ARGENTINA: LA ENFERMEDAD EN TIEMPOS ELECTORALES

Autores

  • Marcos Rodríguez Schiavone

Resumo

El 27 de octubre los argentinos renovarán la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio de la Cámara de Senadores, hecho ahora sazonado por los problemas cardiovasculares de Cristina Fernández. Hay quien ve en estas elecciones la futura desaparición de lo que -a falta de términos mejores- llamaremos kirchnerismo; para otros será su consolidación. En realidad, y como veremos más claramente en nuestro artículo pos electoral, probablemente será cuestión de ver el vaso medio lleno o medio vacío. Por ahora limitémonos a analizar la situación actual, la salud de la presidenta, la salud del “modelo nacional y popular” del Ejecutivo argentino y de proyectar, en lo posible, lo que puede esperarse de los próximos comicios.

Democracia delegativa y kirchnerismo

Hay un concepto que debería utilizarse más a menudo para explicar las democracias latinoamericanas. Nos referimos a la “democracia delegativa” del politólogo argentino Guillermo O’Donnell. Aparentemente se cumplen los requisitos de una poliarquía según la terminología de Robert Dahl; no obstante, la institucionalidad liberal (separación de Ejecutivo, Legislativo, y Judicial) se ve suplantada por una pseudoinstitucionalidad basada en el clientelismo, la corrupción, el patrimonialismo y la entronización del Poder Ejecutivo, asimismo centrado en la figura del Jefe de Gobierno/Estado. Tenemos, pues, en lugar de presidentes, salvadores que marcan prácticamente toda la agenda política en un sentido dicotómico de suma cero: “con ellos o contra ellos” o “a favor del movimiento o en contra”. El Congreso se somete a aprobar lo que le señala el Ejecutivo, los jueces no son muy independientes que digamos, etc.

Como la “accountability” se realiza de manera vertical (desde el pueblo) y no horizontal (desde las otras instituciones), estos gobiernos suelen poseer una naturaleza trágica, y sus medidas muchas veces cortoplacistas suelen ser la semilla de resultados justamente contrarios a los deseados (siendo el principal de ellos la permanencia en el poder).

Si bien el concepto en sí puede presuponer una idea de tecnocracia con esteroides, a lo largo del artículo veremos cómo el kirchnerismo -en contraposición con, por ejemplo, el menemismo- sustituye esto con la denominada “transversalidad”.

En todo lo demás, el actual modelo o movimiento denominado “Nacional y Popular” encaja a la perfección con lo que señala O’Donnell, sobre todo en el liderazgo mesiánico de Néstor Kirchner primero y de su esposa después. Se hace, por lo tanto, imperativo hacer mención de su actual estado de salud.

Por más que aparentemente la dolencia de Cristina Fernández pueda reducirse a una pequeña cirugía y un tiempo de reposo, el halo de oscurantismo con que los jefes de estado manejan sus problemas de salud (sin ir demasiado lejos tenemos el caso del propio Kirchner), puede tener dos consecuencias inmediatas: la percepción de que, en efecto, éste sea el último mandato de Fernández -(cosa que ya debería desprenderse desde lo constitucional, pero que nunca se sabe)- y, por lo tanto, que pueda avizorarse la terminación abrupta de un modelo que no encuentra potenciales herederos.

Boudou: Cualquier cosa menos un posible heredero

El título puede tal vez ser exagerado -(pues a veces algún que otro vicepresidente sorprende)-, pero en un principio el -teóricamente- segundo al mando, Amado Boudou, no tiene muchas cartas a su favor como para ser heredero del “movimiento”, ante la remota posibilidad de que se dé el peor de los casos.

Parafraseando una frase probablemente apócrifa de Churchill: “quien no es de izquierda a los veinte años no tiene corazón, quien no es conservador a los cuarenta no tiene cerebro”. Pues bien, Boudou, como muchos kirchneristas “de toda la vida”, transitó el camino inverso e inició su carrera política en el menemismo, más precisamente a través de la Unión del Centro Democrático (UceDé).

De profesión economista, fue escalando posiciones dentro del peronismo provincial y luego nacional, hasta pasar a dirigir la Administración Nacional de Seguridad Social, desde donde gestaría la re-estatización de los fondos de pensiones. Desde allí saltaría a la notoriedad pública siendo designado como Ministro de Economía -(un cargo prácticamente simbólico en el entramado burocrático“K”)- y posteriormente electo vicepresidente por la fórmula que encabezara Cristina Fernández -(cargo que también podríamos calificar de simbólico)-.

No se sabe muy bien cuál es la ideología de Boudou -(si es que, realmente, tiene alguna)-, y la prensa se ha encargado más bien de sacar a la luz sus potenciales lazos en la compra de la imprenta de papel moneda Ciccone y de temas más chabacanos como su gusto por el rock, las motocicletas y los restaurantes BoBo de Puerto Madero.

No parece tener relaciones significativas con el Partido Justicialista, los movimientos transversales de izquierda o la Cámpora -(que como veremos a continuación son las tres estructuras que sostienen al kirchnerismo)-. Tampoco lo acompaña la sociedad -(los sondeos marcan que es la figura más impopular del gobierno)-, lo que probablemente suponga que, en caso de asumir la presidencia de forma definitiva, sea prontamente deglutido por cualquiera de los tres movimientos previamente mencionados, tal como sucedió recientemente con el gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli.

Dos elecciones en una

Como señalamos, Amado Boudou tomará el mando en uno de los momentos políticos decisivos para el “modelo”, como son las elecciones legislativas de midterm. Es menester recordar que, en cuanto a partidos, en Argentina existe una doble lectura: la de las etiquetas tradicionales, donde tenemos un Partido Justicialista, un partido Unión Cívica Radical, diversos partidos de izquierda, etc.; y la que funciona en realidad, donde existen varios lemas o varias alianzas dentro de los partidos, facciones dentro de los anteriores,y un menjunje donde todo se mezcla, o se separa, por motivos locales y/u ocasionales y a niveles insospechados en tanto vamos de lo nacional a lo provincial, y de lo provincial a lo local, y así ad nauseam. En todo caso, esta dicotomía se irá aclarando en tanto se avance en la lectura.

Yendo al tema en sí, ya tuvimos un preámbulo electoral con las relativamente novedosas PASO (Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias) del 11 de agosto. ¿Para qué sirven las PASO? En primer lugar, y como su nombre lo indica, para dilucidar la nómina que encabezará la lista de candidatos de cada partido. Este procedimiento suele ser bastante subutilizado, y muchas veces se va con una lista única que a posteriori se utilizará sin cambios. Las PASO también fijan una barrera del 1,5% a ser superada para que un partido pueda presentarse en su circunscripción en las elecciones.Finalmente -y curiosamente tal vez lo más importante -(dado que no es una consecuencia jurídica de las mismas)-, medir y comparar el peso político de cada lema o alianza. De esta manera, entre las PASO y las Legislativas, a uno le queda la extraña sensación de estar viviendo dos elecciones a la vez o una misma elección en dos fechas distintas.

Dicho más fácil y en términos balompédicos: quien gana las PASO comienza el partido ganando 1 a 0. Sobre todo con un electorado anti kirchnerista ultra fragmentado, que eventualmente no dudaría en cambiar su voto por alguien con posibilidades percibidas o reales de ganarle al oficialismo (voto útil). No obstante, como veremos al final, un partido no equivale a un campeonato…

La naturaleza del poder kirchnerista: Estructura partidaria

Podrían escribirse libros enteros en cuanto a las características del Frente para la Victoria -nombre del kirchnerismo dentro del peronismo- si es que se quiere, o se puede, caracterizarlo de alguna manera “trascendental” que supere a una sucesión de acuerdos electorales permanentes o temporales. Teniendo eminencias filosóficas como Ernesto Laclau encargándose de lo primero, y además pretendidamente “en serio”, mejor simplemente conformarse con lo segundo.

Un poco como Menem, y del mismo modo que Duhalde -(de hecho éste último es el que otorga la herencia a su supuesto delfín, Néstor Kirchner)-, la raíz del poder kirchnerista reside geográficamente en la Provincia de Buenos Aires. Provincia con una superficie mayor que la de Uruguay, sus casi 16 millones de habitantes se encuentran principalmente en los suburbios de la ciudad homónima (que, recordemos, conforma un distrito aparte con otros 3 millones). Para hacerse una idea de su peso político: 70 de los 257 diputados provienen de dicho lugar. Es aquí donde encontramos el peronismo más “puro”, aquél del que nos hablaba Borges, el de los intendentes que son intendentes desde que retornó la democracia, con caudillos que si se “cortan solos” pueden ser vulnerables, pero actuando en colegiado son una fuerza temible que puede hundir a un presidente -(como no pocos sostienen que sucedió en la caída de De la Rúa)-.

Una relación positiva con la mayoría de este aparato ha sido imprescindible para gobernar -(y de hecho, como veremos a continuación, ha sido su fisura lo que ha puesto en aprietos a la presidenta)-: el gobierno central da, el intendente construye, ambos inauguran y así se forja este vínculo tan imprescindible para ambos. Dicha práctica también se repite con los gobernadores de las provincias afines, pero, por una cuestión de escalas, de manera mucho menos evidente.

La transversalidad y el surgimiento de “La Cámpora”.

La segunda pierna del kirchnerismo surge de la transversalidad. Éste es un concepto bastante más amplio y de difícil caracterización. Teóricamente, es una “apertura” de, primero Kirchner, Fernández luego, a aquellas corrientes de otros partidos que coincidieran con lo esencial del autoproclamado “Modelo Nacional y Popular”. De esta manera fue que terminó como vicepresidente el radical mendocino Julio Cobos, reconocido luego por su voto “no positivo” a la resolución 125 que produjera el lock-out agropecuario. Así podríamos seguir con otra larga lista de los radicales -(o socialistas, etc.)-“K”.

La transversalidad –no obstante- se da también a un nivel más micro, utilizando o apoyando -(según cómo se lo mire)- a actores políticos, sociales, culturales y mediáticos con un pacto de fortalecimiento mutuo. De allí surge la verdadera esencia del kirchnerismo: los sindicatos afines cortando la circulación de La Nación o Clarín; el Fútbol para Todos -“campeonato Néstor Kirchner”-; la defensa y el pago de pasajes a los “barrasbravas”, las obras sociales de grupos moderados y otros no demasiado; la prensa obsecuente; el arreglo con los industriales para frenar las importaciones competitivas; el pacto de precios para maquillar la inflación; el grupo de intelectuales de la denominada “Carta Abierta”, etc. Todo esto es kirchnerismo que, sin ser totalitario, no deja de demostrar una verdadera vocación totalizadora.

Este modelo de utilización del aparato partidario por un lado y de la transversalidad por el otro, se ha visto amenazado por otro tercer elemento: el grupo denominado “La Cámpora”.

Poco se sabía de “La Cámpora” hace algunos años. Para muchos no era más que un grupo de juventudes lideradas por el primogénito Máximo Kirchner para apoyar al padre. En los hechos, y progresivamente, se reveló como una suerte de “vanguardia kirchnerista” que, poco a poco, fue avanzando en todo nivel de la estructura de poder. Muchas veces tal vez no ocupando los puestos principales en el gobierno, pero hasta en esos casos, ejerciendo el poder de forma paralela y/o indirecta. ¿El perfil del típico “camporista”? Joven, sin una carrera política extensa, inflexible, incondicional. Una caracterización que, sin duda, le genera más confianza a la presidenta que “los políticos de siempre”, los primeros en huir cuando las papas queman.

El antikirchnerismo desde el peronismo

Sea por una gestión considerada como mala por algunos, sea por las incertidumbres que generan algunos comportamientos erráticos del gobierno, o sea -(más probablemente)- por miedo a soltar el poder o –peor- que la presidenta no lo suelte… la cuestión es que desde la reelección de Cristina Fernández ha habido una serie de rupturas de actores clave con la jefa de Estado.

La primera, y de las más significativas, fue la de Hugo Moyano, líder de la Central General de Trabajadores, organización simbiótica al Partido Justicialista. Desde un discurso hasta complaciente, Moyano pasó a organizar mítines multitudinarios en contra de la presidenta, que, a pesar de que se hiciera con algunos sindicatos menores, no puede comparar fuerzas con los moyanistas: un país no puede vivir sin camiones, como bien pudo verse en el Chile del 1973.

Moyano en un principio se alió con Fernando de Narváez, peronista de derecha, y quien ganara notoriedad en las últimas legislativas de midterm tras derrotar nada menos que a Néstor Kirchner en la Provincia de Buenos Aires. En dicha instancia, el Jefe de Gabinete era un tal Sergio Massa, antes y ahora Intendente de Tigre: es decir, uno de los jefes políticos del conurbano. Y que, malabares de la política mediante, decidiría convertirse eventualmente en el principal retador al kirchnerismo en la provincia para las presentes elecciones.

Massa, con sus primeros pasos en la UCeDé (como Boudou), candidato joven, buena gestión, buena relación con muchos otros jefes del conurbano, buena relación con la prensa, oposición constructiva, y con un nuevo “lema-dentro-del-peronismo”…el Frente Renovador. Pronto su candidatura sería aupada por la prensa anti kirchnerista, por otros políticos de la provincia y –cómo no- por una seguidilla de personajes de la farándula de los que su exposición abunda en ambas orillas del Plata.

Massa también recibió el apoyo implícito del Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (CABA), el presidenciable Mauricio Macri del conservador PRO (Propuesta Republicana), que en los hechos no presentaría ninguna lista que pudiera perjudicarlo.

El gobernador de la provincia, Daniel Scioli, “amagó” hasta último momento entre aliarse con Massa o con el kirchnerismo (el que por cierto le estaba haciendo la vida imposible), pero terminó decidiéndose por lo segundo. ¿El candidato del Frente para la Victoria? Martín Insaurralde, intendente de Lomas de Zamora.

El duelo en las PASO entre dos candidatos de perfiles similares fue menos parejo de lo esperado: un 35% de Massa contra 30% de Insaurralde. Es posible que esta distancia se incremente, dado que, probablemente, muchos votantes de De Narváez (10,5%) se pasen al caballo ganador…cosa que, por cierto, ya hizo Moyano.

El resultado en la provincia de Buenos Aires probablemente se asemeje entonces a una victoria massista de más de diez puntos, y un voto para el justicialismo de la nada despreciable cifra del 75% u 80%.

La situación en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA)

Mientras que en la Provincia hay un duelo entre peronistas, en la CABA, es decir, la Buenos Aires limitada por la Avda. General Paz y el Riachuelo, el principal enfrentamiento se da entre opositores al gobierno de derecha (el ya mencionado PRO de Mauricio Macri) y de centro (el nuevo partido UNEN).

El UNEN fue de los pocos partidos que hizo uso de las PASO para lo que teóricamente sirven, es decir, poner unos cuantos candidatos y que gane el mejor en la elección interna. Que no sean peronistas no quita que no tomen en cuenta ciertas prácticas comunes a los primeros, y uno de los candidatos era el autor intelectual de la ultrakirchnerista Resolución 125, Martín Lousteau. No obstante, terminó quedándose con la victoria interna Elisa Carrió: la única opositora verdadera según sus defensores y una delirante profeta del apocalipsis para sus detractores.

Con ella competirá el mediático rabino Sergio Bergman (PRO) en diputados, mientras que en senadores se augura un enfrentamiento entre Pino Solanas (UNEN), Gabriela Michetti (PRO) y, quizá, Daniel Filmus (FpV).

Como existe el denominado “corte de boleta”, es muy probable que en diputados gane Carrió y en senadores Michetti, en todo caso ambas son sendas opositoras al gobierno nacional.

Santa Fe, Córdoba y Mendoza

Las siguientes tres provincias por orden demográfico tampoco auguran buenas noticias para la presidencia, y lo más probable es que se den victorias opositoras en diputados. La cuestión pasa por conocer la dimensión de las mismas.

En Santa Fe lo más probable es que gane cómodamente el candidato socialista, ex gobernador y ex intendente de Rosario, Hermes Binner, quien por su profesión de médico y su evolución política guarda ciertos parentescos con Tabaré Vázquez. Una victoria contundente le ayudaría, además, a reclamar una nueva candidatura presidencial en algún bloque de centro-izquierda no peronista. El segundo lugar va a ser una dura lucha del PRO (que lleva como candidato al humorista Miguel Del Sel) contra el kirchnerismo, que parece haberse adueñado del peronismo local tras la retirada del ex gobernador Reutemann.

Mucho se ha manejado extraoficialmente que el kirchnerismo planea dar pelea en Córdoba, sobre todo por escándalos derivados del narcotráfico que podrían afectar al gobernador José Manuel de la Sota y su candidato Juan Schiaretti. Pero esto suena exagerado si tenemos en cuenta el cuarto lugar del FpV en las PASO, por debajo incluso de otro “mediático” del PRO, el ex árbitro de fútbol Héctor Baldassi.

Finalmente, Julio Cobos parece tener todas las posibilidades de tomar venganza contra el kirchnerismo en Mendoza, donde su UCR local podría superar la mayoría absoluta.

Reflexiones previas a conclusiones apresuradas

El kirchnerismo probablemente pierda la Provincia de Buenos Aires. Probablemente también sea arrasado en los restantes cuatro distritos más importantes. ¿Es esto un presagio del fin? Definitivamente no.

En primer lugar, consideremos lo cualitativo. La Cámpora, tan denostada por irreflexiva e incondicional, es precisamente eso: irreflexiva e incondicional. Tenemos, entonces, un cuerpo de políticos jóvenes razonablemente preparados, que probablemente renieguen de las estructuras pejotistas tradicionales o que incluso las desprecien. Del 1989 hasta la fecha -(con el interludio De La Rúa)-, el poder se basó en los eternos barones del conurbano o en tres o cuatro gobernadores. Tal vez Cristina Fernández pueda darse el lujo de prescindir de dicha lógica a través de La Cámpora y de la transversalidad micro de elementos afines.

Segundo, no olvidemos la capacidad peronista de generar nuevos acuerdos con tal de perpetuarse en el poder. Si el oficialismo cede un poco y no va - como dijo la presidenta en algún momento - “a por todo” ¿qué nos dice que no termine acordando con un dolido De Narváez o un camaleónico Massa?

Tercero, no tengamos una concepción centralista. Los medios argentinos que trascienden fronteras ponen mucha atención en los dos Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Mendoza. Olvidan, no obstante, que existen otras 19 provincias, algunas de ellas completamente dominadas por el FpV y que también aportan sus senadores y diputados.

Se olvidan también -cuarto error- de las frías matemáticas. Las alianzas políticas no ponen en juego un mismo porcentaje de sus bancas, y de hecho -(paradojas del destino)- la que proporcionalmente arriesga menos es el FpV. Tal vez no llegue a existir una mayoría abrumadora como la presente, pero alguna alianza con partidos pequeños bien podría consolidar una continuidad en el control oficialista de ambas cámaras.

Por estas cuatro razones es que debemos tomar algunos datos con pinzas. Recordemos, al fin y al cabo, que muchos daban por terminado al kirchnerismo tras las legislativas del 2009…

De donde surge que la mayor incógnita es la salud de Cristina Fernández. Si bien siempre se ha negado toda aspiración re-reeleccionista, uno no puede, a estas alturas, imaginarse un kirchnerismo sin una persona donde, guste o no, se une la política con los movimientos sociales y con el ala vanguardista de La Cámpora. Deberá verse, en el peor de los casos, si toda esta dinámica puede reinventarse en un nuevo centralismo o si finalmente implosiona para dar luz a un entramado de nuevos esquemas y actores. Seguramente atrabiliariamente peronistas en su inmensa mayoría…

 

Sobre el autor

Estudiante de la Licenciatura en Estudios Internacionales

FACS-ORT-Uruguay

Publicado

2013-10-10

Edição

Seção

Política internacional