Harvard Professor, published "Japan as Number One." It helped inaugurate a decade of awe and hysteria about the country that—according to common belief—would own the 21st century”.
Por su parte, podemos marcar una tercera línea donde se encuentran autores que remarcan los problemas que enfrenta EE.UU. en el corto-mediano plazo pero que perciben que ello puede ser modificado o, al menos, atenuado. Por ejemplo, desde una perspectiva más académica podemos mencionaral Profesor de Harvard NiallFerguson y su notable saga que va desde “Colossus, theRise and Fall of the American Empire” (Penguin,2004), pasando por “TheAscent of Money: A FinancialHistory of theWorld” (Pinguin, 2008) y “Civilization: Thewest and therest” (Pinguin, 2011) hasta llegar a “The Great Degeneration: HowInstitutionsDecay and Economies Die” (Pinguin, 2012). Los 3 primeros libros citados son notables trabajos.
Desde una perspectiva menos académica podemos mencionar al influyente periodista del TheNew York Times, Thomas Friedman. En el libro“That Used to be Us: What Went Wrong with America and How it Can Come Back” (Hachette, 2011), Friedman y Michael Mandelbaummencionanque los 4 desafíoscontemporaneous de los EE.UU. son: “1) How to adapt to globalization, 2) how to adjust to the information technology, 3) how to cope with deficits and debts, 4) how to manage a world of both rising energy consumption and rising climates threats”.Sin embargo, es claro que para los autores los EE.UU. están en condiciones de enfrentar esos desafíos.
La comparación con el ascenso de Oriente, particularmente China, se encuentra presente, en mayor o menor medida, en todos los trabajos mencionados. La declinación asume el ascenso de uno y la caída relativa de otro. Como mencionamos, eso no es un problema en sí mismo. Sin embargo, lo destacable de este proceso que se ha acelerado en la última década es lo sorprendente del crecimiento chino y lo sorprendente de algunos aspectos de la decadencia americana. Es muy posible que ambas situaciones no permanezcan en el mediano plazo en semejante dimensión. Es decir, es posible que el ascenso chino sea menos vertiginoso en el mediano plazo y es posible que la decadencia americana sea menos vertiginosa de lo que es. Sin embargo, la pregunta es otra: ¿En qué medida lo acontecido ya no supone un cambio estructural en la relación de poder como para relativizar determinadas consecuencias?
Así, la declinación como análisis comparado gana relevancia aún cuando la historia contemporánea de los EE.UU. tiene demasiados antecedentes de inminentes procesos de declinación que, como menciona Joffe, no se concretaron: el “momento Sputnik”, la crisis del petróleo, el “milagro japonés” y ahora el milagro chino.
En verdad, cuando analizamos la declinación americana y estudiamos los indicadores socio-económicos relevantes del desempeño de China y Oriente en los últimos 30 años, estamos principalmente sopesando los desafíos que enfrentan el liberalismo y la sociedad abierta. Es poco importante la salud financiera y empresarial de los EE.UU. y, en cambio, es demasiado importante los desafíos y amenazas que supondrán para los derechos individuales la aparición de un sistema capitalista autoritario que ha generado un inédito bienestar a amplios sectores populares en Oriente, particularmente en China.
La declinación posee dos ámbitos geo-políticos (interno y externo). Dentro del ámbito o escenario interno, encontramos dos variables principales: la calidad de la política y la productividad de la economía. Ambas se encuentran, lógicamente, en el actor que supuestamente declina (EE.UU.) y en el o los actores que supuestamente ascienden (China).
El éxito contemporáneo de los EE.UU. ha descansado en la interacción virtuosa de ambas variables. La calidad de la política (es decir, la vigencia de pesos y contrapesos) ha contribuido a la productividad de la economía. La posible declinación relativa descansa en la dificultad de mantener una economía altamente productiva frente a una política deficitaria.
Por otro lado, la ascendencia china ha reflejado en esta nación una virtuosa interacción entre política y economía. A diferencia de la experiencia americana, el éxito chino ha descansado en una interacción que reflejaba una economía productiva porque había ausencia de pesos y contrapesos. El Politburó del Partido Comunista Chino (PCI) expresa lo opuesto al Shutdown acontecido Washington en las dos primeras semanas de octubre de 2013. Es decir, la eficiencia americana ha descansado en una relación virtuosa entre política y economía. Esta forma de relacionamiento se encuentra en crisis. En cambio, la relación virtuosa entre política y economía china ha alcanzado su apogeo.
Sin embargo, una hipótesis es que tanto la dinámica del fracaso americano como la del éxito chino son de corto plazo. Es decir, el nuevo orden emergente (un orden bipolar) sería un orden esencialmente inestable. Por un lado, el propio proceso democrático americano debiese encontrar (aunque no sabemos cuándo) un mecanismo para generar una interacción algo más virtuosa entre política y economía. Por otro lado, el proceso chino se enfrentará (aunque no sabemos cuándo) a las tensiones propias de una economía altamente productiva frente a una política altamente represiva. Si bien hoy sabemos que eso no es inexorable (y que la teoría de la modernización ha quedado acotada) también sabemos que es un arreglo institucional en algún lado, en algún punto, inestable.
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