“CON LA AYUDA DE DIOS…”
Resumo
...haremos lo que está en nuestras manos para sacar al país de la crisis cuanto antes”, afirmaba Antonis Samaras luego de haber jurado como Primer Ministro de Grecia. El inconveniente es que todo indica que no le alcanzará con la ayuda divina.
Necesitará ayuda de la misma coalición de gobierno que conformó, empezando por su propio partido. Con 179 escaños, 28 por encima del mínimo para conformar y sostener a un gobierno, en principio estaría a cubierto de las defecciones puntuales de un legislador o un grupo de ellos. Pero, sin duda, éstas serán inevitables dada una gestión que estará pautada por la concreción de la mayor parte de las medidas de austeridad aprobadas con anterioridad. Gestión que se contrastará, además, con una campaña electoral en la que se prometió suavizar esas medidas, bajar impuestos e incrementar las ayudas sociales.
Necesitará ayuda del Pasok —también del otro socio, Izquierda Democrática, pero más del primero— que se integra a la coalición con la certeza de que le será muy difícil resistir un nueva debacle electoral. Por eso Pasok se esforzó hasta último momento para que Syriza se integrara a la coalición. Con Syriza afuera de ella, el electorado descontento podrá seguirse corriendo hacía allí si el Gobierno fracasa. Con algo de esto en la mente probablemente, es que los socios de la coalición decidieron no aceptar cargos en el Ejecutivo. Una pequeña “puerta de salida” para evitar, eventualmente, que el pueblo heleno no los castigue aún más electoralmente. Como consecuencia, se dice que en lugar de una efectiva coalición de gobierno se está ante una coalición legislativa, lo que configura un escenario que transmite inestabilidad.
La sensación de alivió que corrió por la derrota de Syriza en las elecciones del 17 de junio fue más una apelación a que las cosas se vieran como normalizadas que el convencimiento de que lo estén realmente. La coalición de gobierno conformada al haberse incorporado la Izquierda Democrática tiene una mayor base de sustentación que la que habría surgido de una coalición exclusivamente basada en Nueva Democracia y el Pasok. Pero incluso así la coalición de gobierno no alcanza a representar el 50% de la ciudadanía griega. Aunque fragmentada, la mayoría ciudadana es contraria a los ajustes. Y si no fuera por el premio en escaños al ganador, no habría gobierno posible con una realidad polarizada como la que se vive hoy en Grecia, donde entre el primero (Nueva Democracia) y el segundo (Syriza) sólo hay menos de tres puntos de diferencia, ocho diputados. Siendo realista, la legitimidad sustantiva de una coalición así conformada corre serios riesgos de deteriorarse rápidamente.
Necesitará ayuda de Syriza —especialmente en lo que deje de hacer— porque lo que está por verse es si este partido pasa efectivamente de la retórica opositora radical a concretar conductas desleales. Syriza, que de un 4.6% del electorado en el 2009 pasó en mayo al 16,8% y que en junio creció diez puntos más, 26,8%, ha sido el mayor beneficiado del desgaste de los partidos otrora mayoritarios, sancionados por la ciudadanía debido a su rol en la aprobación de los rescates internacionales y por el apoyo a las medidas de austeridad. El líder de Syriza, Alexis Tsipras, no tiene ningún incentivo para cambiar su postura, sabedor que sí tiene todo para ganar en el caso de que la gestión de la coalición resulte insatisfactoria. Ya lo dijo claramente cuando afirmó que “no existía ninguna posibilidad de que se aliara con los partidarios de la austeridad y del terrorismo económico impuesto por los acreedores”. Visiblemente, en la vereda de enfrente.
Aún así, tampoco sería conveniente heredar un país hecho pedazos, por lo que es probable que su mayor anhelo sea que Samaras saque a Grecia de la encrucijada al mismo tiempo que el precio que tenga que pagar por ello lo termine de dañar electoralmente. Sobre esta línea de razonamiento quizá la apelación a dar la lucha no sólo en el Parlamento sino principalmente en “la calle” (las dos centrales sindicales griegas están ahora alineadas con Syriza) sea parte de la necesidad de mantener unido a su partido más que a una verdadera estrategia de acorralar al Gobierno. No obstante, el límite entre una cosa y otra es muy borroso.
Samaras también necesitará que sus socios europeos lo ayuden con algo de oxígeno. Durante la campaña electoral todas las voces que se escucharon fueron para advertirle a la ciudadanía griega que no votara a Alexis Tsipras porque las consecuencias negativas para Grecia serían dramáticas. Se sustituyó cualquier análisis por meras lecciones de moral, al decir de Paul Krugman. Para cualquier cambio de escenario, naturalmente, había que esperar a que las urnas helénicas hablaran. Inmediatamente conocidos los resultados, el Ministro de Exteriores alemán manifestó que sería posible volver a hablar sobre los plazos de los programas de austeridad pero muy rápidamente fue desmentido por el Ministro de Finanzas y por la propia Merkel. La inflexibilidad continuaba predominando.
De cualquier manera, ya nada es igual. Europa no es lo que era se dijo con razón. La propuesta de Hollande sobre incorporar al Pacto Fiscal (la austeridad) un Pacto por el Empleo y el Crecimiento es respaldada por Italia, España, el G20 en general, la OCDE, el Banco Mundial y por Obama que tiene sus propios intereses como para intentar gestionar un plan de acción que flexibilice de algún modo la postura intransigente de Alemania. Las señales comenzaron a hacerse evidentes luego de que Alemania, Francia, Italia y España, las cuatro mayores economías de la Unión Europea, acordaran fomentar el crecimiento con 1% del PBI.
Sin embargo, Samaras necesita cosas más concretas y por eso propuso dejar en suspensión la reducción del salario mínimo y de las pensiones y no despedir a los 150.000 empleados públicos, sino reducir los mismos por la vía de bajas voluntarias y jubilaciones. La Cumbre Europea que se realiza por estos días —sin Samaras que no asistirá por estar en reposo pos operatorio— podría arrojar novedades, aunque las expectativas son escasas. Porque, incluso, es sencillo imaginar que las posibles señales de atenuación de las medidas de austeridad o de sus plazos no tendrán una contundencia tal como para cambiar en la ciudadanía griega la certeza de los sufrimientos que sabe le esperan.
En resumen, un escenario muy complejo para un gobierno de coalición griego que a todas luces se revela como débil y cuya duración nadie se atreve a pronosticar.
*Licenciado en Ciencia Política
Universidad de la República
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