“IRÁN-EE.UU.: EN TORNO A UNA LLAMADA TELEFÓNICA"
Resumo
Desde que ha sido “elegido” -(de alguna manera hay que llamar al proceso de selección que los votantes iraníes realizan después que “el dedazo” de sus autoridades religiosas les permiten elegir entre candidatos que ellas mismas pre-seleccionan)- Hassan Rouhani se ha apresurado a iniciar una fuerte campaña con la que intenta convencer a Occidente, y al mundo en general, de que Irán es un país confiable y que está dispuesto a reinsertarse en la comunidad internacional.
La maniobra de Rouhani se entiende, en primer lugar, por la inimitable torpeza e incompetencia de su antecesor, Mahmud Ahmadineyad que supo transformarse en un interlocutor que casi todo el mundo diplomático intentaba evitar.
En segundo lugar, hay analistas que entienden que la evidente voluntad de apertura que manifiesta el nuevo presidente es genuina y que tiene sus raíces fundamentalmente en dos problemas mayores.
Por un lado, las sanciones a las que está sometida la economía iraní, aunque nunca fueron respetadas a rajatabla, comienzan a hacerse sentir a diferentes niveles. Cabe apostar que la opinión pública está sufriendo en alguna medida limitaciones de consumo que están ligadas a formas de descontento popular crecientes.
Por el otro, cabe recordar que al mismo tiempo el régimen iraní ya hubo de enfrentar una serie de cuestionamientos y movilizaciones políticas ‘(fundamentalmente el rechazo a la elección de Ahmadineyad en el año 2009 y el auge del opositor Hussein Mussaví)- que, aunque acalladas oportunamente, no es imposible que pudiesen reeditarse y converger con el descontento popular creciente arriba mencionado.
Por último cabe mencionar que, en buena medida, es posible que Rouhani esté también respondiendo a la actitud moderada que Occidente ha mantenido ante la catástrofe de Siria donde Irán se encuentra clara pero incómodamente involucrado.
En otras palabras, hay una serie de razones de carácter eminentemente táctico que abogan para que el régimen iraní busque presentarse con un perfil más amable.
Esto es relativamente fácil de interpretar porque se trata, en el fondo, más de una cuestión de “modales” que de cambios de fondo en la política exterior del país. En ese sentido Rouhani se ha limitado a remover los obstáculos “de estilo” que se interponían entre la República Islámica de Irán, los EE. UU. y el conjunto de la comunidad internacional. Pero aunque esto sea así, ello no debe ser tratado como un tema menor: el nuevo “tono” iraní ha sido inmediatamente registrado en la arena internacional y, como mínimo, puede decirse que hace posible imaginar -(lo que no quiere decir realizar)- que puedan ponerse en marcha distintos ámbitos de negociación hasta hoy impensables.
Pero hasta la semana pasada quedaba pendiente una duda. Si bien el presidente Rouhani había pronunciado un discurso ante la Asamblea General de las NN.UU. particularmente sensato -(aunque consistente con las posiciones tradicionales de Irán)-, algo particularmente nuevo había sucedido.
Rouhani y Obama habían hablado telefónicamente. Ello constituía el primer contacto directo entre un presidente iraní y un Presidente de los EE.UU. desde hacía 30 años. Este acto, efectivamente, constituía una novedad radical de parte de Irán por más que el Presidente Obama es un verdadero Presidente y el presidente Rouhani es un presidente tutelado por una suerte de “Papa-Ayatollah”, autodesignado como “Autoridad Suprema”.
Por ello, lo más importante, era conocer cuál iba a ser la reacción del Líder Supremo, Ayatollah Alí Jamenei. ante el aperturismo amable del presidente Rouhani. En los hechos durante unos cuantos días la clase política iraní contuvo el aliento. La mayoría de los analistas estuvieron esperando saber cual había de ser la reacción de Jamenei. Sobre todo porque varios comandantes de las poderosísimas unidades de “Guardias Revolucionarios” criticaron públicamente a Rouhani por haber hablado telefónicamente con Obama.
El pronunciamiento de Jamenei es un modelo de acomodaticia ambigüedad. Mientras que el sábado expresó su apoyo al tono conciliador y favorable al diálogo con Occidente de Rouhani, no dejó por ello de criticar algunas “acciones inapropiadas” realizadas por su presidente. Aunque la interpretación -(léase la exégesis)- de la palabra de tan excepcional líder, para nosotros los mortales es siempre algo dificultosa, todo parece indicar que el Ayatollah estaba queriendo significar que la llamada había sido algo prematura aunque no por ello cuestionaba el conjunto del nuevo estilo de Rouhani.
En los hechos Rouhani ya había aludido indirectamente a que el Ayatollah Khamenei se había decidido por “seguir el camino del medio” entre los partidarios de la línea dura y el nuevo gobierno del presidente que entiende cada vez más necesario hacer algún compromiso para conseguir un alivio en las sanciones que están presionando al país.
Por elemental que parezca la actitud política del Líder Supremo, la verdad es que el grado de sectarismo e intolerancia de amplios sectores de la sociedad iraní es tal que, en buena medida, estos están, de hecho, prácticamente fuera de control del régimen. Nótese que, cuando Rouhani retornó a Irán, su comitiva fue abiertamente agredida por integrantes de los grupos más radicales que, al día siguiente, se permitieron llamar a una conferencia de prensa para amenazar a Rouhani de represalias en caso de “cometer nuevos errores”.
Ante semejante radicalización, el Líder Supremo afinó el tiro y, “para acomodar el cuerpo” se dedicó a atacar a los EE.UU. cuestionando así, sólo indirectamente, a Rouhani y advirtió, en un rapto de originalidad, que la Administración Obama “no es confiable” porque se encuentra “bajo el control de una red sionista”.
Como advertirá el lector, las ambigüedades de las distintas autoridades iraníes señalan sobretodo que la situación interna del país está muy lejos de ser estable y que, en el pantano de una política religiosa, o de una religión politizada, es muy poco probable que Irán logre ser un interlocutor creíble para la comunidad internacional hasta que no opte de una buena vez por todas por un formato institucional razonablemente secularizado.
Ello no obsta, desde luego, para que el mundo no siga intentando lograr algún tipo de “statu quo” que permita un mínimo de seguridades. Por ejemplo, donde el nuevo “estilo” y “tono” diplomático parece tener un primer impacto es en el tema de las negociaciones sobre el programa nuclear iraní. Por lo pronto están previstas discusiones entre las grandes potencias del grupo 5 (Estados Unidos, Rusia, China, Francia, Reino Unido y Alemania) e Irán previstas para el 15 de octubre en Ginebra, y ya se ha definido, a fines de septiembre, un marco general para que estas negociaciones se reanuden luego de más de 6 meses de interrupción.
Irán dice ahora, en este nuevo contexto, estar dispuesto a negociar una limitación del nivel de enriquecimiento de uranio, pero no a suspender nunca completamente esta actividad. “Insistimos desde hace 10 años en que no se trata de aceptar una suspensión total del enriquecimiento de uranio”, declaró el viceministro de Relaciones Exteriores iraní, Abas Araghshi. El “marco, el nivel, la forma y el lugar” del enriquecimiento pueden tratarse en las próximas negociaciones “con la condición de que no se cuestione el enriquecimiento y el derecho de Irán” a realizar esta actividad. Como se verá, aunque el fondo de la posición iraní no ha variado sustancialmente, el tono presupone que hay espacios “para negociar” lo que era radicalmente impensable bajo la égida de Ahmadineyad hasta agosto pasado.
Quizás convendría cerrar esta breve aproximación a este accidentado primer capítulo de la nueva moderación iraní recordando que la obstinación de Irán por correr tras la capacidad de generar armas nucleares no tiene que ver primordialmente con Israel. Si a Irán se le ofrecen garantías de que a sus principales enemigos, que están en el campo de Islam (Pakistán, Turquía, Arabia Saudita, etc.), se les quita la posibilidad del uso, o del futuro acceso, a las armas nucleares, recién entonces será plausible encontrar en aquel país una voluntad realmente negociadora en la materia.
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