FRANCIA: NO GANÓ HOLLANDE, PERDIÓ SARKOZY

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  • Adolfo Castells Mendívil

Resumo

En cifras redondas por 52% a 48%, triunfó en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas, el candidato socialista François Hollande. No fue una sorpresa, por unanimidad las 13 encuestadoras más importantes lo daban ganador, con un porcentaje de entre 52 y 55, mientras que para Sarkozy esas cifras eran entre 46,5 y 48.

Bien por las empresas de opinión galas que, ciertamente, aciertan mucho más que sus colegas de otros países y todas —tanto en la primera como en la segunda vuelta— estuvieron dentro del margen de error.

LA PRIMERA VUELTA

Se celebró el 22 de abril, con una participación importante de casi el 80% de los habilitados para votar. Ganó François Hollande, con 28,63%, ante el Presidente actual Nicolas Sarkozy, 27,18%; Marine Le Pen, 17,9%, Jean-Luc Mélenchon, 11,11%; François Bayrou, 9,13%; y Eva Joly, 2,31%.

¿Lecciones de las urnas? 1) Dado que el “anti-sarkozysmo” se había convertido en un deporte nacional en Francia, la diferencia de un punto y medio parecía escasa.

2) Hollande que había partido desde una baja credibilidad y que se había beneficiado por la obligada ausencia de Dominique Strauss-Kahn, logró superar las expectativas, dando una imagen —aún sin experiencia ministerial— de capacidad para administrar los asuntos del Estado.

Por otra parte, no contestó agravios, se presentó como un Presidente calmo, “normal” como él solió decirlo y logró instalar en la gente la sensación, al final de la campaña, de que era posible su llegada al Palacio del Eliseo, cosa que el inconsciente colectivo rechazaba hasta hace muy poco.
 
3) Por su lado Sarkozy tenía varios handicaps: su vida privada demasiado expuesta a la luz pública; la crisis económica europea que Francia —aunque menos— tuvo que soportar; sus indecisiones con algunos puntos álgidos como la nefasta ley de las 35 horas de trabajo que criticó, pero no suprimió; la ausencia de un programa concreto de gobierno; los gastos faraónicos de la Presidencia y algunos asuntos de dudosa ética, como la financiación de Liliane Bettencourt (L'Oreal), la mujer más rica de Europa, de su campaña política de 2007.

Además, gastó fortunas en comunicación, sin tener en cuenta la herramienta de Internet y la difusión de sus “pifias” por la red, que lo mostraban como un Presidente intolerante y a veces vulgar. Y su partido —la UMP— no tuvo una ideología definida y unánime ante el avance del socialismo.

4) En cuanto a los demás, la extrema derecha de Marine Le Pen, obtuvo 17,9%, pero más importante que eso, pasó la barrera de los 12,5% de los inscriptos en el padrón electoral, lo cual le permitiría (si repite su score) en 353 circunscripciones, mantenerse para la segunda vuelta en las legislativas de junio.

Mélenchon no logró el tercer lugar. Apostó al voto proletario, lo consiguió solo en parte, con los sindicalizados más militantes y la mayoría de sus sufragios los obtuvo con los llamados “bobo” (burgueses-bohemios) de cierto nivel económico y “políticamente correctos” e intelectuales de izquierda.

No supo enunciar un proyecto progresista con un nuevo modelo económico y social y se dedicó a criticar a los medios de difusión sin preocuparse de formar opinión con un grupo de periodistas, que podían haber sido afines y divulgar su pensamiento.

Finalmente, el gran perdedor fue el centrista François Bayrou, que dejó por el camino más de la mitad de los votos logrados en la anterior elección (de 18,57% a 9,13%).

LA SEGUNDA VUELTA

Llegamos así a la segunda vuelta entre Sarkozy y Hollande, con una participación aún mayor (sobrepasó el 80%) y en la cual de los tres candidatos siguientes, solamente se define (a favor de Hollande) Mélenchon. Marine Le Pen declara que ella votará en blanco y que no dará consigna a sus huestes. Mientras que Bayrou, afirma que sufragará por Hollande, pero tampoco embreta a sus seguidores en su opción.

De manera que Sarkozy arranca con la desventaja de no tener apoyo de ninguno de los 8 candidatos restantes, situación inédita hasta ahora en la política francesa y que demuestra hasta qué punto el estilo del Presidente actual provoca rechazo. Y es reiterativo en explicar su derrota en la primera vuelta, por la existencia de la crisis económica y financiera europea, que ha hecho estragos en las mayorías gobernantes de 13 países.

Pero evidentemente, la crisis no explica todo, no da cuenta de las desprolijidades de Sarkozy como las observaciones del Tribunal de Cuentas; la pretensión de nombrar a su hijo de 23 años en la dirección de la EPAD (Establecimiento Público de Ordenamiento de la Defensa); lo ya comentado del financiamiento de Bettencourt; la fiesta de festejo de su elección anterior en el famoso Foucquet’s; etc.

Otro error estratégico fue rechazar de plano cualquier alianza con la ultraderecha de Frente Nacional (FN), pero al mismo tiempo retomar temas álgidos de Marine Le Pen, como la inmigración, la seguridad, identificación que puso muy incómodos a los liberales que lo apoyaban.

Hubo un 6% de votos en blanco de los cuales la mayoría son del FN y con ellos quizás Sarkozy pudo haber ganado. Marine Le Pen jugó bien sus cartas para conseguir la meta deseada: sin apoyar a Hollande, lo cual hubiese sido una contradicción, deseaba discretamente su triunfo.

Primero porque ello le da la posibilidad de convertirse en la líder de la oposición—al menos en los próximos tiempos, hasta que se recomponga la UMP— cosa que hubiese sido imposible si triunfaba Sarkozy, ya que allí la oposición la hubiese dirigido Hollande. Y segundo, por su animadversión hacia el actual Presidente francés.

Por su parte, François Hollande se enfrenta a tres grandes desafíos: vencer en las legislativas de junio o de lo contrario tendría una “cohabitación” con un Primer Ministro opositor; armar su equipo ministerial y de gobierno; y preparar sus imprescindibles contactos internacionales (empezando por Merkel).

El 15 de mayo asumirá la Presidencia de Francia acompañado, como Primer Ministro, ya sea por su gran amigo y Presidente del grupo socialista en la Asamblea Nacional, Jean-Marc Ayrault o por la cabeza actual del PS, Martine Aubry, quién tiene la preferencia de las encuestas.

Para transformar a Francia como lo ha prometido, Hollande deberá cambiar la práctica actual del poder, compartiéndola con el Parlamento, las entidades territoriales y los ciudadanos en general, así como mejorar la relación con los sindicatos. Un gobierno que tome en cuenta la dimensión de la relación con los problemas europeos, que sea muy ofensivo con la crisis y al mismo tiempo sea capaz de dar la batalla en las legislativas.

Su quinquenio será el de la tarea ciclópea de llegar a compromisos con todos los actores involucrados. Y si lograra convertir a la sociedad francesa, tradicionalmente conservadora, en social-demócrata, habrá ganado una muy difícil apuesta que no pudo cumplir François Mitterrand.

 
 
*Escritor, Periodista, Analista Internacional, Ex Embajador.

Publicado

2012-05-24

Edição

Seção

Política internacional