La lógica crítica de Vaz Ferreira (Parte II)

Autores

  • Jorge Liberati

Resumo

3. VAZ FERREIRA Y EL LENGUAJE

A comienzos del siglo XX la lógica procuraba deshacerse de la psicología, la psicología procuraba evadirse de la filosofía y la filosofía procuraba desembarazarse de la metafísica. Vaz Ferreira representó este triple esfuerzo en el Uruguay, aunque desechó cualquier posición extrema en cualquiera de esos propósitos. Era necesario advertir la carga de psicología y de lógica que oscurece el razonamiento en el plano común tanto como en el filosófico. Empezó a interesar a Vaz Ferreira la forma del pensamiento, más allá del contenido, y esta forma no era otra que la que configuran la forma lógica y la forma lingüística.

Tocó al siglo XX presenciar la invasión de la filosofía por parte de la ciencia del lenguaje. El método de elucidación de los problemas, que llamó «análisis reflexivo del significado de las frases» (CVF 1907: II, 123), permitía estudiar el aspecto oculto del pensamiento, la operación que articula lo mental consciente, lo racional, lo mental inconsciente, lo psicológico y el flujo de las percepciones. Es mérito de este filósofo haber reunido en su discurso sencillo estos complejos planos del pensamiento, en el esfuerzo del hombre por comprender la realidad individual y social.

Las relaciones entre el lenguaje y el pensamiento representan un motivo quizá único en la América Latina de su tiempo. El problema del determinismo, crucial en la época, es otro de ellos; se permite distinguir entre los problemas de la libertad, que se refieren a seres, y otros problemas, inherentes al determinismo o al indeterminismo, que se refieren a actos o a hechos o a «momentos de devenir». Esto es, se permite sostener que se trata de problemas diferentes. Para comprender cabalmente los hechos de la vida corriente es necesario atenerse a los fenómenos del lenguaje, en especial a aquellos que esconden inconvenientes léxicos, sintácticos y semánticos. Muchos problemas de fondo están mal formulados y, en este sentido, se ha dicho que la filosofía de Vaz Ferreira es una filosofía del error (Claps 1950: 12).

Pertrechado de un fértil aparato de discernimiento entre conceptos y realidades, Vaz Ferreira incursiona en algunos asuntos centrales del hombre: la educación (enseñanza superior desinteresada y profesional, aprendizaje por escalonamiento y aprendizaje por penetrabilidad), el feminismo (feminismo de igualación y de compensación), la propiedad de la tierra (tierra de habitación y de producción), la conjunción de ideal y acción (diferenciación entre problemas normativos y problemas explicativos), el problema social (elección entre igualdad y libertad, entre individualismo y socialismo), la filosofía primera (pensar por sistemas y por ideas a tener en cuenta), la ética (escepticismo de ignorancia y de contradicción, optimismo de valor y de éxito), la religión, para él el más capital de los problemas (legitimidad de la ignorancia y de la trascendencia).

Desde 1908 Vaz Ferreira presiente la necesidad de establecer estas puntualizaciones: escribe “Un paralogismo de actualidad”. Este texto es la señal que anuncia la Lógica viva. «El paralogismo consiste en atribuir a la realidad las contradicciones en que a menudo se incurre, y muchas veces es for­zoso incurrir, en la expresión de la realidad; en transportar la contradicción, de las palabras a las cosas, en hacer de un hecho verbal o conceptual, un hecho ontológico» (CVF 1908a: X, 144). Por ejemplo: «¿Pedro es malo? Un momento; veamos: esto es demasiado sencillo, y Pedro no es tan fácil de juzgar. Sin duda, Pedro ha tomado parte en dos o tres incidentes personales en que me consta que no fue el agredido; recuerdo hasta que fue preso y condenado por uno de ellos... pero, por otra parte, es hombre de una probidad intachable; escrupuloso en sus negocios, caritativo, sobrio. No es fácil decir lo que es: es malo y no es malo» (CVF 1908a: X, 146).

Se trata del problema de los grados. Es el problema de no distinguir que las cosas no son ni blancas del todo ni negras del todo, por decirlo así, que hay grados entre lo blanco y lo negro, y que es imposible pretender que todo sea dado en sólo una de esas modalidades, que son las más fáciles, las modalidades simples de entender el mundo. Pedro no es ni malo ni bueno; hay un problema de grados. Es un problema común y debe haberle inspirado el nombre para su nueva ciencia, la lógica viva. No había sido tratado; no formaba parte de ninguna teoría en la época en que Vaz Ferreira perseveraba en es­tas cavilaciones.

En otro escrito de 1908 se refiere a que la ciencia y la metafísica no son dos dominios diferentes, en el sentido en que lo serían si se opusieran entre sí. Hay un grado de evolución en la ciencia y otro en la metafísica, pero no se contradicen. En ese texto encontramos aquellas reflexiones memorables: «Las ideas son como los globos. Nos levantan fácilmente: el problema está en hacerlas dirigibles»; «La ciencia es Metafísica solidi­ficada» (CVF 1908b: X, 136 y 137).

En su afán por establecer la precisión, la solidez, la indiscutibilidad del conocimiento, el hombre ha experimentado la necesidad de establecer determinados puertos, ciertas bases sólidas, para que, después de que estemos de acuerdo en ellas, vayamos más allá y avancemos en la incertidumbre. La ciencia tiene que establecer algunas certidumbres aunque sean provisorias. Ellas se llaman leyes y teorías, formulaciones lógicas, de lenguaje o de matemática, que sirven como base de sustentación de construcciones o teorías consecuentes.

Este es el camino de una lógica que estaba naciendo; el del filósofo montevideano es también un camino: un método, pero también una filosofía. Nace de una incertidumbre, de la polémica entre lo material y lo espiritual, de la oposición y también aporía entre el cuerpo y la mente, entre lo fisiológico y lo psicológico. De cualquier manera que se formule esta disyuntiva, se resuelve, según Vaz Ferreira, advirtiendo el problema de los grados. Este es el punto de vista que prefiere ante el gran dilema de Descartes y ante cualquier delimitación estricta o falsamente precisa de los grandes dominios del ser.

En Europa se produce el desbordamiento de estos contenidos en el siglo XX. En líneas generales, este desbordamiento sigue dos cauces importantes, que no se reflejan con nitidez en nuestro país (como se reflejaban enseguida las ideas filosóficas europeas en el siglo XIX). Uno lo constituye, a ins­tancias de la filosofía analítica, el del análisis del lenguaje, el análisis de las connotaciones y plurisignificaciones de los signos lingüísticos. Pero esta corriente, obsérvese bien y en relación con Vaz Ferreira, se consolida sólo a partir de la década del treinta, aunque de Saussure brindara su célebre primer curso de lingüística en 1907 y que sirviera de notable espaldarazo para la filosofía (o el de Fritz Mauthner, en 1901 —pero no se da todavía el “giro” que vendrá después. Otro cauce, impulsado por los desarrollos de la lógica y de la cibernética, es el de la lógica informal, en especial el de la lógica borrosa. Las pri­meras manifestaciones de avanzada en este sentido, las de Jan Lukasiewicz y su lógica trivalente, datan de 1917.

Ardao ha señalado que los estudios recientes sobre Vaz Ferreira coinciden en considerarlo un precursor, ya sea de la filosofía lingüística, ya sea de la lógica informal. No hay duda de que ambos desarrollos son posteriores a Lógica viva. Y, aunque Vaz Ferreira no tenía del todo claro el “giro” lingüístico que alcanzaría la filosofía ni el carácter informal en que derivarían algunos estudios de lógica, de todos modos los intuyó plenamente:
«De esta... insuficiencia verbal o conceptual salió algún sistema de Filosofía; pero no ahondo en el ejemplo, porque, ni tengo seguridad absoluta de lo que ahora estoy pensando al respecto, ni deseo tratar en este artículo cierta cuestión que sería imprescindible poner en claro, y que, para no ahogar el tema principal, estoy evitando penosamente desde el principio; a saber: si la contradicción que resulta ilegítimamente objetivada es un hecho verbal, o si es también un hecho conceptual, y si tiene sentido, y cuál, esta distinción que hago entre lo verbal y lo conceptual; de lo cual se pasa sin solución de continuidad a discutir sobre la naturaleza del pensamiento, sobre la del lenguaje, sobre sus relaciones, y sobre toda la psicología y toda la lógica.»

Ahora «vamos aprendiendo a usar cada vez mejor el lenguaje», afirma, porque «Al comprender que con fórmulas verbales no podemos en todos los casos expresar la realidad, ni transmitir nuestros estados mentales sino por aproximación, aprendemos a manejar mejor nuestro instrumento de expresión, y éste se ha vuelto, a la vez, muchísimo menos peligroso y muchísimo más eficaz» (CVF 1908a: X, 150 y 151). «Quizá se está efectuando actualmente (y no lo sentimos, porque estamos en ella) la revolución o evolución más grande en la historia intelectual humana; más trascendental que cualquier transformación científica o artística, porque se trata de algo aún más nuevo y más general que todo eso: el cambio en el modo de pensar de la humanidad, por independizarse ésta de las palabras» (CVF 1910: IV, 17).

Una de las dos cuestiones es de carácter lógico: la realidad es gradual y por lo tanto su interpretación debe incluir una relación de ese orden en la operación lógica. Otra es de carácter filosófico: el conocimiento de la realidad debe tener en cuenta la estructura no lógica (tradicional) del lenguaje y superar sus inconvenientes mediante el análisis del enunciado y de la enunciación. Es necesario advertir los paralogismos, por ejemplo, el de tomar por contradictorio lo que es complementario, la falsa disyunción, la exageración, evitar el rechazo de las soluciones parciales, los desacuerdos en el significado de los términos, la falsa precisión, los sinsentidos, la falsa reducción al absurdo, advertir el tercero no excluido, la falsa generalización, la confusión de “planos mentales”, la ilusión de experiencia, la falsa clasificación, la falacia de los términos valorativos, etcétera.

4. LO MORAL Y LO IRRACIONAL

La lógica clásica, una lógica del sí o del no, de lo blanco o lo negro, sin grados en número suficiente, más allá de la modalidad (necesario-contingente, obligatorio-permitido), no es capaz de rendir cuenta de los procesos mentales, pues no los ilustra adecuada ni aproximadamente. Esto es palmario cuando esos procesos consisten en relacionar cosas, en atribuir propiedades a cosas, es decir, en enunciados o relación de un sujeto y un predicado (en términos clásicos, cuando se trata de juicios).

Lo es transparentemente claro cuando se trata de enunciados que se refieren a hechos. «Los enunciados que hablan de hechos no son o verdaderos o falsos del todo. Su verdad cae entre la verdad y la falsedad totales, entre el 1 y el 0. No son bivalentes; son multivalentes, grises; son borrosos», afirma el lógico norteamericano Bart Kosko (Kosko 1995: 21). La función lingüística del pensamiento, es decir la del lenguaje, tampoco es gobernada por una lógica de tan sólo dos valores. Son límites demasiado estrechos para hacer caber en ellos la infinitud de significados que tienen las expresiones en su semántica léxica y, aun, en la semántica contextual que modifica todas las significaciones.

Ahora bien, la moral, ese dominio que en el plano del lenguaje trasciende la descripción de los hechos, que parece ocupar un territorio intermedio entre lo racional y lo espiritual, que intenta erigirse en una función reguladora del pensamiento y la acción, del ideal de la conducta y el ensayo práctico que busca consagrarla, ¿responde a una lógica severa o es independiente de la racionalidad? Sabemos que es independiente de las reglas, bastante independiente de las normas del derecho, por ejemplo. Pero, ¿es independiente de la racionalidad? ¿No hay en este territorio algo que se corresponde con el sentimiento, con la emoción, con los valores, con los ideales, manifestaciones que escapan de los límites de la lógica tradicional? Aquella lógica que Vaz Ferreira consideró congelada, que estudiaba la verdad y la falsedad «muertas y embalsamadas», no como ellas son sino como la mente considera que deberían ser, pero que están vivas y son como a veces ni sospechamos, ¿tiene alguna vinculación profunda con la moral?

Es preciso meditar este problema con detenimiento, inscribiéndolo en un marco más amplio del habitual. Llama la atención de Vaz Ferreira que se considere con tanta insistencia la “crisis” de los tiempos. Se habla de la crisis del mundo, de su crisis moral. Se argumenta que el progreso de la técnica y de los factores de bienestar no se ha acompañado por un progreso de la moral. Quizá es una crisis provocada por el olvido de las religiones, o por el auge del racionalismo, o por el naciente cientificismo. También se dice que puede deberse al aumento del bienestar material, o que hay una crisis debida a los horrores de la guerra, o debida a la helada primacía de la razón, de la lógica y de la ciencia.

Vaz Ferreira desconfía de todas estas argumentaciones e incluso sostiene que la moral ha mejorado en el correr de los tiempos. Es verdad que no ha cesado la injusticia, la desigualdad, la prepotencia y la crueldad; pero, afirma, por lo menos se comprueba un rechazo al respecto y se difunde un pensamiento que va consolidando una conciencia. Por ejemplo, existe un ideal de libertad, otro referido a los extranjeros; existe la noción de pacifismo y la condena al menos intencional de la guerra; también existe el rechazo de la esclavitud y el reconocimiento del feminismo.

El problema, agrega, está en que el hombre acumula ideales y muchas veces estos ideales chocan en algunos aspectos con otros ideales. La acumulación de ideales provoca algo característico en el hombre: una moral conflictual. Esta moral conflictual consiste en la tendencia generalizada a rechazar muchas concepciones morales porque ninguna es perfecta del todo. Hasta ocurren conflictos que conducen al absurdo y a la barbarie. Por ejemplo, existe un exceso en la cosecha de trigo, o en la producción de leche, y entonces, como no se puede comercializar, se quema el trigo y se arroja la leche al agua. «Bien: y esto está en el centro: la causa determinante de ese horror ¿será acaso de orden moral?, ¿será crueldad?, ¿intención dañosa?, ¿falta de compasión?, ¿dureza de corazón, lo que determina tales hechos?... aquí, claramente, no es eso»...

En todos esos ejemplos, y en tantos más, se ve pues el debilitamiento y el enturbiamiento del raciocinio... Lo que yo creo es que... aun en esos casos, el papel del factor racional, esto es, del factor irracional, es muy grande. Por lo menos, es muy grande, sea o no el principal» (CVF 1939: XI, 164 y ss.). A la vista está que se trata de una falla en el razonamiento. Se comprueba un horror lógico por encima del horror moral. Esta es la conclusión de la primera conferencia de 1939 en Buenos Aires, “La actual crisis del mundo desde el punto de vista racional”, publicada un año después.

Se podría decir que la teoría moral de Vaz Ferreira se apoya en una base que trasciende la moral. ¿Qué se necesita para vivir en bienestar, para encontrar la felicidad, la armonía entre las personas? Y bien, la respuesta está en saber qué se hace con los datos de la experiencia en el nivel intelectual. Más que un fenómeno de naturaleza electiva, entre el bien y el mal, la moral es un problema de entender bien, o sea, de razón. Si Vaz Ferreira viviera ahora, muy probablemente denunciaría el vacío de razón de nuestra época, la irracionalidad imperante, el “adiós a la verdad” (Gianni Vattimo) al que induce la moral relativista o del consenso de la posmodernidad.

Desde el comienzo de su meditación sobre la moral, en sus conferencias de 1909, se refiere al intelecto, en particular a la moral de los intelectuales. En su conferencia sobre “¿Cuál es el signo moral de la inquietud humana?”, de 1936, Vaz Ferreira presenta, también en el campo moral, una vía relacionada con su criterio de los grados. Distingue entre el pesimismo y el optimismo de valor y el pesimismo y el optimismo de éxito (CVF 1936: XI, 383). Algo puede indicarnos la ausencia del éxito; por ejemplo, dice, la cruzada de Don Quijote contra los molinos. Pero tras esa ausencia se levanta el valor, aunque indisoluble respecto a las apariencias. Es el optimismo de valor. Su aplicación es una cuestión de grados o, si se permite la transposición, una inteligencia dependiente de los grados de apreciación y de aplicación sobre la trama tosca de la realidad primaria. La inteligencia debe superarla.

5. VAZ FERREIRA Y LA FILOSOFÍA

Convirtiendo la lógica viva en el impulso crítico de la filosofía, y el análisis del lenguaje en la brújula de exploración de los problemas del hombre, Vaz Ferreira adopta un punto de vista que resultará privilegiado en la filosofía social de los tiempos que vendrán después: una filosofía crítica o una lógica crítica de aplicación, siempre fundada en lo que se recoge en la experiencia. Esto surge al apreciar la vinculación estrecha entre los procesos morales y racionales. No son universos aislados.

Este punto de vista impulsará la fertilidad de la lógica en un terreno que trasciende el campo tradicional de la filosofía, en el cual se había sentido sólo complementaria, verdadera ancilla o sirvienta del pensamiento. Hasta entonces la lógica desempeñaba un papel restringido, limitado a un pequeño número de operaciones descritas hartamente por la lógica tradicional aristotélica, perfeccionadas al extremo con la explosión matemática de la lógica simbólica de Frege, Hilbert, Russell y Whitehead y otros.

Ya se dijo que la de Vaz Ferreira es una filosofía de la experiencia. Ello se aprecia en su desarrollo lógico, en su precoz e inusitada intuición lingüística y en la preocupación por la crisis moral del hombre, todos emprendimientos dirigidos desde la práctica hacia la teoría, desde el quehacer humano hacia el pensar, desde el conocimiento empírico hacia el teórico.

Es una filosofía que intenta encontrar las vinculaciones de la inteligencia superior con los hechos concretos y naturales, sencillos o complejos. No podía ser de otra manera, desde que pertenece al pensamiento filosófico de su época, el cual se había dicho que se orientaba “hacia las cosas”. El concepto de experiencia estaba desde siempre en el centro de la teoría del conocimiento, a partir de Kant o aun con anterioridad. Pero ahora, desde William James o John Dewey, se convierte en “una relación entre el ser vivo y su contorno físico y social”, como explica Ferrater Mora. La filosofía salta de la abstracción a la vida, de lo racional a lo que puede ser racional o irracional, desde el ser teórico y lógico al ser terrenal, cotidiano y anfibológico.

El esfuerzo y el objetivo alcanzado de fundar una filosofía nueva, basada en una lógica crítica, son algo inusitado en América Latina. No se tiene una idea cabal del mundo sin antes conocer profundamente los principios racionales que lo rigen. No sólo no se tiene idea del mundo sino, aun, no se puede estar  y actuar en el mundo sin antes practicar un examen o una crítica severa del conocimiento humano y también de la acción de los hombres sobre la tierra.

En tal sentido, se puede encontrar en la lógica viva una lógica crítica (aunque no cabría esta expresión si se tratara de una lógica formal; pero, como se ha dicho, la lógica viva es una lógica informal). Lógica crítica en el sentido kantiano, por cierto, que no es más que referir el sentido corriente que se atribuye a la responsabilidad del conocimiento. No se puede y no se debe permitir la vida entre los hombres sin esta conciencia. Una vitalidad de este tipo conmueve todo el pensamiento de Vaz Ferreira y por esta razón parece justificado que llamase viva a su lógica, y que resulte viva su filosofía.

No es posible estar en el mundo sin conocer su fundamento. Vaz Ferreira contribuyó a consagrar esta particularidad del mundo moderno con un libro que aun hoy se toma como nada más que “manual para evitar errores” —que lo es, sin duda. Esta contribución no aparece en las historias de la filosofía mundial y merecería un capítulo aparte y ser reconocida internacionalmente. Es tradicional la falta de suerte de las empresas originales no alineadas, aunque fueren sólidamente fundamentadas y regionalmente reconocidas. Incluso en sus patrias, estas empresas son desdeñadas, postergadas y hasta olvidadas. Pueden ser emisarios locales quienes interpongan el primer obstáculo, en un dominio en el cual el factor ideológico obra como un fantasma, o la medianía o de la sencilla ignorancia. Por otra parte, no hay mayor sepulturero filosófico que el compatriota animado por los celos intelectuales.

A propósito de este problema, tenemos el optimismo de valor vazferreiriano. Este optimismo depende de los grados de apreciación de la realidad, de la capacidad de la inteligencia de adaptarse a ellos y de obrar sobre ellos. De esta manera, en un campo social y político bien amplio, supone la superación de las fuerzas visibles e invisibles que suelen inhibir, enceguecer o esclavizar a los pueblos. El de América Latina ha estado sujeto, como no podía ser de otra manera, desde que es el producto secular de la colonización española, a los engranajes de la cultura europea. Pero todo indica que Vaz Ferreira, como Rodó, como Emilio Oribe más tarde, como Arturo Ardao, creía en su emancipación y consagración final, sin necesidad de renunciar al ancestro secular, que frecuentemente queremos sacudirnos como si fuera un mal, como si no descendiéramos de él. El destino, el éxito de la empresa, la autenticidad originaria y su gravitación internacional, empero, dependerían de la potencia en el empeño de creación, de esfuerzo, de liberación respecto a la imitación y a la enajenación. En este sentido, tuvo plena confianza en su pueblo, al que dedicó el esfuerzo de su vida y que, según su conocida queja, le quitó tiempo para escribir libros. Pero, es posible que no alcanzara a sospechar la importancia que tendría su propia obra en el desarrollo de la filosofía latinoamericana, que, según Francisco Romero, lo tiene entre sus fundadores.

BIBLIOGRAFÍA DE VAZ FERREIRA

—1897, “Psicología y fisiología”, incluido en Ideas y observaciones, Montevideo, tomo I, p. 79, de la edición homenaje de la Cámara de Representantes de la República Oriental del Uruguay (1963) de veinticinco volúmenes.
— 1905, Ideas y observaciones, tomo I, obra citada.
― 1907, Los problemas de la libertad y los del determinismo, ver tomo II de la edición citada.
— 1908a, Un paralogismo de actualidad, ver tomo X.
— 1908b, Ciencia y metafísica, ver tomo X.
— 1909, Moral para intelectuales, Montevideo, tomo III.
— 1910, Lógica viva, Montevideo, tomo IV.
― 1917, Curso expositivo de Psicología elemental, Montevideo, Imprenta Artística de Dornaleche y Reyes.
— 1918a, Lecciones sobre pedagogía y cuestiones de enseñanza, Montevideo, tomo XIV.
— 1918b, Sobre la propiedad de la tierra, Montevideo, tomo V.
— 1920, Sobre la percepción métrica, Montevideo, tomo VI.
— 1922, Sobre los problemas sociales, Montevideo, tomo VII.
— 1933, Sobre el feminismo, Montevideo, tomo IX.
— 1936, ¿Cuál es el signo moral de la inquietud humana?, Montevideo, en el tomo XI.
— 1938, Fermentario, Montevideo, tomo X.
― 1939, La crisis actual del mundo desde el punto de vista racional, en el tomo XI.
— 1940, Trascendentalizaciones matemáticas ilegítimas y falacias correlacionadas, Buenos Aires, en el tomo XI.

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—1967, “Vaz Ferreira”, en Proceso intelectual del Uruguay, T. II, Montevideo, Ediciones del Nuevo Mundo.


* Uruguayo, filósofo, ensayista, docente y autor de 
numerosas obras de investigación

Publicado

2012-06-07

Edição

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Culturales