REFLEXIONES SOBRE LA SITUACION PREELECTORAL EN LA ARGENTINA
Resumo
El domingo pasado se llevaron a cabo elecciones en la Ciudad de Buenos Aires. El evento tuvo lugar en medio de un contexto claramente preelectoral puesto que, desde hace algún tiempo, la discusión de fondo y el acontecimiento relevante que marca la coyuntura son las elecciones presidenciales que se realizarán a fines de octubre de este año.
El acto eleccionario del domingo pasado arrojó resultados relativamente previsibles. Aunque el candidato del oficialismo, el Senador y ex Ministro de Educación, Daniel Filmus, fue aventajado por Macri por un margen más amplio que el esperado, la ciudad de Buenos Aires nunca fue un bastión kirchnerista. La segunda vuelta (si es que la hay porque no faltan quienes piensan que Filmus no concurrirá) terminará aclarando las cosas en la Capital Federal.
Pero lo que interesa aquí es revisar con algún detalle dos cosas: la manera en la que la presidente Cristina Kirchner está manejándose en esta campaña electoral y algunas conductas de los empresarios y de la población en materia financiera que parecen estar reaccionando a un más que probable triunfo del oficialismo
Es sabido que todo proceso electoral se caracteriza por que los discursos de los candidatos se esquematizan, se simplifican y se orientan más o menos racionalmente hacia la búsqueda de distintos sectores de los cuales se busca conseguir o asegurar el voto.
Eso es así en todas partes del mundo pero, por lo general, esos discursos electorales intentan abordar una agenda que tenga relación con algunos de los problemas que, o bien son problemas significativos para la vida del país, o bien son problemas que preocupan a los electores, más allá de su real trascendencia para la vida del país.
Sorprendentemente, hace una semana, y a pocos días de las mencionadas elecciones para la Ciudad de Buenos Aires, la presidenta Cristina Kirchner apareció profundamente preocupada por la suerte de las prostitutas argentinas. En su discurso declaró que le pareció decididamente inadmisible que los diarios de su país exhiban anuncios del “rubro 59”… es decir que se se haga publicidad en la que se ofrecen servicios sexuales y, en el acto, prohibió que dichos avisos continuasen a ser publicados.
Todos sabemos que a la presidenta le encanta prohibir pero, aún así, el tema elegido es por lo menos sorprendente. Por lo general, los regímenes autoritarios logran convencer a la opinión que el detentador del poder maneja una racionalidadparticular, profunda e ininteligible que los simples mortales no logran discernir. Sospechamos que no se trata de nada de eso. En realidad lo más probable es que esta atrabiliaria e impredecible temática de la publicidad de la prostitución, elegida para pronunciarse en un momento delicado del proceso preelectoral, haya sido una mera improvisación, una forma como cualquier otra para “demostrar” su poder,“pegarle” a algún medio o alguna frivolidad de ese estilo.
En segundo lugar, lo que llama la atención es el silencio de la presidenta sobre una serie de problemas financieros y económicos que están indicando, a pocos meses de las elecciones, que la confianza de los agentes económicos de la Argentina se está debilitando y con bastante rapidez.
No hay persona medianamente informada en el mundo que no sepa que el dólar norteamericano está perdiendo su valor de manera consistente y sistemática ante casi todas las monedas. El problema lo conocemos aquí en Uruguay y es tanto o más grave en Brasil donde las autoridades hacen lo posible por contener la irresistible reevaluación del real. En gran parte de América Latina el panorama es el mismo y, con sólo algunas excepciones claramente explicables, algo similar sucede en los más diversos países del mundo.
Ahora, he aquí que en la Argentina la situación es exactamente la inversa. El dólar sube de precio y el peso argentino se devalúa. Desde el mes de enero los argentinos venden sus pesos y compran cada vez más dólares. Es más, de un promedio de 500 millones de dólares diarios que se compraban en Argentina a inicios de 2011, estamos en 1.500 millones diarios en la actualidad. Es decir que la demanda se ha multiplicado por tres.
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En otros términos, los argentinos se están dando cuenta que la economía argentina tiene dificultades y la confianza, tanto de inversores importantes como de ahorristas pequeños, está flaqueando ante la perspectiva que el régimen kirchnerista se reelija. Aunque el precio del dólar sólo ha subido marginalmente (de 3.98 a 4.14 pesos por dólar), no es posible olvidar que ha subido en relación a una moneda que viene bajando sistemáticamente. El debilitamiento del peso argentino queda al descubierto cuando se sigue la evolución de su valor en relación a muchas de las otras monedas que, todas, se revalúan frente al dólar. Agreguemos que, últimamente, el Banco Central, cuando ha intentado colocar sus notas y bonos en pesos en Argentina, ha encontrado un mercado más bien renuente a adquirir valores en la moneda nacional.
Si recordamos la inflación (que es la contracara obligada de lo relatado más arriba), sistemáticamente oculta, pero que ha de superar el 25% anual, que empieza a golpear en la capacidad de compra de la población y el consiguiente aumento de la pobreza, todo indica que, sin que estemos anunciando nada inminente, la economía argentina va exactamente hacia la dirección equivocada.
La perspectiva de reelección ya está siendo vista por parte de la población como una señal clara de que ese rumbo no habrá de ser corregido. Como tantas otras veces en el pasado, los ahorros del país se están encaminando a plazas consideradas como mucho más seguras y el final de ese proceso todos lo conocemos.
En múltiples editoriales anteriores hemos señalado que, como todo discurso populista, el kirchnerismo se ha especializado en construir un discurso político“para la tribuna” y que los problemas sustantivos del país vecino siguen en realidad a la deriva. Con conseguir el aplauso de la plebe, el populismo obtiene el único alimento que le interesa: el uso y abuso del poder.
En cualquier caso, conviene siempre recordar que esta presidenta es la que el pueblo argentino votó. Por lo que toda la enorme problemática financiera y económica que caerá sobre la Argentina en el mediano plazo sería perfectamente admisible si las consecuencias de la tilinguería política de los gobernantes la pagaran sólo sus partidarios. Lo que sucede es que la pagarán todos los argentinos. O mejor dicho, la pagarán como siempre, los argentinos menos privilegiados.
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