LIBIA: UN MAÑANA IMPREVISIBLE
Resumo
Mientras el coronel Gadafi juega a las escondidas con las apresuradas correrías en pos de su persona de los rebeldes entre Trípoli, Sirte o una más que demostrable huída hacia Argelia (ya se tienen pruebas fehacientes que su familia ha huido hacia ese país, con la excepción de un hijo, Khamis, que habría fallecido), comienza a quedar claro que el folklórico coronel estaba perfectamente preparado para un ”fin de règne“ agitado.
La historia enseña que, en muchos casos, estos tiranuelos de opereta no fallan en ese curioso ritual: adelantarse aparatosamente a su caída construyendo desde “bunkers“ hasta alambicados sistemas de escapatoria e, incluso, sorprendentes alianzas que les aseguren, en lo posible, exilios más o menos confortables.
En todo caso el final de Gadafi está evidentemente cerca si no es que ya está aquí. Y no solamente por una supuesta propuesta de negociación con los rebeldes que el coronel habría ensayado pero de cuya veracidad no hemos podido comprobar prácticamente nada. Lo que parece hacer del final del régimen una evidencia a corto plazo es que, no solamente Trípoli acaba de ser controlada por los rebeldes. En realidad todo parece indicar que las pocas fuerzas fieles a Gadafi están, ahora si, efectivamente dispersas y desorganizadas.
Hacia el lunes de esta semana todavía se registraban algunos combates esporádicos en Ragdaline, a unos 60 kilómetros de la frontera con Túnez, sobrevivían algunos francotiradores en barrios de Trípoli, fuerzas pro Gadafi se aprestaban a defender la ciudad de Sirte, el pueblo de Bani Walid al sudeste de Trípoli y algunas regiones desérticas del sur del territorio. En otras palabras, la resistencia militar a las tropas insurgentes del Consejo Nacional de Transición (CNT) está dispersa en diversos puntos y el resto del territorio está fuera de todo control gadafista. Desde luego que, en un conflicto tan confuso como ha sido éste, todavía podemos asistir a alguna sorpresa, pero el hecho de que las autoridades del CNT estén, hoy martes 30 de agosto, llamando a una rendición de todas las unidades que todavía puedan ejercer alguna resistencia, indica también que el control militar del CNT se ha afirmado significativamente.
O sea que, en términos realistas, los temas significativos al día de hoy son más los del futuro que los del pasado gadafista y el de la suerte que el atrabiliario coronel termine por escoger o padecer.
En primer lugar hay un tema al que la prensa internacional se ha referido poco ya que las noticias “militares“ siempre ocupan con facilidad la primera plana. Pero quien se preocupe realmente por pensar el futuro del país después de Gadafi, tiene una tarea inmediata relativamente importante y de difícil solución. Nos referimos a la existencia, en diversas poblaciones del país, de situaciones de emergencia humanitaria bastante complejas.
Libia no es un país altamente poblado por lo que las dimensiones de las poblaciones carenciadas como efecto de la guerra no son demográficamente desmesuradas. Trípoli está parcialmente sin agua, así como buena parte de las ciudades del oeste del país; el sistema de salud, que obviamente se vió desbordado por un flujo de heridos para el cual no estaba ni remotamente preparado, no está en condiciones de atender a la población. Hay, por otra parte, casos puntuales de desabastecimiento en alimentos que deben ser resueltos con rapidez si no se quiere que la situación empeore. Sin embargo, esta emergencia humanitaria, sin dejar de ser de importancia, no tiene la entidad que poseen las interrogantes políticas internas que el futuro le plantea al país.
Desde una lectura occidental y moderna, que, por otra parte, nos han retroalimentado los “mass-media“ que frecuentamos cotidianamente, la disputa en Libia sería una nueva versión de la epopeya liberal e iluminista, del tipo “Independencia de los EE.UU.“ o “Revolución Francesa“ que tan fuertemente ha impregnado nuestro imaginario político. Sin embargo, una lectura atenta de la historia reciente del país y de algunas declaraciones de las autoridades del CNT, indica que en Libia no es sencillo identificar nada parecido al ”We the people”, que impusiese la independencia en Norteamérica, ni tampoco hay forma de convocar”Aux armes, citoyens….!” para arremeter contra algún hipotético poder institucionalizado. Entre otras razones, porque todo parece indicar que en Libia ni hay ”citoyens”, ni hay ”people” a mano… lo que mas bien parece abundar son ”tribus”, ”jefes de guerra” o ”familias” en un sentido ampliado que en Occidente ya son muy raras.
En otras palabras, los “materiales“ sociológicos y los relatos políticos que están disponibles para construir la Libia pos-Gadafi no son los que nos resultan familiares.
La reconstrucción de Libia deberá comenzar por una compleja negociación entre las cinco grandes tribus y las múltiples sub-tribus que forman la osatura política fundamental del país y que son las unidades sociales básicas que estructuran, incluso, hasta una geografía que, en algunas partes, todavía resulta ser de confines brumosos. Por lo tanto, reflexionar el futuro de Libia requiere de imaginar cómo habrá de procederse para transitar de ese pasado y este presente “tribal” hacia un futuro menos arcaico y, ojalá, más democrático.
Pero esta posibilidad es hoy más del orden del imaginario que algo parecido a un dato de la realidad. Así, por ejemplo, la opinión pública mundial todavía no está muy al tanto que el muy protocolar CNT, que se reúne formal e informalmente, con las grandes potencias de este mundo y con las Naciones Unidas, ha sido compuesto con un estricto criterio de representación política por tribu y porregión geográfica y, en la formación de sus liderazgos, internos y externos, nada ha tenido que ver el voto o la opinión de lo que nosotros llamamos ”ciudadanía”.
Lo que sí tiene de novedoso el levantamiento contra Gadafi es que, al menos en sus inicios, sus impulsores, quizás influidos por los jóvenes tunecinos y egipcios vecinos, impugnaron al régimen desde una postura que era claramente independiente de los referentes tribales. Quizás por la juventud de los primeros manifestantes, quizás por la añoranza de una ”modernidad” que vieron de lejos por mucho tiempo y que parecía desembarcar en los países vecinos, o a lo mejor por razones que habrá, en su momento que explicar con más ciudado, pero lo cierto es que la revuelta inicial no fué explícitamente ”tribal“, ni siquiera influida por éstas. Ese momento inicial durará poco. En cuanto el régimen amagó a arremeter contra la ciudad de Benghazi, feudo y capital de la tribu Warfala (que, por otra parte, era la tribu más díscola y por ende la más marginalizada de la confederación tribal que sostuvo, por décadas, a Gadafi) ésta reaccionó como tal.
Y, para sorpresa del propio Gadafi, esta tribu ”marginal” (aunque poderosa), utilizando la movilización de los jóvenes y los ejemplos ribereños, tuvo la capacidad política para poner en marcha el estallido de la base de poder del régimen y para paralizar, primero, el riesgo de una guerra entre tribus y, luego, conseguir que una importante mayoría de ellas se plegase a la insurrección. Esta parte de la historia es poco conocida pero no puede dejar de considerarse. No hay que descartar que la conocida política gadafista de concentrar el poder militar decisivo en regimientos mercenarios, para no tener que pactar los temas militares con las tribus, haya sido la clave de su final. Los Warfala, poderosos en la relativamente rica Cirenaica, seguramente fueron capaces de aportar muchos recursos para debilitar un ejército que combatía meramente a sueldo.
En otros términos, cuando ya no tengamos más que hablar de Gadafi (ojalá que no logre construirse un martirologio final y que sea capturado para ser juzgado) y nos decidamos a pensar en la Libia futura, tendremos, sin embargo que tomar en consideración la tribu de los Al Gaddafa que, aunque muy pequeña en comparación con los Warfala o los Al Obeidat, supo marcar a fuego la historia de esa porción de desierto convertido en “país“ por la desmesurada ambición de uno de sus miembros.
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