El aumento en el precio de los alimentos: Crisis u Oportunidad (Parte Final)

Autores

  • Ing. Agr. Álvaro Ramos

Resumo

En la primera parte del presente artículo se analizaban algunos aspectos relacionados al aumento en el precio de los alimentos y la situación especial del Uruguay como productor de los mismos.

Ver Incertidumbre y volatilidad

La cuestión es ver si estamos dispuestos a revisar el rumbo de la política de inversión pública y construir verdaderamente nuevas ventajas competitivas que nos pongan a cubierto de cambios en la dirección de los mercados y de la volatilidad de los precios?

La cuestión es cómo desde una región y un país exportador neto de alimentos preservamos nuestro “capital” inigualable (gente, saberes, capacidades y recursos) y logramos conservar esta nueva relación creada en los últimos años en los términos de intercambio? Éstos dieron una verdadera “vuelta de campana” desde el 2004 en adelante y más allá de la volatilidad que ha caracterizado a la evolución de los precios, la tendencia en general ha sido al alza. La volatilidad en los precios ha estado y seguirá estando presente. Solamente hay que mirar hoy mismo el comportamiento de los mercados frente a las expectativas de malas cosechas en el hemisferio norte derivadas de la sequía en las zonas agrícolas de los Estados Unidos.

Para actuar en consecuencia preguntemos entonces qué factores causan o han estado detrás de estos aumentos y de esta volatilidad y si seguirán estando en el futuro cercano? La debilidad del dólar, las bajas tasas de interés, la operación de los fondos de inversión buscando refugio en los mercados a futuro de las commodities agrícolas, el aumento del precio del petróleo, los estímulos a la producción de biocombustibles, los eventos climáticos y sus shocks sobre la oferta. Qué de esto es aleatorio o permanece?

Vayamos por partes. Sabemos que hay factores que considerados más estructurales incidieron en el aumento sostenido de los precios de los alimentos. La demanda sostenida proveniente del Asia, las consecuencias del cambio climático y los acuerdos políticos a nivel internacional para mitigar sus efectos, la falta de stocks, la relativamente baja productividad agrícola en ciertos rubros claves para la provisión de proteínas, la consolidación de los biocombustibles como complemento al petróleo, la escases relativa de tierras con aptitud agrícola.

Cuántos de estos factores van a perdurar, es la pregunta pertinente y también por donde deberían ir las políticas públicas que aseguren un mejor aprovechamiento de la renta generada en los años de bonanza: (i) educación, capacitación, formación y entrenamiento en nuevas habilidades y destrezas laborales, para puestos de trabajo más calificados; (ii) inversiones en infraestructura de transporte multimodal y comunicaciones; (iii) construcción de capacidades, humanas, sociales e institucionales, para tener mejores empresas, organizaciones sociales y redes de estas y mejores instituciones públicas para competir en los mercados tanto por costos como por credibilidad; (iv) investigación C&T, capital de riesgo para nuevos negocios tecnológicos y (v) generar un ambiente favorable para la inversión productiva.

Ahora bien, seguramente la palabra clave en los próximos años, acompañando buenos precios en los alimentos y en los productos que exportamos será incertidumbre.

Un escenario probable es que finalmente el impacto de la crisis europea y la lenta recuperación de USA, afecte las economías de los países emergentes y por tanto frene el aumento de la demanda de commodities. Si a esto se le suma la crisis de gobernanza en el sistema comercial de los alimentos y el aumento del precio del dólar, no sería extraño notar una pérdida de confianza en los inversores, respecto del mercado de commodities y que éstos vuelvan a refugiarse en el dólar. Esto empujaría a la baja el precio de los productos agrícolas, aunque desde niveles superiores a los históricos y aún muy lejos del piso al que llegaron entre el 2000 y el 2004. Entonces podemos mirar el “vaso medio lleno” y pensar/actuar en el entendido que aún hay tiempo y hay oportunidades de mercado basadas en una demanda en expansión. Seguramente no tan expansiva como en los últimos dos años pero expansiva aún, basada en los factores más estructurales que permanezcan. Habrá que ajustar la estrategia, habrá que afinar los objetivos y habrá que lograr una mayor eficacia con la aplicación de las políticas y sus instrumentos con menos recursos.

Sin embargo ya vimos como las expectativas de una mala cosecha por las consecuencias de la sequía en los Estados Unidos a empujado el precio del maíz y la soja nuevamente a niveles históricos. Una vez más en un escenario de aumentos y precios tonificados, la volatilidad como factor de incertidumbre.

La respuesta inteligente es también, actuar por el lado de los costos (que también se disparan) y aplicar políticas públicas que den sustento a una competitividad generalizada en la producción agropecuaria y las cadenas agroindustriales.

Hay también un futuro particularmente auspicioso (aún en mercados menos expansivos) para la pequeña producción agropecuaria (lechería, ganadería de cría, pequeños agricultores asociados en cooperativas), si se inserta de alguna o de varias maneras en los mercados, proveyendo productos y/o servicios útiles a las cadenas de valor, de calidad adecuada a precios lógicos y con una oferta fiable y oportuna. Este posicionamiento es el que justifica las políticas diferenciadas para la agricultura familiar o pequeña producción agropecuaria y las inversiones por parte del Estado en la generación de nuevos y mejores bienes y servicios públicos, que le permitan construir capacidad de competencia.

 

Colofón

Las recetas y las políticas anticíclicas, no son de izquierda, ni de derecha y el riesgo de los populismos basados en el asistencialismo es la falta de sustento ético político y económico, ya que cuando cambia el viento y los recursos se acaban, los pocos que quedan se orientan hacia la auto – justificación y a lograr su perduración en el poder mediante el concurso de poderes tanto fácticos como económicos.

Por ello pensamos que el diálogo sobre políticas públicas entre gremiales empresariales, de productores agropecuarios, agricultores pequeños y familiares, y el gobierno es más necesario aún hoy en que los escenarios comerciales y de precios se mantienen tonificados, pero que al mismo tiempo presentan altas dosis de incertidumbre, tanto por el lado de la volatilidad en los precios, como por el lado del aumento de los costos, y también con recursos de inversión pública recortados.

El desafío de esta generación que goza de una nueva relación histórica en los “términos de intercambio comerciales”, es consolidar un país productor de alimentos, con nuevas ventajas de competencia que den sustento y viabilidad a más agricultores productores de alimentos.

 

Sobre el autor

Catedrático de Proyectos finales de Estudios Internacionales,
FACS, Universidad ORT Uruguay.
Ex Ministro de Relaciones Exteriores. Ex Ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca. 

Publicado

2012-08-30

Edição

Seção

Comercio y economía internacional