Procesos de aprendizaje y des-aprendizaje en la democracia argentina

Autores

  • Pedro Isern

Resumo

1983 representa para la democracia argentina dos puntos analíticamente opuestos: por un lado, es el punto de quiebre entre democracia y dictadura. Hasta 1983 la historia política argentina es la historia de la ausencia de una democracia consolidada y la posterior a 1983 es la historia de una democracia consolidada. Eso supone un punto analítico de quiebre. Por otro lado, 1983 representa el momento histórico desde donde tiene sentido comparar la calidad de la democracia consigo misma.

Mientras que hasta 1983 (y su horizonte inmediatamente posterior) la calidad de la democracia y sus logros debían compararse necesariamente con momentos donde no había democracia o ésta no estaba consolidada, las comparaciones posteriores a 1983 suponen la posibilidad de tener como punto de referencia distintos momentos de la democracia. Ello posee una ventaja analítica relevante: aleja la fácil dicotomía democracia versus dictadura e impone la obligación de repensar la calidad de los actores democráticos en si mismos.

Por primera vez en la historia argentina la calidad de la democracia puede ser comparada consigo misma. La comparación refleja un deterioro. Este es un dato cualitativo relevante ya que la generación de dirigentes democráticos argentinos se encuentra por primera vez en la historia ante la necesidad de enfrentar la comparación. En 1983-89 la comparación era con la dirigencia anterior a 1983. En el periodo 1989-99 la comparación incorporaba la imposibilidad de un aprendizaje consolidado y en el periodo 1999-2007 la profunda crisis introducía atenuantes en la perspectiva comparada. En cambio, desde 2007-2011 encontramos tanto que hay un período de tiempo relevante para la comparación (24-28 años) como que la crisis ya no es extraordinaria sino ordinaria. Ambas cuestiones posibilitan el ejercicio.

La primera aproximación es  negativa: es posible sostener que mientras las generaciones de políticos en el periodo 1983-2001 se habían formado en las dictaduras o en democracias débiles y esa era la principal razón de sus limitaciones, en la actualidad las generaciones de políticos se han formado en democracia. Mientras los pobres resultados de la democracia son hasta 1999-2001 responsabilidad de lo aprendido durante la dictadura, los pobres resultados de la democracia en la actualidad son responsabilidad de lo aprendido en democracia.

Los procesos de aprendizaje y des-aprendizaje se llevan a cabo en términos comparados. Es decir, una persona, grupo o país ha aprendido algo en relación a un momento anterior donde sabia “algo menos”. La pregunta es si aquello que se sabía en T1 es mayor, menor o igual a lo que se sabe (o se ha aprendido) en T2, T3 o Tn. A su vez, se pudo haber aprendido en un tema y haber des-aprendido aún mas en otro tema. ¿Sería posible allí sostener que esa persona, grupo o país ha des-aprendido en términos netos? ¿No sería necesario antes ponderar el peso relativo de lo que se ha aprendido y des-aprendido? Paso seguido, ¿Quién ponderaría y cómo?

Cuando mencionamos que la democracia argentina ha sufrido un proceso de des-aprendizaje desde 1983 en adelante, tenemos que tener en cuenta por lo menos dos cuestiones metodológicas: por un lado, estamos asumiendo tácitamente que el des-aprendizaje es un neto entre lo aprendido y des-aprendido. Por otro lado, debemos asumir y demostrar explícitamente que la comparación parte desde 1983 y que el periodo anterior supone un punto de comparación cualitativamente distinto.

Por ende,  debemos marcar el principal problema metodológico de la comparación. Este es suficientemente complicado porque supone una delicada cuestión ética: cuando argumentamos sobre una decadencia o un proceso de des-aprendizaje en la calidad de la democracia en el periodo 1983-2011, asumimos que la comparación supone virtudes y defectos desarrollados a lo largo del proceso. La dificultad reside en que cualquier punto de este periodo comparado con los periodos 1976-1983; 1973-1983; 1966-1983; 1955-1983 o 1930-1983  supondrá un avance cualitativo formidable.

Luego, cuando sostenemos que la democracia argentina ha sufrido un proceso de des-aprendizaje en el periodo 1983-2011 lo hacemos asumiendo que 1983 supone un cambio cualitativo retrospectivamente inédito en la historia contemporánea argentina. Paso seguido, podemos sostener que parte de la dificultad de sopesar el deterioro ético y político en Argentina se debe a la dificultad de marcar un deterioro allí donde antes hubo una dictadura, anomia, prescripciones y terrorismo de estado. 
 
Los procesos de aprendizaje y des-aprendizaje necesitan un lapso de tiempo para generar el suficiente caudal analítico sujeto de comparación. 2011 aparece como un buen punto de referencia: después de 28 años de democracia, sucesivos gobiernos de distinto signo político y dos crisis socioeconómicas profundas, podemos llevar a cabo una comparación que refleje una tendencia de la calidad institucional del país. A través de 28 años distintos actores relevantes han podido aprender y des-aprender. La prueba y error es parte del proceso de aprendizaje de las personas y de los sistemas políticos. A lo largo de estos años, podemos remarcar características del proceso que se han consolidado: 1) el peronismo es un actor predominante de la democracia argentina, 2) el no-peronismo no ha podido terminar ninguno de sus dos periodos de gobierno, 3) el conurbano bonaerense se ha convertido en un actor político principal que posee la capacidad de debilitar la gobernabilidad, 4) el peronismo se ha transformado en distintos peronismos, con la capacidad de disgregarse lo suficiente como para debilitar la consolidación de otras opciones de poder pero manteniendo, al mismo tiempo, un grado de articulación suficiente como para ser (al menos una, incluso dos) opción de gobierno, 5) los Derechos Humanos son una política de estado, la democracia es el único sistema posible de gobierno y el Estado de Derecho no ha podido consolidarse como única opción posible de vida institucional.

Las dos patas del peronismo (1)

En la última década se ha consolidado la percepción que sostiene que toda opción de gobierno no-peronista debe tener, para intentar ser exitosa, una pata peronista. La definición es en si mismo una crítica a la calidad de la democracia en Argentina: asume la imposibilidad de generar un espacio político-partidario lo suficientemente amplio y eficiente como para gobernar por uno o mas períodos. Mas aún, surge la pregunta sobre el alcance de "la pata peronista": ¿Es una rama del movimiento? ¿Un sindicato relevante como Camioneros, Construcción o UOM (Unión Obrera Metalúrgica)? ¿Un gobernador o provincia relevante? ¿Un conjunto de intendentes del Conurbano? A su vez, la asimetría entre el espacio peronista y el no-peronista se refleja en la ausencia en los cinco sucesivos gobiernos peronistas de patas no-peronistas relevantes (2).

Paso seguido, debemos remarcar una característica del proceso de des-aprendizaje que se ha consolidado en los últimos años. Para la oposición (que definimos como no-peronismo) el papel de la pata peronista supone un posible acuerdo con un actor capaz de fortalecer la futura gobernabilidad de un gobierno que, para consolidarse, necesitará puentes fluidos con actores principales del peronismo como, por ejemplo, los sindicatos, gobernadores o intendentes del Conurbano. Sin embargo, en la actualidad el problema de la pata peronista ha desarrollado un nuevo significado. Este se refleja en la capacidad que ha demostrado el peronismo de introducir expresiones neo-peronistas en los principales armados de la oposición. Por ejemplo, el Peronismo Federal (que surge después del conflicto con el sector agropecuario en marzo de 2008) ha sido un ejemplo de ello en las elecciones de medio término de 2009. Básicamente, el problema radica en la capacidad del peronismo de generar patas en la oposición que boicotean (pre-meditadamente o no) el surgimiento de expresiones que contengan las criticas y desencantos con un gobierno particular.

A partir de las elecciones de 2009 y el triunfo del peronismo opositor en la provincia de Buenos Aires (por encima de una verdadera expresión opositora, como el Acuerdo Cívico y Social (coalición formada por la Unión Cívica Radical, la Coalición Cívica y el Partido Socialista)), es posible ver como el oficialismo se encuentra hoy ante una oposición dispersa y sin identidad. Una parte principal de la explicación de por qué ha sucedido ello se encuentra en el papel de la pata peronista que el oficialismo ha insertado, tácitamente, en el armado opositor. Aquí radica un círculo vicioso que refleja un proceso de des-aprendizaje de la democracia: parte de la opinión pública percibe que para ganarle al peronismo oficial se necesita como condición necesaria al peronismo opositor ya que sin él, ese eventual gobierno redundaría en falta de gobernabilidad. Al razonar y actuar políticamente de esa forma se genera una profecía auto cumplida, ya que las opciones opositoras sin alguna forma de peronismo son percibidas como débiles y sufren una fuga del voto estratégico. Eso sucedió incluso en las mencionadas elecciones de medio término de 2009 (donde no se elegían cargos ejecutivos). La creciente y consolidada creencia que una coalición opositora exitosa necesita de una parte del peronismo para derrotar al peronismo gobernante refleja un inédito proceso de des-aprendizaje de la política argentina desde 1983 en adelante.

Otro ejemplo del proceso de des-aprendizaje sufrido en el periodo contemporáneo argentino es la consolidación de procesos eleccionarios no competitivos a nivel local, provincial y, crecientemente, nacional. La existencia de sucesivas elecciones competitivas entre dos o mas opciones es una condición necesaria no suficiente para la calidad de una democracia. En este sentido, los actores políticos relevantes locales (particularmente, los Barones del Conurbano) y provinciales (caudillos provenientes de familias políticas) aprendieron en el tiempo como generar y consolidar mecanismos de clientelismo y financiamiento que hicieron crecientemente difícil para las alternativas competir en un escenario de igualdad. Desde 1983 en adelante es posible verificar una creciente distancia entre el primero y el segundo en la mayoría de los distritos electorales provinciales. A su vez, la misma dinámica es posible verificar en la mayoría de los distritos que componen el Conurbano bonaerense. La novedad sucede en las elecciones presidenciales.

En las elecciones presidenciales de 1983, el radical Raúl Alfonsín obtuvo 51,75% y el peronista  Italo Luder alcanzó 40,16% (3). En las elecciones presidenciales de 1989 el peronista Carlos Menem obtuvo el 47, 49% y el radical Eduardo Angeloz el 37,05%. En las elecciones presidenciales de 1995 el peronista Carlos Menem obtuvo el 49,94% y la coalición de centro izquierda Frente País Solidario encabezada por José Bordon el 29,30%. En 1999 la Alianza encabezada por el radical Fernando de la Rua obtuvo el 48,37% y el peronista Eduardo Duhalde alcanzó el 38,27%. Después de la profunda crisis económica, social y política de 2001-2002, se celebraron elecciones presidenciales en mayo de 2003. Allí, el peronismo concurrió dividido y obtuvo entre sus 3 candidatos el 60,90% de los votos (Carlos Menem, el 24,45%; Nestor Kirchner, el 22,24%; y Adolfo Rodriguez Saa, 14,11%). El primer candidato no peronista fue el radical liberal Ricardo Lopez Murphy con el 16,37%. Si sumamos sus votos junto a otra escisión del radicalismo como Elisa Carrió (14,05%) y el candidato radical oficial Leopoldo Moreau (2,34%), vemos que la diferencia entre el peronismo y la principal expresión opositora alcanzó 28 puntos porcentuales.

Las elecciones presidenciales de 2007 reflejaron una diferencia menor pero muy amplia. La candidata peronista Cristina Fernández de Kirchner alcanzó el 45,29% y la coalición socialdemócrata que encabezó  Elisa Carrió obtuvo el 23,04%. Aquí, es necesario marcar el desempeño de la alianza pan-radical encabezada por el peronista Roberto Lavagna, que llegó al 16,91%. Por último, las elecciones primarias realizadas el 14 de agosto de 2011 reflejaron una amplia diferencia entre la candidata peronista Cristina Fernández de Kirchner, quien obtuvo el 50,27% y sus cuatro principales adversarios: el radical Ricardo Alfonsín (12,20%), el peronista Eduardo Duhalde (12,12%) el socialista Hermes Binner (10,18%) y el peronista Alberto Rodriguez Saa (8,49%). La asimetría entre el primero y el ó los segundos se ha consolidado. Como mencionamos, esta misma dinámica también se ha consolidado en la mayoría de los distritos provinciales y en los decisivos municipios del Conurbano bonaerense.

¿Qué refleja ello en relación a los procesos de aprendizaje y des-aprendizaje? Principalmente, que aquellos que detentan el poder han aprendido como utilizarlo para permanecer en él. Esto consolida en los tres niveles de gobierno una competencia asimétrica entre el oficialismo y la oposición.  

Consideraciones finales

La calidad de la democracia se ha deteriorado. La democracia argentina es hoy poco competitiva. La democracia argentina es pobre. Sin embargo, es necesario reflejar una diferencia analítica y ética formidable: mientras la pobreza inicial era responsabilidad de la dictadura, la pobreza de la dirigencia actual es responsabilidad de la democracia. Es decir, mientras los errores iniciales posteriores a 1983 eran responsabilidad de otros, la calidad de la dirigencia actual es responsabilidad propia. Si bien la magnitud de la responsabilidad varía, la implicancia supone un fracaso colectivo.


(1) La bibliografía sobre el peronismo es muy amplia. Como introducción, podemos mencionar a Torre,  Juan  Carlos (editor): “Introducción  a  los  años  peronistas”,  en  Nueva  Historia Argentina, Tomo VIII. Editorial Sudamericana. Buenos Aires. 2002. Novaro, Marcos: “Historia de la Argentina, 1955-2010”. Siglo XIX Editores. Buenos Aires. 2010. Del mismo autor: “Historia de la Argentina Contemporánea. De Peron a Kirchner”. Editorial Edhasa. Buenos Aires-Argentina. 2005. Halperin Donghi, Tulio: “La larga agonía de la argentina peronista”. Editorial Ariel. Buenos Aires. 1994. Altamirano, Carlos: “Bajo el Signo de las Masas (1943-1973)”. Editorial Ariel. Buenos Aires.  Sarlo, Beatriz: “La batalla de las ideas (1943-1973)”. Tomo VII de la colección Biblioteca del Pensamiento Argentino. Editorial Ariel. Buenos Aires. 2001. El libro de Altamirano y Sarlo forman parte de la misma colección, dirigida por Halperin Donghi. Por otro lado, ver Page, Joseph: “Perón. Primera Parte (1895-1952)”. Javier Vergara Editores. Buenos Aires. 1984. Page, Joseph: “Perón. Segunda Parte (1952-1974)”. Javier Vergara Editores. Buenos Aires. 1984.. Horowicz, Alejandro: “Los cuatro peronismos”. Editorial Edhasa. Buenos Aires.2005Sidicaro Ricardo: “Los tres peronismos. Estado y Poder Económico”. Siglo XXI Editores. Buenos Aires. 2010. Por último, ver Floria, Carlos y Cesar Garcia Belsunce: “Historia de los Argentinos”. Editorial El Ateneo. Buenos Aires. 2009.


(2) 1) Carlos Menem, 1989-1999, 2) Eduardo Duhalde 2002-2003, 3)Néstor Kirchner, 2003-2007, 4) Cristina Fernández de Kirchner, 2007-2011 y, muy probablemente, 5) 2011-2015.

(3) Andy Tow realiza una notable compilación de los resultados electorales en Argentina desde 1983. Ir ahttp://towsa.com/wordpress/. A su vez, para ver las opciones que presenta ir ahttp://towsa.com/andy/totalpais/sobre.html. Toda la información subsiguiente se ha obtenido de esta fuente.

 
 

*Profesor Depto. Estudios Internacionales, FACS - Universidad ORT Uruguay.
Master en Filosofía Política, London School of Economics and Political Science

Publicado

2011-09-08

Edição

Seção

Enfoques