LOS INFORMATIVOS EN LA DÉCADA DEL OCHENTA
Resumo
En Uruguay, la década del ochenta estuvo signada por hechos trascendentes desde el punto de vista político, social y cultural. Comenzó con el plebiscito por el Sí y el No, en 1980, mediante el cual el régimen dictatorial pretendió institucionalizar un nuevo ordenamiento político y legitimar su actuación. La propuesta, como es sabido, fue rechazada por la ciudadanía. Pocos años después, en 1984, tuvieron lugar las elecciones nacionales y con ellas el retorno a la democracia. La década terminó con una nueva consulta popular. Esta vez, el resultado a favor del voto amarillo consagró la Ley de Caducidad.
A lo largo de esos años -marcados por la resistencia, el entusiasmo y el desencanto- las expresiones culturales y sociales también sufrieron modificaciones. El Cuaderno de Historia Nº 13 de la Biblioteca Nacional –presentado el jueves 16 de octubre- aborda la cultura y la comunicación en la década del ochenta desde diversos enfoques. Se trata de un trabajo colectivo que propone un recorrido por algunas de las manifestaciones culturales y sociales que surgieron en aquel período a la vez que deja en evidencia un proceso que se dio en forma simultánea: la fragmentación y la conformación de nuevos públicos.
Así, las miradas de los diversos autores se detienen, por ejemplo, en el semanario Jaque, en la revista La Plaza, en la revista El Dedo, en Ediciones de Uno, en Tangatos –el disco de Jorge Lazaroff-, en el rock de los ochenta, en las razzias, en la separación de las hinchadas de Nacional y Peñarol, en los informativos de televisión.
Algunos de los casos analizados muestran con claridad cómo las transformaciones que tuvieron lugar en la década del ochenta permanecen hasta el día de hoy. En tal sentido, el artículo “Los informativos de los ochenta: cambios y ¿evolución?”, de Antonio Pereira, es un buen ejemplo.
En una década de cambios, los canales de televisión vieron modificadas sus estructuras técnicas e institucionales. Los informativos también. El artículo propone un abordaje historiográfico y analiza la relación entre el medio, el mensaje, la emisión y el contexto.
Pereira divide la década en tres etapas. La primera, entre 1980 y 1983. En ese período, dice, aún estaba vigente la dictadura y eso implicaba ciertas particularidades en la emisión de los noticieros. La segunda etapa, entre 1984 y 1986, correspondió a un período de transición. La tercera, entre 1987 y 1989, constituyó, según el autor, una apuesta por el cambio de formato de los informativos a otro más dinámico, que incluyó la introducción de secciones más vinculadas al infoentretenimiento.
Al principio, los informativos duraban media hora. Había un presentador que daba paso a las noticias y a los demás presentadores. Estaban estructurados en secciones: política, internacionales, deportes y espectáculos. De acuerdo a Pereira, durante la dictadura, los informativos mantuvieron su formato. Sin embargo, habría sido en ese período que se configuró una práctica periodística que, según algunos autores, se mantiene hasta nuestros días. Esto es, “se fomentó un procedimiento informativo que se basaba en la ‘fuente autorizada’”1. De esta manera, los temas de los que se ocupaba el informativo eran agendados más por las fuentes que por los periodistas.
Hacia el fin de la dictadura, la avidez de la ciudadanía por seguir las actividades político partidarias crecía. Como consecuencia, durante la etapa de transición, entre 1984 y 1986, ese tipo de noticias comenzó a ocupar más espacio en los informativos y la duración de éstos se extendió a una hora. Subrayado fue el pionero.
Hacia fines de la década, los noticieros comenzaron a hacer uso de las innovaciones tecnológicas disponibles. Los formatos se volvieron más dinámicos. En el artículo, Pereira da cuenta de los cambios estéticos y de contenido que tuvieron lugar durante ese proceso. Así, mientras Telenoche ubicó en la pantalla a dos presentadores parados tras un atril y redujo el tiempo de cada nota, Telemundo mantuvo a los presentadores sentados en un escritorio, pero agregó una pantalla detrás, donde se ilustraba la noticia que era presentada. Subrayado, en tanto, apeló a un cambio de contenido más profundo, incluyendo un espacio destinado a noticias “distintas”, llamado “Entre la gente”, que era conducido por el periodista Jorge Traverso.
Como sucede en nuestros días, en la década del ochenta los informativos eran los programas de más audiencia de la televisión nacional y debían compartir el público en una misma franja horaria. Según Pereira, con el propósito de obtener mayores niveles de audiencia, los informativos apelaron a un estilo más descontracturado, donde las secciones (política, deportes, espectáculos) no estuvieran tan compartimentadas. De esa manera, señala, se lograba captar la atención del espectador y evitar que cambiara de canal buscando la información en otro noticiero. A juicio del autor, ese estilo descontracturado de los informativos nacionales continúa hasta el día de hoy. Sin embargo, advierte que algunas secciones – por ejemplo el espacio destinado a las noticias policiales- aún se mantienen estables.
El recorrido propuesto por Pereira permite conocer los cambios de formato, tecnológicos y de contenido de los informativos televisivos a lo largo de la década del ochenta. También permite identificar aquellos aspectos que, desde entonces, han permanecido casi incambiados. El apego a las fuentes –cuyo surgimiento el autor ubica en la época dictatorial- tal vez sea el ejemplo más relevante. Como consecuencia, la estructura del noticiero queda determinada, fundamentalmente, por la agenda política o de gobierno. O como señala Pereira, “los noticieros de los ochenta pusieron de manifiesto un estilo de conducción y selección de noticias que ha tenido gran permanencia hasta hoy construyendo una agenda rutinaria donde el periodismo de investigación fue el gran ausente”2.
1. Cuadernos de Historia Nº 13. Cultura y comunicación en los ochenta. pág 170
2. Op. Cit. pág. 181
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