UNA VISIÓN INTRODUCTORIA A LOS PRINCIPIOS DEL REALISMO POLÍTICO - Parte II*
Resumo
“Self-preservation is the first duty of a nation”
Alexander Hamilton
“The whole point of the doomsday machine
is lost if you keep it a secret!!”
Dr. Strangelove
IV) Balance de poder
Si la anarquía prima en el S.I, ¿que evita entonces que los estados se encuentren en estado de guerra perpetua? Ahí donde los liberales ven la influencia positiva de los vínculos comerciales y económicos como garantía a los lazos de paz, y los constructivistas avanzarán la importancia de compartir ideales y creencias que cimenten el accionar común de los estados, los realistas proponen, antes que nada, la idea del balance de poder como método para garantizar la paz o, en su defecto, limitar la guerra.
Los pensadores realistas siempre han visto el crecimiento unilateral del poder de un miembro del S.I como una amenaza para la estabilidad del sistema. En este sentido, los realistas se preocupan principalmente por dos aspectos. El primero es la forma en que se distribuye el poder en el S.I y si el equilibrio de poder es un componente homeostático del S.I o, si por el contrario, es necesaria la intervención de los hombres de estado para garantizar el equilibrio. El segundo, más importante desde el punto de vista normativo, tiene que ver con qué clase de balance de poder (o que tipo de estructura del S.I) garantiza las mejores opciones de paz o estabilidad del sistema.
Con respecto a la primera interrogación, he aquí una diferencia importante entre los teóricos realistas y los neorrealistas. Mientras los primeros, involucrados más en un análisis individual o micro (unit-level analysis) verán en el accionar de los estados dentro del S.I la mano de los estadistas, los neorrealistas plantean que la distribución del poder y la autorregulación son atributos propio del S.I (estructura). La competencia y búsqueda de superación permanente entre estados producirá movimientos y contra movimientos destinados a cancelarse recíprocamente (Waltz, 1979: 270). La tendencia al equilibrio es, por lo tanto, una característica propia de las relaciones internacionales; ocurrirá, lo quieran o no los estados.
A diferencia de lo que piensan los realistas clásicos, donde el hombre, su racionalidad y sus apetitos están en el centro del sistema, para los neorrealistas es la estructura del S.I quien impone sus condiciones al estadista. Autores como Morgenthau han intentado combinar la postura voluntarista y la postura determinista, argumentando que si bien el balance de poder y las políticas destinadas a su preservación son inevitables y esenciales como factor estabilizante del S.I, es igualmente necesaria la intervención de los diplomáticos y estadistas para mantener dicho balance de poder, pero igualmente para crear las condiciones bajo las cuales no resulte imposible pensar un nuevo estado (orden) mundial (Morgenthau, 1966 : 161, 519). Por lo tanto, aquí vemos la centralidad del argumento de la naturaleza humana en el realismo clásico de Morgenthau pero, contrariamente a lo que a menudo se asume, esta visión se aleja parcialmente de la postura conservadora (negativa) de los realistas sobre la condición humana para incorporar una fuerza de cambio positiva.
Con respecto al rol de los hombres de estado, Morgenthau distingue 3 tipos diferentes de líderes. Está el Realista, que piensa en términos de poder y actúa en términos de poder. Luego encontramos al Ideológico, que piensa en términos de principios morales pero actúa en términos de poder (cuando el interés nacional y la moral coinciden) y por último tendríamos al Moralista, que piensa y actúa en función de principios morales (Morgenthau, 1950: 840). Este último es, para Morgenthau, el estadista más peligroso de todos porque pone en jaque la supervivencia del estado al ignorar la lógica detrás del balance de poder: las RR.II no se rigen por consideraciones morales, del bien o del mal, de lo correcto o lo incorrecto. La única preocupación del estadista es cómo equilibrar el poder dentro del S.I, nada más, y nada menos.
Con respecto a la segunda interrogación planteada, a saber qué clase de balance de poder (o que tipo de estructura del S.I) garantiza las mejores opciones de paz o estabilidad del sistema, la bipolaridad o la multipolaridad, los teóricos realistas difieren en función de la escuela a la que pertenecen. Todos suelen estar de acuerdo en que, a mayor número de actores, mayor será la incertidumbre y la cantidad de información que los estadistas deberán manejar. Resulta intuitivo considerar que es más fácil calcular las consecuencias de una determinada política cuando nos enfrentamos a un solo actor que si nos enfrentáramos a 10 actores diferentes. Por lo tanto, la multipolaridad aumenta la incertidumbre. ¿Es por eso el mundo más inseguro? Los neorrealistas, argumentarán claramente a favor de la bipolaridad. Al fin y al cabo, el mundo de la guerra fría, avanzan ellos, fue mucho más seguro que el de la Europa Napoleónica o el de la primera guerra mundial.
¿Por qué los neorrealistas se oponen a la multipolaridad? En primer lugar porque consideran que las alianzas flexibles limitan las opciones de un estado ya que cualquier estrategia adoptada debe no solo satisfacer a los aliados presentes sino también cortejar a los futuros aliados. En segundo lugar, y mucho más importante en términos de seguridad, Waltz (1988: 621) argumenta que si dos bloques competidores están simétricamente balanceados y si la competencia se enfoca en cuestiones vitales (seguridad), el riesgo de default o de abandono de un miembro de la coalición pone en riesgo la seguridad de todos. En un mundo bipolar, por el contrario, los líderes de la alianza pueden elegir sus estrategias principalmente para mejorar sus propios intereses y lidiar con el principal adversario y no para satisfacer a sus propios aliados (lo que llevaría a un sub optimo).
Los realistas clásicos, sin embargo, argumentan que la multipolaridad conduce a la estabilidad porque, producto del aumento de la incertidumbre, los estados serán extra-precavidos. Asimismo, el importante número de actores independientes diluye el nivel de “obsesión” con un solo actor y disminuiría por lo tanto el riesgo de guerra ya que los estados se ven obligados a dividir su atención en un mayor número de actores (Viotti y Kauppi, 1993: 55).
Estas dos visiones tienen una consecuencia directa sobre el tipo de ganancias que buscan los estados. Mientras que para los realistas clásicos el estado busca antes que nada ganancias absolutas, los neorrealistas consideran que las ganancias relativas (el ratio entre las ganancias de dos estados, o las pérdidas de dos estados) son fundamentales porque, en una competencia entre dos poderes, la pérdida de uno es la ganancia del otro.
Waltz (1988: 623) identifica las principales amenazas a la seguridad en cada escenario. En un contexto multipolar, el principal riesgo es que los estados incurran en un error de cálculo (producto de la multiplicidad de actores y de la información imperfecta) en cuanto al balance de fuerzas existente, provocando así políticas agresivas destinadas al conflicto. En un contexto bipolar, la principal amenaza es una reacción exagerada frente a la amenaza rival. Para Waltz, claramente el problema más grave para la seguridad es el error de cálculo, porque mientras que la reacción exagerada en un mundo bipolar tan sólo conduce al desarrollo de una carrera armamentística o al enfrentamiento en conflictos menores y periféricos, el error de cálculo de las grandes potencias en un contexto multipolar tiene consecuencias devastadoras porque amenaza el status quo.
La idea que el balance de poder es el resultado de la incertidumbre y la anarquía del S.I nos conduce a la interrogación siguiente: ¿cómo proceden los estados para garantizar el balance de poder? En otros términos, qué clase de alianzas son necesarias para asegurar que el poder esté uniformemente repartido dentro del sistema o, por el contrario, tengamos una concentración del poder. En última instancia, la pregunta que se hacen todos los realistas es: ¿qué configuración de actores y que estrategias a seguir, en función de la distribución de poder dada, aseguran la estabilidad del sistema?.
Aquí nos encontramos frente a dos conceptos clásicos que enfrentan a la escuela realista con la escuela neorrealista: balancing vs. Bandwagoning. Ambos conceptos parten del supuesto que la distribución de poder en el S.I es desigual, por lo tanto, tendremos estados poderosos (Great Powers) y estados débiles o menos poderos. Sin embargo, como resultado de la constitución de alianzas y las amenazas a la seguridad internacional, los realistas suelen casi exclusivamente tomar en cuenta sólo a los estados poderosos (en particular los neorrealistas). Esto no implica, evidentemente, que entre los estados poderosos la distribución de poder no sea desigual. La idea detrás del balancing es que ninguna coalición logre dominar el concierto internacional. Para evitarlo, se entiende que los estados jugarán con las dotaciones de poder dadas para equilibrar las fuerzas en presencia. Esto implica que un estado poderoso decidirá apoyar a la coalición más débil para así ejercer un contrapeso similar a la coalición más fuerte, protegiendo así la seguridad de todos (Sweeney y Fritz, 2004: 429). Waltz define al balancing como “la alianza con el bando más débil en un esfuerzo por prevenir cualquier tentativa hegemónica” (Waltz, 1979: 126).
Por el contrario, el bandwagoning representa justamente lo opuesto, aliarse a la coalición dominante. Esto es principalmente importante para los estados menos poderosos que ven en la posibilidad de alianza con la coalición más poderosa, no sólo una garantía a su seguridad, sino igualmente la posibilidad de alcanzar ganancias relativas. Por lo tanto, balancing implica una alianza con el más débil, mientras que bandwagoning es una alianza con el más fuerte.
En cuanto al oportunismo o la frecuencia de cada fenómeno, Schweller (1997: 929) apunta: “Balancing is an extremely costly activity that most states would rather not engage in, but sometimes must to survive and protect their values. Bandwagoning rarely involves costs and is typically done in the expectation of gain”. Asimismo, el balancing o el bandwagoning dependerá de la voluntad de los estados poderosos de mantener el status quo (en este caso seleccionarán el balancing) o, por el contrario, de la fuerza de los estados “revisionistas” o “codiciosos” quienes, deseosos de alterar el balance de fuerzas para su beneficio propio, impulsarán políticas agresivas y de desequilibrio (bandwagoning).
Nuevamente Schweller (1997: 929) sostiene: “I argue that this status-quo bias overlooks the main protagonist or catalysts of balance of power theory: revisionist, dissatisfied powers that seek to expand their power at the expense of others. Without these states, there would be little need for security in world politics”. En este sentido, múltiples estudios han demostrado que a menudo la fuente del conflicto y de la guerra en el S.I no es la inseguridad que se desprende de la incertidumbre, sino el accionar de los estados “codiciosos”. Por ejemplo, aquellos que atribuyen la Primer Guerra mundial al dilema de la seguridad, desconocen que la verdadera causa de la guerra ha de buscarse en las aspiraciones expansionistas de Alemania (Glynn, 1992: 21). Aquí conviene realizar un apunte necesario en relación al balance de poder y en relación a la ya vista offense/defense theory . Tanto la evaluación objetiva del poder de cada actor, como la percepción subjetiva del balance son claves para efectivamente regular el balance. En otras palabras, el impacto estructural (distribución de las fuerzas en el sistema) debe ser complementado con la percepción que los estados tienen de dicho balance (Glaser, 1997:200). Los neorrealistas tienden a obviar la segunda parte para focalizarse exclusivamente en la estructura del S.I.
Los realistas clásicos han históricamente favorecido la idea de balancing por sobre el bandwagonning como la mejor manera de mantener el equilibrio. Morgenthau argumenta, por ejemplo, que la intervención americana en las dos guerras mundiales detrás del “bando aliado” se debió no a consideraciones morales, éticas o civilizatorias, sino a un análisis del equilibrio de fuerzas, decidiendo apoyar a la coalición más débil: “It is by virtue of this concern that the United States has intervened in both World Wars on the side of the initially weaker coalition and that its European policies have so largely paralleled those of Great Britain: the maintenance of the balance of power” (Morgenthau, 1950: 835).
Conviene ahora preguntarse qué tipo de alianza (balancing o bandwagoning), ha predominado a lo largo de la historia reciente. Sweeney y Fritz (2004) llegan a ciertas conclusiones interesantes. En primer lugar, durante el período de Guerras Mundiales, la alianza entre grandes potencias era más común que en el período de Guerra Fría (Sweeney y Fritz, 2004: 441, 444, 446). Igualmente, los autores demuestran que las democracias son menos propensas a las alianzas. Otra constatación es que el aumento del gasto militar aumenta la propensión a generar alianzas. Bien que este resultado resulte contra intuitivo (es decir que la alianza no disminuye el gasto sino que lo aumenta), se explica por el hecho que los estados combinan estrategias internas y externas para asegurar su seguridad, en particular en un contexto de self help. En este sentido, ni el aliado más “leal” es garantía alguna en el S.I. En cuanto al tipo de alianza, el estudio de Sweeney y Fritz demuestra, contrariamente a la creencia generalizada, que el bandwagoning es una estrategia igual de dominante que el balancing porque, argumentan los autores, salvo en los casos en que la seguridad se encuentra realmente en peligro (y estos casos tienden a ser minoritarios), los estados poderosos eligen sus estrategias de alianza en función de los intereses mutuos, y no en relación a la distribución del poder en el S.I.. Este punto es ciertamente novedoso en lo que al pensamiento realista refiere, ya que cuestiona la centralidad del argumento del poder como principal determinante del accionar de los estados y en particular que los estados poderosos recurren tanto al bandwagoning como los estados débiles (lo que era de esperar).
En conclusión, en cruciales contextos de inseguridad, los estados poderosos adoptarán la estrategia del balancing, de lo contrario, optarán por la alianza con el más fuerte para maximizar las ganancias potenciales y trabajar en defensa de intereses comunes.
V) La respuesta neorrealista al realismo clásico
El realismo clásico ha intentado explicar las causas de la guerra reflexionando sobre la naturaleza humana y su apetito depredador. El más relevante crítico de esta posición fue Kenneth Waltz (1959), argumentando que los clásicos equivocaban su enfoque centrando su análisis principalmente a nivel individual (unit level analysis o First image realism). Las causas de la guerra, según él, deben buscarse a nivel de las características o deficiencias de la estructura del S.I (Third Person Realism). Es por esta razón que se ha denominado al neorrealismo como realismo estructural o sistémico.
En la teoría neorrealista, el conflicto y la guerra son el producto de un ambiente internacional inseguro, anárquico e impredecible. Son el S.I y las normas que lo regulan (la estructura), quienes fuerzan a los estados a comportarse de determinada manera. El principal objetivo, en este contexto, no debe ser otro que el de garantizar la supervivencia del estado. El neorrealismo depura a la teoría de toda influencia de la naturaleza humana: “States seek to maintain or expand their influence because they are forced to do so by the logic of the system, not because they are disposed to do so” (Shimko, 1992: 293). Aquí el concepto de anarquía se transforma en central al argumento neorrealista. Contrariamente a la fundamentación clásica donde la anarquía no es la causa de la guerra, sino que es una condición del sistema que facilita el conflicto (la causa siendo el deseo del hombre de dominar al otro), en el neorrealismo la anarquía es una fuerza causal que condiciona el comportamiento de los actores.
Conviene aquí explicar claramente qué entienden los neorrealistas por estructura. Al fin y al cabo, se trata de la idea central sobre la que reposa toda su argumentación teórica. Para los neorrealistas, la estructura es: A) La configuración particular de actores dentro del S.I. Este puede ser bipolar, multipolar o hegemónico, y B) La estructura hace referencia a la anarquía que caracteriza todos los sistemas internacionales (la norma que regula el comportamiento de los actores) (Forde, 1995: 145).Si los realistas clásicos pensaban tanto en términos de naturaleza humana como de estructura, los neorrealistas han desnudado a la teoría de toda referencia a la condición humana.
Por lo tanto, lo que explica el comportamiento de los actores en el realismo clásico es el anhelo de poder y dominación, mientras que para el neorrealismo, el comportamiento de los estados es producto del miedo, es decir, la imprevisibilidad y potencial agresividad en el accionar de los estados rivales producto de la situación de anarquía en el S.I (Shimko, 1992: 294). El realismo clásico reposa entonces sobre un análisis individual: la naturaleza humana, y el neorrealismo sobre un perspectiva sistémica: las normas y fallas que regulan el S.I.. El miedo de un acontecimiento: la dominación de un actor sobre otro, no implica que ese hecho esté forzosamente destinado a ocurrir. Pero en un contexto de incertidumbre, la sola posibilidad o, lo que es más importante aún, la percepción que tal acontecimiento pueda suceder, es suficiente para alterar el comportamiento de los estados. Esto conduce inevitablemente a que, si para los realistas clásicos el poder es un fin en sí y la principal preocupación de los estados, para los neorrealistas el poder no es más que un medio para un fin. En situaciones cruciales, la preocupación vital de los estados no es el poder, sino la seguridad.
El neorrealismo redefine los principios básicos del realismo cásico para incorporar el componente estructural. Waltz (1988: 618-619) avanza cuatro principios centrales al realismo estructural: 1) Los Estados son actores unitarios que quieren como mínimo la supervivencia (y como máximo la expansión) y son las unidades constitutivas del S.I.; 2) La característica esencial del sistema es la anarquía (ausencia de monopolio centralizado de la violencia legítima); 3) Los cambios en la estructura y en consecuencia en el sistema ocurren con las variaciones del número de grandes poderes; 4) No hay diferencia entre los actores (pero sólo los estados poderosos cuentan). Por lo tanto, es el sistema el que condiciona el comportamiento de las unidades. Este debe ser explicado en referencia al posicionamiento de los actores en el sistema y no en referencia a las cualidades internas de cada unidad. Producto del estado de anarquía y de la incertidumbre, los neorrealistas adoptan la máxima realista que los actores son por naturaleza desconfiados y hasta hostiles.
Otro aporte innovador del neorrealismo ha sido la redefinición de las relaciones causales. El realismo clásico explica la causalidad unidireccionalmente, es decir que son las interacciones de los individuos y de los estados los que provocan el fenómeno central de las RR.II: la lucha por el poder. Para los realistas, la lucha por el poder sucede simplemente porque los hombres desean ciertas cosas, y no porque sus motivos sean puramente perversos. Para los neorrealistas, sin embargo, al aplicar la idea que la política internacional no puede ser entendida sin tomar en cuenta los efectos de la estructura, refutan el enfoque individual del realismo clásico: que el apetito por el poder es causa suficiente para la guerra (Waltz, 1988: 616).
En relación al poder, los neorrealistas son extremadamente críticos con la idea de acumulación del poder por el poder. En una óptica sistémica, el poder debe servir únicamente para salvaguardar los intereses del estado equilibrando poder con poder. La concentración excesiva (desigual con respecto al resto del sistema) de poder es, a lo largo de la historia, una receta para la guerra. El éxito, como diría Waltz, lleva al fracaso, así le sucedió a la Francia Napoleónica y a la Alemania del siglo XX. Para los neorrealistas, en un mundo bipolar el equilibrio, no el desequilibrio, es la clave, y la disuasión el instrumento. El desarrollo del arma atómica cambió radicalmente la racionalidad de los estados y, argumenta Waltz (1988: 626), ha hecho del mundo un lugar mucho más seguro: “In a conventional world, a country can sensibly attack if it believes that success is probable, in a nuclear world, a country cannot sensibly attack unless it believes that success is assured”. La incertidumbre, no la certidumbre, es la clave para asegurar la disuasión. Sin embargo, aquí encontramos cierta contradicción en la teoría neorrealista cuando argumenta que el desarrollo del arma atómica ha cambiado el comportamiento de los estados a nivel sistémico. Sería entonces un cambio al nivel individual, el hecho que los estados cuenten o no con armamento nuclear, el que ha provocado un cambio a nivel estructural: el fin de la guerra entra las grandes potencias.
¿Por qué el neorrealismo se impuso, a partir de los años 70, como la escuela dominante dentro del realismo? Principalmente porque el neorrealismo sería científicamente “más sólido” que el realismo clásico, a menudo considerado como difuso, intuitivo, contradictorio y metodológicamente débil. Tanto los behavioristas como los positivistas critican la falta de elementos falsificables y verificables del realismo clásico, así como la fundamentación de toda su teoría sobre leyes de la naturaleza humana que son inverificables desde el punto de vista científico (Smith, 1987: 105). El neorrealismo, en respuesta a esto, ha sido un intento de sistematizar la visión realista en una teoría más rigurosa de las relaciones internacionales.
Para Waltz, el neorrealismo representa un progreso científico sobre el realismo clásico porque es capaz de generar proposiciones y predicciones empíricamente verificables y, al focalizar el análisis sobre la estructura como eje central de la teoría, aportar un mayor rigor teórico y metodológico. Sin embargo, este nivel de abstracción teórica de todo lo que no sea la estructural del S.I, ha generado críticas a la posición neorrealista. Al eliminar de toda reflexión teórica los aspectos relacionados a la economía, a la política interna y hasta a la naturaleza humana, el neorrealismo se alejaría de una comprensión exhaustiva de los aspectos y actores que regulan una verdadera teoría de las RR.II (Forde, 1991: 142). Asimismo, la negación de los neorrealistas de toda dimensión ética de la política internacional, en clara fractura con la escuela clásica, ha sido igualmente criticada.
*Este artículo fue presentado en la 9° sesión el Seminario Interno de Discusión Teórica 2013, organizado por el Departamento de Estudios Internacionales de la Universidad ORT Uruguay.
Germán Clulow es Licenciado en Estudios Internacionales por la Universidad ORT –Uruguay, Master en Ciencia Política por la Université de Genève – Suiza, y Master en Estudios de Desarrollo por el Instituto de Altos Estudios Internacionales y de Desarrollo (IHEID-The Graduate Institute) Ginebra, Suiza.
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