Enfermedades de transmisión textual
Resumo
Visto en Facebook:
“La mala ortografía es una enfermedad de transmisión textual. ¡Protégete!”
Leo esta frase en el muro de un amigo. Me sorprende pero no sé si me gusta o no me gusta. Me quedo, por supuesto, con la primera parte del mensaje, aunque no sé si me quedo con la parte donde nos advierten de la necesidad de protegernos de la transformación de los idiomas. Y ahora argumentaré por qué.
Es un hecho. Ahora escribimos mucho más que antes y utilizamos los teclados mucho más que el bolígrafo. Como escribimos más el estilo cambia, se relaja. El correo electrónico supuso un cambio en las formas de escribir. Ahora bien, el gran cambio llegó de la mano de los mensajes de texto de los celulares; y del chat y la mensajería instantánea, primero en la computadora y después en los dispositivos móviles.
Las características de los SMS favorecieron que los usuarios más jóvenes, probasen formas alternativas de lenguaje. La idea es hacer llegar el mensaje, no importan ni la ortografía ni la gramática. La clave está en la longitud de los SMS, 140 caracteres en general. Además, la poca usabilidad de los teclados de los celulares, que nunca fueron diseñados para escribir frases largas, convida todavía más a alterar la forma de escribir.
Los SMS, la mensajería instantánea, los micro-blogs (como Twitter), y las redes sociales online ya son canales habituales a través de los que transmitimos todo tipo de mensajes. El lenguaje que utilizamos en estos canales suele combinar elementos de oralidad y textualidad. Sus características influyen en la forma de escribir, por lo que estamos ante un caso más en el que la evolución tecnológica actúa como un factor de cambio cultural.
Los cambios en esta nueva forma de textualidad se trasladan al mundo de la comunicación oral y vicerversa. Los procesos se retroalimentan y el lenguaje, efectivamente, se transforma.
Pero no es la primera vez en la historia de las lenguas que un idioma se transforma. Los idiomas de raíz latina no son ni más ni menos que la versión vulgar del latín, la lengua culta que se transformó a través del uso dando lugar a distintos idiomas: español, francés, italiano, portugués, catalán, etc.
No es necesario ir tan lejos en el tiempo. Les propongo que busquen una carta comercial escrita hace 30 años y verán cómo se ha transformado el lenguaje.
La gran diferencia es que la generalización del texting ha acelerado los procesos de transformación del lenguaje. Esto hace mucho más fácil detectar las diferencias. Al menos a las personas adultas les resulta muy fácil distinguir qué es el lenguaje formal o lenguaje estándar y qué es texting, una forma de lenguaje informal.
Eso sí, algun@s adolescentes parece que no distingan qué tipo de lenguaje deben utilizar en cada contexto, de manera que este nuevo lenguaje, transgresor porque no respeta ni las normas ortográficas ni gramaticales, invade los ámbitos en los que se utiliza el idioma estándar o, incluso, el formal. Esto genera rechazo entre la población más adulta que recibe los mensajes, no sólo porque se interpretan como un mal uso del lenguaje sino porque, además, pueden resultar incomprensibles.
El texting hace tiempo que ha salido del ámbito adolescente. Transforma el lenguaje de otros grupos de la sociedad porque hay contacto entre idiomas. No se trata de un lenguaje privado que los grupos que lo utilizan quieren que sea secreto. El texting está presente en la publicidad, en contextos informales de comunicación con y entre la población joven. Y también en contextos laborales, propios de adultos, en los que los dispositivos móviles justifican estas prácticas. Y si no, piensen qué raro era aquel mail que recibieron de un colega de trabajo la primera vez que les escribió desde su BlackBerry.
El lenguaje informal se cuela en contextos donde lo habitual es el idioma estándar. Ambos lenguajes se influyen mutuamente, en un proceso habitual que hace evolucionar los idiomas, de manera que estamos ante un momento claro, y clave, de transformación del lenguaje. Es un proceso realmente rápido y, por tanto, mucho más evidente que otros procesos de transformación previos. Por esto hay quien opina que debemos protegernos.
Personalmente, no me queda claro que haya que protegerse. O por lo menos no me queda claro de qué hay que protegerse. Las lenguas vivas se caracterizan por sus cambios, y ahora estamos ante uno de ellos.
A mi entender, la clave es comprender que cada día contribuimos a transformar el lenguaje. Para que esta transformación sea un proceso consciente, adolescentes y jóvenes deben tener información suficiente: su entorno les va a enseñar este nuevo lenguaje, el texting, y si no lo aprenden van a quedar excluidos en su grupo de iguales; en la escuela deben aprender el idioma normativo. Y también deberían aprender, por una parte, cuál es el poder de transformación que tienen en sus manos, en sus prácticas comunicativas. Y por otra, en qué contextos deben utilizar un registro del idioma u otro para garantizar que su mensaje llega y resulta comprensible.
El lenguaje, el idioma, va a seguir transformándose. Con, sin o a pesar del texting. Tal vez podríamos retomar esta discusión dentro de 30 años y analizar cuáles han sido las transformaciones que, efectivamente, han cuajado. Eso sí, dentro de 30 años también se discutirá sobre la mala ortografía.
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