REVISIONISMO HISTÓRICO EN EL ESTE ASIÁTICO
Resumo
Actualmente las políticas relacionadas a elementos históricos como las “mujeres de confort” o el Santuario Yasukuni han tenido consecuencias de gran efecto para la política exterior japonesa en el este de Asia. Desde mediados de la década de 1980 a mediados de la década de 1990 Japón siguió una política internacionalista liberal que tenía por objetivo lograr acuerdos en lo relativo a los problemas históricos mantenidos principalmente con China y Corea del Sur.
En 1985, cuando el Primer Ministro japonés Yasuhiro Nakasone visitó el controvertido santuario Yasukuni, tanto China como Corea del Sur protestaron fuertemente al respecto, derivando esto en un incidente diplomático. A partir de este suceso el Primer Ministro concluyó que para el mantenimiento de relaciones diplomáticas estables con sus vecinos, así como para la consecución de un mayor rol a nivel mundial del país, se deberían suspender las visitas oficiales al santuario.
Más tarde, a comienzos de 1990, la cuestión de las “mujeres de confort” llega a la opinión pública. El gobierno japonés intenta resolver la cuestión pronunciando la declaración Kono, emitida por el secretario en jefe del gabinete Yohei Kono en 1993. En ésta se reconoce que el ejército imperial japonés había participado en el establecimiento de instalaciones de confort. En estos lugares las mujeres, las cuales fueron reclutadas mediante la fuerza, persuasión o coacción, fueron objeto de esclavitud sexual. Hasta la proclamación de esta declaración el gobierno japonés había negado que las mujeres habían sido coaccionadas a participar en estos centros.
La declaración Kono ha sido foco de numerosas críticas por parte de las elites conservadoras. Incluso el actual Primer Ministro japonés Shinzo Abe, en su primer mandato en 2007, declaró que no creía que las mujeres hayan sido obligadas a trabajar en burdeles militares, esto conllevó, como era de esperar, a una marcada reacción de protesta por parte de sus vecinos. A pesar de que con la declaración Kono se haya establecido el Fondo para las Mujeres de Asia no se fue capaz de resolver el problema entre los Estados.
A raíz de esto, en 1995, en el 50 aniversario del fin de la guerra, se emite la Declaración Murayama en donde el Primer Ministro Tomiichi Murayama pide disculpas por el daño y el sufrimiento causado por Japón a sus vecinos asiáticos. Una de las causas para la implementación de esta agenda internacionalista fue el auge económico producto de la burbuja financiera. Esta situación aumentó la confianza del país y de sus elites en ejercer un mayor rol en la región, para eso la solución de las controversias históricas tanto con China como con Corea del Sur era algo ineludible. Así, incluso personajes de corte nacionalista como Nakasone promovieron políticas de apoyo a las víctimas y de acercamiento entre los países en aras de que Japón pudiera finalmente zanjar el problema.
Desde un periodo que se desarrollaba hacia una mayor cooperación internacional siguió otro marcado por tendencias revisionistas que no hizo más que desafiar y quebrantar los compromisos logrados. A partir de las elecciones de 1996 se cambió el equilibrio político mantenido hasta entonces en Japón. La derecha, con el Partido Liberal Democrático (PLD), ganó gran poder mientras que el mayor partido opositor de izquierda solo logró conseguir una décima parte de los escaños que había conseguido seis años antes.
Además del ascenso de la derecha dentro del PLD junto con una escasa oposición política, otro de los elementos que afectaron al desarrollo de una actitud revisionista en ciertos políticos fue el cambio generacional que se desarrolló en la década de 1990. La generación de políticos que habían experimentado directamente los acontecimientos de la guerra fue reemplazada por una nueva generación de cargos que nacieron luego de la Segunda Guerra Mundial. Shinzo Abe es considerado por muchos un ejemplo de esta nueva generación que tiende a desafiar los tabúes de la posguerra así como a cuestionar ciertos hechos históricos.
Muchos en Japón mantienen la creencia de que ya se ha ofrecido disculpas por los hechos del pasado, pero que las víctimas simplemente se niegan a aceptarlas, especialmente de países como China y Corea del Sur, manteniendo así la discusión abierta y utilizando los hechos históricos como moneda de intercambio en las relaciones diplomáticas. Sin embargo, año a año las disculpas oficiales japonesas son constantemente socavadas por negaciones y dichos de algunos líderes políticos que tienden a negar responsabilidad alguna por los tiempos de guerra.
Si Japón espera lograr una mayor participación a nivel regional, Tokio deberá esforzarse en demostrar su arrepentimiento y lidiar con los conservadores que siguen atacando tanto a la declaración Murayama como a la Kono. Aquí, Washington tiene la oportunidad de ofrecer su propio liderazgo como intermediador en el conflicto.
Como vencedor principal de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos tiene cierta responsabilidad ante estas disputas. Al final de la guerra se tomaron una serie de decisiones que sentaron las bases del conflicto actual, desde mantener al emperador, a pesar de su indiscutible responsabilidad en el conflicto, hasta los esfuerzos en rehabilitar a los conservadores nacionalistas como forma de contrarrestar la izquierda japonesa. Elementos como estos dificultaron que Japón lograra una clara y total ruptura con su pasado. Igualmente, muchas de las disputas territoriales relativas a las islas Senkaku / Diaoyu y las islas Kuriles son en gran parte producto de decisiones estadounidenses en los acuerdos de posguerra.
La visita realizada por Abe al santuario Yasukuni a finales de 2013 puso de manifiesto la falta de acuerdo político entre los líderes, sobre todo a pesar de los mensajes claros y reiterados de la administración Obama de que Abe debería abstenerse de visitar el santuario. Así, una vez realizada la visita al controvertido templo, la Embajada estadounidense emitió un comunicado de prensa en el que si bien reconocía en Japón a un aliado valioso, también lamentaba profundamente que el país tomara decisiones que exacerbaran las relaciones con sus Estados vecinos.
Desde Estados Unidos se ve al revisionismo histórico japonés como algo contraproducente para su propia estrategia en el este de Asia. Esto se debe a que, por una parte, se le da credibilidad a los chinos, los cuales consideran que Japón está volviendo hacia una senda militarista, y, por otra parte, esta situación hace imposible la cooperación entre dos de los aliados claves de Estados Unidos en la región para hacer frente tanto al expansionismo de China como a la actitud provocativa de Corea del Norte. Así, esta tendencia revisionista que se viene dando en Japón desde finales de 1990 no solamente obstaculiza las relaciones con sus vecinos sino que, además, se está convirtiendo en un problema para su principal aliado, los Estados Unidos.
Cristopher Batista es estudiante de la Licenciatura en Estudios Internacionales
Universidad ORT Uruguay
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